El decrecimiento es el futuro necesario si queremos hacer frente a esta sinrazón que inunda nuestro presente planetario, que se nos va de las manos si no hacemos un auténtico cambio de valores. Esa idea expresó ayer en el Club FARO el catedrático de Ciencia Política, Carlos Taibo, cuya charla aludía en su título precisamente a eso: "En defensa del decrecimiento".

Presentado por el biólogo y director de Altermundo Manoel Santos, la tesis central de este profesor de ideas nítidas, verbo ágil y discurso a la contra de las verdades oficiales es que no podemos seguir produciendo a costa de los recursos limitados del planeta, de los ciudadanos del Tercer Mundo o incrementando el cambio climático. Uno de los grandes mitos de la economía oficial –afirma– es el del crecimiento. Se dice que el crecimiento genera cohesión social, que facilita el asentamiento de los servicios públicos y que dificulta el crecimiento del desempleo y de la desigualdad. A él le parece que sobran las razones para cuestionar todo esto. El crecimiento económico, dice, no provoca necesariamente cohesión social, y se traduce a menudo en agresiones medioambientales literalmente irreversibles, facilita el agotamiento de recursos escasos que no van a estar a disposición de las generaciones venideras y nos sitúa en un marco de un modo de vida esclavo que nos aconseja concluir que seremos más felices cuantos más bienes consumamos.

¿Porqué tilda de esclavo el modo de vida de la sociedad capitalista neoliberal? Según este profesor, que acaba de publicar en la editorial Catarata "Su crisis y la nuestra" tras aquel anterior "En defensa del decrecimiento", porque nos invita a concluir que vamos a ser más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y más bienes acertemos a consumir. Habla Taibo de tres pilares de esta "sinrazón": el primero es la publicidad que nos obliga a comprar lo que no necesitamos, el segundo es el crédito que nos permite conseguir los recursos aún cuando carezcamos formalmente de ellos, y el tercero es la caducidad, los bienes están programados para que no funcionen en un periodo de tiempo breve.

¿Y cuál sería el "miolo", el núcleo de esta propuesta de decrecimiento? Taibo cree que deberíamos dejar de consumir por un lado, y por otro ejercer presión para que aquellas empresas que se dedican a producir bienes lesivos para la naturaleza dejen de hacerlo. Matizando, la apuesta es en su opinión por cerrar parte de la actividad en industrias como la automovilística, la militar, la de la aviación, la de la construcción o la de la publicidad, por proponer cinco ejemplos. ¿Y qué haríamos con los millones de trabajadores en desempleo de resultas de lo anterior? Pues por un lado colocarlos en una economía social y medioambiental que tiene que crecer y por el otro repartir el trabajo en los sectores económicos que permanecerían sobre el terreno.

Tras la propuesta de decrecimiento hay, según afirmó, una crítica a los efectos negativos del crecimiento. El crecimiento del mundo occidental, dice, se ha traducido en dos circunstancias importantes que tienen que ver, no ya con el crecimiento, sino con el propio capitalismo. La primera nos habla según él de un sistema incapaz de resolver los problemas vitales de la mayoría de los habitantes del planeta. Y la segunda se refiere al despliegue de procedimientos de agresión contra la naturaleza que ponen en peligro la vida de la especie humana. "Con ello no estoy afirmando que en todo momento el crecimiento haya sido un factor negativo", matiza.

¿Trae consigo el decrecimiento un modo de vida más libre? La respuesta de Taibo no tiene duda en su formulación. Según sus palabras, al menos puede traerlo. Nos invita a liberarnos de determinadas ataduras y a ser más conscientes de lo que hacemos. La apuesta de quienes defienden el decrecimiento, explica, es generar un escenario en el que trabajando menos, consumiendo menos y dedicando más tiempo a la vida social, la calidad de nuestra vida se acreciente sensiblemente. O sea acrecentaría el tiempo dedicado a la vida social, en detrimento del consumo, la producción o la competición.