Menos letras y con nuevos nombres
"Escribir como se habla, hablar como se escribe", proclama García de la Concha en el lanzamiento de la Ortografía
Eduardo garcía - Madrid
Salón central de la Real Academia Española. Bajo las alegorías en forma de belleza femenina de la Poesía y la Elocuencia, nueve hombres y una mujer, casi en formación de equipo de fútbol, el capitán obviamente era Víctor García de la Concha, presentaron la nueva Ortografía del español, un manual de 745 páginas que fija y da esplendor a ese conjunto de normas que a todos nos trajo de cabeza en el cole. No solo fija sino que explica.
"Escribir como se habla, hablar como se escribe. El uso de un idioma siempre es soberano", recalcó De la Concha tan sólo unas horas antes de que fuera nombrado su sucesor en el cargo. La presentación oficial de la Ortografía, en un acto hoy al mediodía que estará presidido por los Príncipes de Asturias, será el colofón a unos años gloriosos de Víctor García de la Concha, que se va con la satisfacción, dijo, "de que no he sido yo quien consiguió todo esto sino todos los que trabajaron conmigo y todas las academias del español", veintidós en total repartidas por todo el mundo. Alguno de sus compañeros en la RAE ironizan con la frecuencia con que García de la Concha apela a una frase hecha: codo con codo. Pues bien, ayer el director que hizo posible el Diccionario, la Gramática y la Ortografía insistió en ese "codo con codo" para explicar una década prodigiosa.
De la Concha era un hombre feliz. Hoy será un hombre feliz y estará probablemente incómodo ante el torrente de elogios que se le avecinan. El capitán del equipo de la RAE repartió ayer juego pero otro asturiano se encargó de parar todos los ataques mediáticos. Salvador Gutiérrez Ordóñez, el coordinador de la Ortografía establece según dijo, "más simplicidad y coherencia y reduce los espacios de duda", explicó con esa santa paciencia que le caracteriza todas las dudas formuladas por los periodistas, ese menudeo en forma de "i griega" o "ye", "be baja" o "uve", "guión" con tilde o sin ella, que fue motivo de polémica ciudadana en las últimas semanas. "¡Qué bueno el revuelo!", afirmó el representante de la Academia chilena de la lengua Alfredo Matus. No se sabe si Salvador Gutiérrez está en sintonía con esta afirmación.
Al académico le tocó por tanto justificar la defenestración de la "ch" y la "ll" como letras del abecedario, es una de las grandes novedades porque en la Ortografía de 1999 ahí estaban. Nos quedamos pues con 27 letras. Respecto a la "i griega" Gutiérrez recordó que desde 1969 la denominación prioritaria es "ye", "así que no es nada nuevo".
¿"Guion", así sin tilde, es desde ahora falta de ortografía? Le preguntaron al académico. "Pues sí… si el uso no dice lo contrario". ¿Y si el uso se resistiera al cambio? Salvador Gutiérrez echó mano de la ironía: "Igual tenemos que cambiar nosotros".
Palabras como "guion", "truhan" o "superfluo" se convirtieron, quien se lo iba a decir a vocablos tan poco comunes, en estrellas de la rueda de prensa. A partir de ahora las tres sin tilde.
"Ya sé que hay un cantante que dice eso de "soy un tru-hán" deshaciendo el diptongo", dijo Víctor García de la Concha en alusión a la canción de Julio Iglesias, "pero ya se sabe que los cantantes propenden al énfasis".
En aquella batería de preguntas hasta una periodista mexicana se interesó de la "x" en el nombre de su país. José Moreno de Alba, el director de la Academia mexicana, reivindicó "México", así con "x" aunque se pronuncie con "j". "Es una irregularidad ortográfica que se conserva por veneración histórica y que la RAE respeta".
