Cada vez quedan menos, pero los expertos en José Otero Abeledo, Laxeiro, (Lalín, 1908 - Vigo, 1996) no descartan que aún pueda haber alguna obra importante del artista aún inédita porque el pintor lalinense fue tan prolífico que es imposible calcular cuántos cuadros componen su legado, pero también porque aún hay quien siente cierto recelo a la hora de permitir que su Laxeiro salga de casa para que sea catalogado, a pesar de que su autentificación y catalogación revalorizaría la obra.

Laxeiro era de "pincel rápido", siempre dispuesto a convertir en arte un espacio en blanco, ya fuera en su estudio o en una reunión de amigos, en mitad de una romería o en el café, donde gustaba pasaba largas horas de tertulia. Cualquier soporte se convertía en un pequeño lienzo improvisado: el reverso de una servilleta, una hoja de cuaderno.... Esta costumbre de Laxeiro de regalar dibujos como quien dedica un autógrafo le convertía, en opinión de los expertos, incluido el crítico y pintor Luis María Caruncho, en su principal enemigo, aunque también contribuyó a incrementar su popularidad. "Quien tiene un dibujo de Laxeiro lo guarda como a joya", afirma.

Caruncho, autor del primer catálogo razonado de Laxeiro, editado este año por la Fundación Barrié de la Maza con motivo del centenario de su nacimiento, reconoce que catalogar la obra del pintor lalinense no es tarea fácil, ya no sólo por su vasta producción artística, sino porque tenía tendencia a retomar obras y estilos pasados. "Hacía dos o tres cuadros con un estilo anterior porque así se lo encargaba un cliente o porque se retomaba a sí mismo: cogía un cuadro que había dejado abandonado tiempo atrás y lo retomaba de nuevo a la manera de hacía diez años" , explica.

Estos saltos dificultan el trabajo del catalogador, que en muchas ocasiones se ve obligado a echar mano de los materiales empleados en las distintas etapas del artista lalinense para clasificar obras de las que se desconocía el año de creación y de las que hoy sólo se puede saber su fecha aproximada. Por ello, las obras están ordenadas en este catálogo por décadas, desde los años veinte hasta los noventa, muchas veces teniendo como referencia el estilo, el soporte o la técnica empleada (pigmentos, empastes, etcétera) en otras piezas ya catalogadas. Así, en la anotación de muchos cuadros, dibujos y obra gráfica aparece como único dato del momento de su creación la década. "En muchos casos hemos tenido que tomar como referencia obras de las que sí sabemos el año para situar otras que por su estilo podrían haber sido pintadas en la misma época", explica el crítico.

Seis años de trabajo ha invertido Caruncho en la realización de esta obra, de más de 600 páginas y que recoge casi 1.500 obras de Laxeiro, entre pinturas y obra gráfica, durante los cuales también se ha encontrado con muchas falsificaciones. "En muchas ocasiones no era nada intencionado. El propietario estaba convencido de que poseía un Laxeiro. Esto demuestra que su obra tenía interés, incluso en vida del artista", afirma el autor del catálogo.

Laxeiro era, ante todo, un gran fabulista, heredero de la pintura negra de grandes maestros de la pintura como Goya y Juan de Valdés Leal, a quienes admiraba profundamente. "Esa tragedia española siempre está en la obra de Laxeiro, pero fue un pintor tan poderoso que realmente ha hecho de todo, hasta figuración, aunque sin duda es el mejor expresionista gallego de todos los tiempos", asevera Caruncho, que añade que también es digno de estar entre los grandes del panorama artístico mundial, aunque matiza que es contrario a las clasificaciones. "Soy enemigo de clasificar a los artistas como si fueran equipos de fútbol. Además, cada vez es más difícil decir qué puesto ocupa cada uno en el panorama internacional porque hay grandísimos artistas en todas partes. Pero sin duda Laxeiro podría enfrentarse sin complejos al mejor expresionista del mundo", añade.

A lo largo de su extensa trayectoria artística e independientemente de que el pintor atraviese etapas en las que se reinvente a sí mismo, Laxeiro tiene etapas austeras de color y otras en las que el colorido eclosiona y figuras humanas muy elaboradas que rayan el realismo. Estos saltos de las tonalidades ocres y uniformes al color más exuberante, de la figura a la abstracción quedan manifiestamente patentes a medida que el lector va avanzando por las páginas de este catálogo, al que su autor considera más una "monografía". "Realmente no es un catálogo razonado puro y duro, porque da a conocer también la cara más humana del pintor, sus señas de artista. No es sólo una catalogación somera de su obra", afirma.