Expectación mediática, que no popular. La segunda corrida de la feria de La Peregrina tuvo más repercusión en la prensa, en los medios de comunicación, que en el tendido, y la razón evidente no era otra más que la reaparición de Julio Aparicio, tras su dramática cogida en Las Ventas, el 21 de mayo pasado. La presencia en el cartel del diestro sevillano concitó el interés de medios nacionales, y también de otros llegados de países más allá de los Pirineos, interesados en ver si el matador había superado las secuelas de una cogida estremecedora y de unas imágenes impactantes que dieron la vuelta al mundo, pero no tuvo el mismo reflejo en taquilla, hasta el punto de que los tendidos tan sólo cubrieron poco más de medio aforo.

Y si en la primera de feria el ganado de Alcurrucén fue el culpable de la ausencia de espectáculo, ayer los toros de Lagunajanda, sin ser nada del otro mundo, permitieron el lucimiento, otra cosa es que los diestros los dejasen escapar en su mayoría sin sacarle el partido que tenían, y que desde luego era bastante más que el que pudimos ver.

Justitos de peso, algo flojos de remos, pero nobles y toreables, especialmente el que cerró plaza, esta vez si no hemos visto más faena las causas no hay que buscarlas en los corrales, sino en que los diestros no tuvieron su tarde. Ni siquiera Daniel Luque, que cortó tres orejas, sí, pero más debidas a la inveterada costumbre local de transformar la salida a hombros de al menos uno de los toreros en el complemento final de una tarde de toros, que a los verdaderos méritos de sus faenas, especialmente la segunda, que gozó del incomprensible favor de una presidencia y sus asesores que curiosamente apenas veinticuatro horas antes habían mostrado todo su rigor para negar el segundo apéndice a El Juli.

Un inusual comienzo de festejo, con la lectura del manifiesto de apoyo a la Fiesta en mitad del paseíllo, y una ovación de gala para Aparicio al pisar la arena por primera vez para enfrentarse con el primero de sus enemigos, fueron quizás los momentos más vibrantes de la tarde, y como definición eso debería bastar para dejar claro que el aburrimiento fue la tónica predominante de la corrida.

Si el toreo de verdad se midiese por la cantidad de pases quizás podríamos estar hablando de un encierro más que aceptable, pero como en el mundo del toro hay que valorar otros aspectos tales como el temple, la calidad y variedad de los pases, la ligazón y continuidad de las series, por citar sólo algunos, pues no se puede decir que hayamos visto faena. Eso sí, voluntad, ganas de agradar e intención no faltaron, pero en cambio faltó y mucho esa conexión especial entre la arena y el tendido que hace que el torero transmita y que el público vibre. Claro que como se trata de ir de fiesta y esta afición es agradecida, con pequeños gestos y una salida a hombros la mayoría se conforma, y a pensar en la siguiente.

Julio Aparicio, y esto no pretende ser una crítica para el diestro sevillano, estuvo gris, como acusando el percance sufrido. Y digo que no pretende ser una crítica porque es de todo punto lógico que necesite un tiempo para que de su cabeza se alejen los fantasmas, pero lo cierto es que se le notaron más las secuelas psicológicas que las físicas, especialmente al inicio de cada una de sus faenas. Es verdad que, por si fuera poco, tuvo mala suerte con su lote, ya que, especialmente el toro que abrió plaza, era el más flojo del encierro, y también lo es que a medida que iba metiendo en "harina" se fue centrando más para terminar dejando incluso destellos aislados de calidad, especialmente en una buena tanda de naturales.

El público quería homenajearlo, pero tuvo que limitarse a demostrarle su cariño en una emotiva vuelta al ruedo, de la que se llevó como recuerdo casi todo lo que le arrojó la afición desde los tendidos, como también quisieron rendirle homenaje sus dos compañeros de terna, brindándole la muerte de uno de sus toros, pero no logró su objetivo de tocar pelo, objetivo que se le escapó en su segundo toro, el cuarto de la tarde, al no acertar con el acero.

Talavante estuvo irregular, bien en el primero de su lote, dejó escapar el trofeo al fallar con la espada, y se desquitó en el segundo gracias a la generosidad del público, después de una faena en la que acumuló gran cantidad de pases, pero apenas media docena de relativo mérito. Posiblemente realizó al segundo de la tarde la mejor labor de la corrida.

Daniel Luque fue el triunfador, y tiene su mérito, pero también mucho que agradecer a la generosidad del tendido y de la presidencia. Es joven y le queda camino por recorrer, pero ganas y valor no le faltan, dejando constancia de unas cualidades estimables, especialmente con la capa.