“Mi diagnóstico es que se está produciendo una secesión ligera, una desafección, un alejamiento emocional de los ciudadanos catalanes hacia Madrid. Se sienten cada vez más catalanes y menos españoles, sin ser antiespañoles ni sentirse separatistas”. Esa fue una idea nuclear de la charla que, bajo el interrogante “¿Será Cataluña independiente?” dio ayer en el Club FARO Xavier Casals, profesor de la Universidad de Barcelona, que concluyó con un coloquio largo, animado y un tanto apasionado.

Presentado por Luis Domínguez, titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Vigo, Casals cree que, por ahora, independentismo no, porque su terreno de juego parece limitado según las encuestas, “pero hay un espacio creciente para su desarrollo y sería susceptible de irrumpir inesperadamente en las urnas si la coyuntura lo facilitara”. Según este historiador la desafección hacia España y hacia sus propios políticos son dos factores que señalan el proceso profundo de cambio que se vive en Cataluña. “Impera -dice- la sensación de pesimismo en las relaciones con el resto de España y hay un proceso lento y silencioso de alejamiento de una España a sus ojos incapaz de comprender la realidad de Cataluña y en la que ganan peso los discursos catalanófobos”.

Nuevos actores

De lo que habla Casals, que ha publicado “El oasis catalán. ¿Espejismo o realidad?” en la editorial Edhasa, es de que Cataluña ha dejado de ser un oasis placentero, la locomotora de España. “Hay un oasis catalán que languidece -dice- en la medida en que el monopolio tradicional de las instituciones por los grandes partidos ha generado una desafección del electorado y parece anunciar la emergencia de actores políticos que levantan banderas de protesta de identidad. Cataluña ha sido la comunidad donde el distanciamiento entre los partidos y la sociedad se ha hecho visible de modo más ostentoso a comienzos del siglo XXI”.

Para Xavier Casals, en Cataluña se desarrollan dos procesos simultáneos e inseparables desde hace poco más de un lustro: uno es la percepción extendida de un fracaso del encaje catalán en España y otro el hundimiento progresivo de su sistema actual. ¿Hasta qué punto es una realidad la desafección a la que aludió Montilla hace dos años? ”Es difícil demostrarlo -dice- más allá de lo que refleja la demoscopia, que parece refrendarla. Así, en el último barómetro del Centro d’Estudis d’Opinió [CEO] de la Generalitat (publicado en junio de 2009) un 62% de encuestados consideraba que el nivel de autonomía de Cataluña era insuficiente. Este porcentaje es muy superior al 45% de la muestra que se identificaba como “únicamente catalán” o “más catalán que español”. De este modo, entre los insatisfechos por las limitaciones del autogobierno figuraba un 17% que se definía como “español” o “más español que catalán”.

Razones, no emociones

Este hecho se explicaría porque la autonomía habría dejado de asociarse cada vez más en Cataluña a emociones para hacerlo a razones, entendiendo como tales las infraestructuras, la sanidad o la educación. Asimismo, el barómetro apuntaba que para un l9% de encuestados Cataluña debería ser independiente y para un 32% un Estado dentro de una España federal. Los sondeos, pues, constatan que la desafección catalana hacia España no es una entelequia, aunque sea complejo calibrar su magnitud”.

Piensa Casals que la percepción de hundimiento progresivo de su sistema político actual de los catalanes es indisociable de la constitución del gobierno tripartito de la Generalitat en el 2003, presidido por Pasqual Maragall y reeditado en el 2006 bajo la presidencia de Montilla. “Consideramos que en esta etapa (2003-2009) -afirma- se cerró de modo definitivo la Transición iniciada en 1975 (significativamente abandonaron la política activa sus dos líderes históricos, Jordi Pujol y Maragall) y con la elaboración del nuevo Estatuto se inició otra, en el marco de la cual se intensificó desafección de los catalanes hacia su establishment político”.