Desde ayer David Bisbal pasa a engrosar la lista de cantantes que se han paseado por el Auditorio vigués de Castrelos. El triunfito no tiene la rebeldía legendaria de Patti Smith. Tampoco la aureola mítica de Public Enemy. Ni la calidad hipnótica de Norah Jones, por citar algunos de los que pasaron este verano por el mismo escenario. Y sin embargo, lo del almeriense era una victoria anticipada. Y es que días antes del concierto, desde el ayuntamiento de Vigo ya se preveía lleno histórico.

Bisbal saltó a la fama desde Operación Triunfo, ese programa que ayudó a convertir la industria musical en algo parecido a una cadena de comida rápida. Pero el cantante supo diferenciarse y decir "aquí estoy yo". Haciendo una metáfora culinaria, su música no es un entrecot a la pimienta, pero tampoco una hamburguesa con sabor a plástico. Y es que lo que mejor define a David Bisbal, por seguir con el tema del comer, es la tortilla española. Sencillo y fácil de digerir, gusta a casi todos y enamora a muchos y gusta por igual a pequeños, mayores y abuelos.

Ante ese público hambriento saltó Bisbal. "Sin mirar atrás" fue la canción elegida para comenzar. Le siguieron canciones de su último disco ("Mi princesa", "Esclavo de tus besos", "Al-Andalus"...), temas míticos ("Bulería", "Oye el boom"...) o incluso el hit del mundial "Waving Flag".

Un poco de rock

El propio cantante avisaba días antes del show: "¡Este es un concierto muy rockero!". Dejando a lado lo discutible del término rock en este contexto, no mentía. Si acaso exageraba en lo del muy. Bisbal llegó a Vigo acompañado de guitarra eléctrica, flamenca, batería, teclado y bajo. Y esta compañía se notó, con algún que otro punteo y solos de guitarra y cuernos.

Eso sí, poco tardaron en aparecer las baladas románticas, con algún que otro despistado incluido levantando el mechero al aire.

La guitarra y la batería parecieron contagiar al cantante, que para esta gira recuperó la energía y los saltos que le hicieron característico allá por sus comienzos. Pero todo dosificado y en su justa medida. Dos horas de concierto y cambios de vestuario inclusive invitan a cualquiera a guardar fuerzas.

El público importa

Quizás el tirón de Bisbal se basa en eso, en que cuida a su público. Durante el concierto, una serie de cámaras se dedicaron a jugar con los fans en los descansos, detalle que volvió locos y locas a los allí presentes, que llegaban hasta donde no alcanzaba la vista.

Pero antes de eso el público ya se empapó de euforia. No importó la edad. Niños y niñas, jóvenes, un poco más mayores, abuelas... Que Bisbal gusta es evidente, con tan solo un simple "¡Buenas noches, Vigo!" consiguió dejar alguna que otra cuerda vocal en cuarentena. Entre los asistentes había ganas de saltar, chillar y cantar.

La entrada, dentro de lo previsto. Como se esperaba, el tirón de Bisbal no es broma.

David Bisbal dejó Vigo con un buen sabor de boca a los presentes. No fue el mejor, el más guapo o el más mítico. Pero gustó a la mayoría de los presentes, que ya es bastante.