Once mujeres se han brindado como voluntarias para que el doctor Barry Komisaruk, de la Universidad de Rutgers (New Jersey, EE UU), relacionase diversas maniobras de índole sexual con las correspondientes respuestas cerebrales, medidas con escáneres de resonancia magnética.

Las estimulaciones se han centrado en el clítoris, la vagina y el cuello del útero de las voluntarias y las respuestas se han localizado en tres sitios distintos y perfectamente diferenciados de la corteza sensorial.

Pero las cosas no son tan sencillas porque se ha constatado que, asimismo, la estimulación de los pezones activa no solo la correspondiente región de la corteza sensorial –como ya era sabido– sino también otras zonas cerebrales que son las mismas que se activan cuando se estimulan los genitales. Esa concurrencia explicaría por qué algunas mujeres pueden tener orgasmos solo mediante el tocamiento de las zonas mamarias.

Durante años, y en especial de forma paralela a los movimientos feministas y de liberación de la mujer, se estimó que la principal fuente de placer la proporcionaba el clítoris, por encima de las respuestas correspondientes a la estimulación vaginal o del cuello uterino. Sin embargo, los hallazgos del equipo de la Universidad de Rutgers muestran que existe una fuerte activación sensorial producida por la estimulación de la vagina y el cuello del útero.

A partir de ahí los científicos han empezado a comprender cómo los estímulos de la manipulación genital se propagan a través del cerebro a partir de la activación inicial de la corteza sensorial y se reflejan al mismo tiempo en las regiones cerebrales que producen el orgasmo.

La corteza sensorial o sistema motosensorial procesa la información a partir de las células nerviosas vinculadas a diferentes partes del cuerpo.

El nuevo estudio publicado en el último número de "Journal of Sexual Medicine" aporta un mayor detalle sobre la localización de las áreas sensoriales correspondientes a la anatomía femenina. En muchos campos de la Medicina y en este también, los estudios clásicos se habían hecho esencialmente en varones, considerando escasamente la anatomía y la fisiología femeninas, una anomalía que ahora se pretende superar.

Los investigadores establecieron ensayos de cinco minutos que constaban de 30 segundos de descanso, otros 30 de autoestimulación, repetidos cinco veces seguidas. La sección del estudio que hizo las funciones de grupo control se basó en solicitar a las participantes que se tocaran de forma rítmica el pulgar o un pie para establecer así, como contraste, puntos de referencia en la corteza sensorial.

A fin de completar el mapa del placer femenino, las voluntarias tuvieron que autoestimularse con la mano o con un vibrador cilíndrico, de 15 milímetros, siempre con movimientos rítmicos –suaves o intensos– en el clítoris, la pared anterior de la vagina, el cuello uterino o el pecho, de forma indistinta y aleatoria, en cada una de las secuencias de los ensayos. Recibieron las instrucciones a través de unos auriculares que les permitían estar en contacto continuo con los investigadores.

Durante el proceso de ensayo –de masturbación– se activaron hasta casi 30 áreas del cerebro, incluidas las que están relacionadas con el tacto, la memoria, la sensación de recompensa e, incluso, el dolor. Este abanico de sensaciones apunta a las posibilidades que tiene el orgasmo como potente analgésico, una circunstancia siempre supuesta y ahora comprobada.

El nuevo estudio cuestiona la hipótesis defendida por algunos expertos según la cual las mujeres que obtienen placer de la estimulación vaginal lo consiguen porque el clítoris está siendo estimulado indirectamente. Pero no, tal y como indica la investigación la vagina y el clítoris son fuentes directas de placer sexual, al igual que el cuello uterino. Esas zonas erógenas tienen sus propias terminaciones nerviosas que transportan las sensaciones a la corteza cerebral.

Las mujeres que tienen una disminución de la respuesta sensorial a la estimulación genital, entre otras cosas quizá como resultado del daño del correspondiente nervio o, por ejemplo, por la extirpación del útero, pueden intensificar su respuesta genital mediante la estimulación del pecho.