Una simple preposición puede cambiar una historia, o al menos, matizarla. Eso intenta José Álvarez Limia, uno de los pocos gallegos que todavía vive de los que combatieron en la Guerra Civil en los tercios de requetés, cuando asegura: "Nosotros combatimos con Franco, pero no por Franco". Y es que si el general ferrolano no se hubiese alzado contra la República, probablemente lo hubiesen hecho los carlistas, quienes en 1936 preparaban su propio levantamiento al ver atacados dos de los valores que consideraban más sagrados, como explica Limia: "Nosotros no combatimos por Franco, sino por Dios y por la patria".

Así lo indicó también durante la presentación del libro "Requetés. De las trincheras al olvido", que recoge los testimonios de todos los combatientes todavía con vida que pudieron recopilar sus dos autores, Pablo Larraz y Víctor Sierra-Sesúmaga.

Precisamente los mentores de la obra, cuya primera edición se ha agotado ya y de la que se prepara una segunda edición para septiembre, escogieron a José Álvarez Limia para ejemplificar lo que querían transmitir con su obra y por eso contaron con su testimonio, no sólo para el libro, sino también para la presentación. La idea básica era "rescatar del olvido", al margen de contenidos "ideológicos y políticos" a los 60.000 carlistas que lucharon en la Guerra Civil, y la elección de Limia no fue casual. En primer lugar, por su memoria, que no sólo guarda dentro de su cabeza con salud, como dice él "gracias a Dios", sino también en una página web y en un libro autobiográfico que prepara. En segundo lugar, porque es un investigador incansable de aquella época y es capaz de dar fe ante los historiadores de que el Tercio de La Coruña no fue una invención. Y en tercer lugar, como dice Larraz, porque otro de los falsos mitos que este libro de testimonios intenta corregir es que todos los requetés eran navarros. "Es una bellísima persona, te cuenta la guerra con mucha gracia, sin nada de resentimiento", explica Larraz sobre Limia.

Los había de casi todos los rincones de España, Galicia incluida. Aunque no existe una estadística fiable, y Álvarez Limia tampoco se atreve a dar una cifra, calcula que solo desde Ourense pudieron acudir al frente un millar de hombres, entre ellos él y sus dos hermanos. También colaboró desde la retaguardia su hermana. Lo que parece seguro es que el Tercio del Apóstol Santiago contribuyó con un par de centenares. En la mayor web que existe sobre los requetés en España, se constata también, aunque sin dar cifras, la existencia de los requetés de Pontevedra y del Tercio de La Coruña. Lo que sí ha logrado demostrar Álvarez Limia, esquelas en mano, es que de los ourensanos, el contingente más entusiasmado, fallecieron 110 soldados.

Igual de entusiasmado acudió al frente Álvarez Limia, que tenía 15 años, lo que le valió ser protegido por la compañía en la que recaló, la cuarta del Tercio de Oriamendi. Álvarez Limia había visto partir a sus hermanos a la guerra y decidió sumarse a la aventura, cuando era un "pelayo", es decir, un niño que recibía adiestramiento en los principios carlistas. Así, en noviembre de 1937 se fugó de casa, motivado por los asesinatos de sacerdotes de La Salle, la misma compañía que regentaba el colegio en el que él estudió, y dieron comienzo sus peripecias en el conflicto bélico. Su padre le reclamaría de oficio y la burocracia tardaría en devolvérselo diez meses después a su familia de Verín. Pero ese año escaso fue suficiente para que el adolescente viviera lo suficiente como para, en cuanto regresó, llevar una vida apartada de la política.

Álvarez Limia cuenta cómo llegó a Mañeru (Navarra) con otros ourensanos para cubrir las bajas que había sufrido el Tercio en la campaña del norte y tiene un especial recuerdo para su compañero Manuel Sánchez Vázquez, que tuvo que ser evacuado del frente para ser operado de apendicitis y que falleció nada más reintegrarse. "Quizás sea el único combatiente de primera línea que murió en la guerra sin haber disparado un solo tiro", dice.

Tampoco olvida a otro paisano, José Salgado, de 17 años, a quien le amputaron los dedos de un pie por el duro invierno aragonés, y reflexiona sobre su primer cuerpo a cuerpo: "Llegó ese momento en que uno se siente solo ante Dios y prepara su espíritu ante la posibilidad real de la muerte". Pero todo salió bien y los requetés tomaron Teruel al grito de "Viva España". "Nunca usábamos el "Arriba España" de los falangistas", matiza. Entre sus recuerdos se encuentran el centenar de cadáveres apilados en una ermita, pero también la "gran armonía y el compañerismo" del Tercio y el buen trato a los prisioneros, con los que, dice, compartían, incluso coñac, tabaco y comida. Al parecer, dice Larraz, si un republicano caía prisionero se encomendaba al destino para tener la suerte de que fuesen los requetés quienes lo retuvieran.

"Ojalá que nunca vuelva a ocurrir otra tragedia fratricida como la que me ha tocado vivir, sufrir y casi morir, por dios por la patria y el Rey. Ahora, al recordar aquellos acontecimientos, no puedo evitar derramar lágrimas", concluye su testimonio.