"El escándalo creado por los cambios ortográficos se produce porque el asunto nos atañe y de que modo", dijo el académico chileno Alfredo Matus. "Nos concierne desde el acta de bautizo hasta el certificado de defunción". Un escándalo que no condicionó, según Víctor García de la Concha las decisiones de los académicos. El director de la RAE añadió, como el que no quiere la cosa, que "fue Salvador Gutiérrez quien puso sobre la mesa la cuestión del nombre de las letras". Y todos a preguntar a Gutiérrez.
¿Acentuamos el adverbio "solo"?, preguntó un periodista. El que quiera sí, el que no quiera no. "La Ortografía solo orienta los usos". García de la Concha también aclaró también que en sus escritos particulares sigue acentuando los demostrativos a pesar de que desde 1959 la RAE decidió que no era necesario y esa tilde había desaparecido de todos los documentos de la institución.
El rey y el papa deben ir con minúscula, pero Caperucita Roja, con mayúscula
Los hispanohablantes deberán olvidarse de escribir con mayúscula inicial las fórmulas de tratamiento y los sustantivos que designan títulos y cargos, y poner sencillamente "majestad", "el rey" o "el papa", pero la conservarán en personajes de ficción como "Caperucita Roja" o la "Ratita Presumida".
Estos son algunos de los usos que se prescriben con claridad en el amplio capítulo, de casi ochenta páginas, dedicado a las minúsculas y las mayúsculas en la nueva edición de la Ortografía.
Esta obra, de gran utilidad para millones de hispanohablantes y publicada por Espasa en España y en Hispanoamérica, no se olvida de las nuevas tecnologías y se muestra consciente de que "la rapidez y la economía suelen ser factores determinantes" en los correos electrónicos, foros, chats, y mensajes de móvil. En todos es frecuente la "ortografía relajada".
Por eso, se considera admisible que se prescinda de las mayúsculas en los mensajes de móvil y en los chats, "donde la rapidez prima sobre la pulcritud", pero no en las comunicaciones electrónicas, en las que se deben "aplicar con rigor las normas ortográficas".
Los académicos hacen especial hincapié en que las fórmulas de tratamiento hay que escribirlas con minúscula, aunque en el pasado no se hiciera.
Así, habrá que evitar la mayúscula inicial en "don", "doña", "fray", "santo", "excelencia", "señoría", "vuestra merced", aunque se admite en los tratamientos protocolarios de las más altas dignidades (su santidad, su majestad, su excelencia), pero solo cuando no van seguidos del nombre propio: "La recepción a Su Santidad será en el palacio arzobispal". Pero "es obligada la minúscula" en "esperamos la visita de su santidad Benedicto XVI".
También irán con minúscula los sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos (ya sean civiles, militares, religiosos, públicos o privados), así se trate del mismísimo "rey", de la "reina" o del "papa".
Sin embargo, los personajes de ficción irán siempre con mayúscula (Aureliano Buendía, Juanita la Larga, Harry Potter, Mafalda) y también lo harán aquellos formados por nombres comunes: "Caperucita Roja", el "Gato con Botas", la "Ratita Presumida".
Cuando los nombres propios se utilicen como comunes, irán en minúscula, como sucede, por ejemplo, en "tomarse un jerez", "ser un judas", "una celestina" o "un casanova"; "comportarse como un quijote", "valer un potosí".
Y se escribirá "A Dios rogando y con el mazo dando", pero "No hay más dios que Alá".
La nueva Ortografía contiene también un amplio listado de expresiones que, con frecuencia, se escriben de distinta forma, y aconsejan con claridad cuál es el uso más conveniente.
Así, es mejor decir "a cal y canto" que "a calicanto"; "a machamartillo" es preferible a "a macha martillo"; "a tocateja" y no "a toca teja"; "aprisa" es mejor que "a prisa"; "contrarreloj" y no "contra reloj" y, como se acercan las Navidades, conviene saber que lo correcto es escribir "Nochebuena" y "Nochevieja".
Y si alguien quiere rezar un "padrenuestro", mejor que un "padre nuestro", desaconsejable "por su poco empleo".
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