"Difícil" y "exasperante" son algunos de los epítetos que el ex primer ministro británico Tony Blair dedica a su sucesor, Gordon Brown, en su libro de memorias. "A journey" ("Un viaje") se publicó ayer en el Reino Unido y ya ha empezado a levantar ampollas.

En el volumen, de más de 700 páginas, Blair se obstina en defender la guerra de Irak y revela el contenido de algunas audiencias con la Reina, lo que ya le ha valido duras críticas. De Diana de Gales dice que conectó inmediatamente con ella. "Éramos, cada uno a nuestra manera, manipuladores", escribe.

Blair repasa en el libro los acontecimientos más importantes de sus diez años en el Gobierno: el proceso de paz en el Ulster, la muerte de Diana (1997), los ataques del 11-S y la controvertida invasión de Irak.

Pero lo que el lector británico esperaba son más detalles sobre su ya aireada mala relación con Brown. Mala no, pésima, porque el ex líder laborista dice de su "delfín" que es un "tipo raro", con "inteligencia emocional cero", aunque, a la vez, también fuera un ministro de Economía "capaz y brillante" que le sometía a presiones "implacables". Blair estaba seguro de que no iba a funcionar como gobernante, pero sabía que no podía impedir su llegada a Downing Street por el poder que ostentaba entre las bases del partido.

"Hacia el final, francamente, resultó muy difícil, casi imposible (trabajar con él)", explicó anoche Blair a la BBC. Pero también "fue una inmensa fuente de fortaleza". "El problema –prosiguió– es que cuando era mi número dos, la gente tal vez sobrevaloró su capacidad para ser primer ministro" y "en sus tres últimos años, ya como primer ministro, la gente en cambio tal vez infravaloró sus puntos fuertes".

Entre otras cosas, Blair habla en el libro de sus esfuerzos por salvar la monarquía tras la muerte de Diana y revela su moderada inclinación por el alcohol para lidiar con las presiones. Algo de whisky o un "gin tonic" antes de la cena. "No excesivamente. Tenía un límite", añade.

En otro punto, Blair presenta al ex presidente José María Aznar como un "duro negociador" en Bruselas. El ex «premier» británico relata su primer contacto con Aznar, en mayo de 1997. Aznar necesitaba que el Tratado de Amsterdam reflejase "la posición especial de España como un país grande junto a otros grandes, no un país pequeño". "Esto era un problema para los otros grandes, en especial para los alemanes, dirigidos por Helmut Kohl", escribe.

Según la versión de Blair, todos los líderes europeos, Kohl y Chirac incluidos, fracasaron en su intento de convencer a Aznar, que se fue a la sala de al lado a fumar. Cuando le tocó el turno al laborista, Aznar se mantuvo firme. "Además, mira, aún me quedan muchos más cigarros", dice Blair que le espetó Aznar, que se salió con la suya.