Celso Bugallo desconfía de las personas que no miran a los ojos. Él observa directamente a su interlocutor y enseguida uno se siente atraído por su autenticidad. No sonríe por simple cortesía, huye de las frases o posturas estereotipadas, habla claro y directo. No miente. Prefiere pasar desapercibido. Esa naturalidad asombró a Fernando León, a Amenábar y a Manuel Gutiérrez Aragón cuando le pidieron que participase en sus películas. En todas ellas realizó papeles secundarios, pero siempre brilló con luz propia y llamó la atención de la crítica y el público.

Bugallo (Vilalonga, 1947) acaba de terminar el rodaje de "Cenizas del cielo", de José Antonio Quirós, en la que, por primera vez, encarna al protagonista absoluto de esta historia de lucha ecologista.

El nombre del actor pontevedrés comenzó a escucharse con fuerza tras su estremecedora interpretación de Amador, un parado alcohólico en "Los lunes al sol", a la que luego siguieron otras magníficas en "La vida que te espera" y, sobre todo, en "Mar adentro", donde Bugallo obtuvo el merecido reconocimiento del Goya al Mejor actor de reparto.

Fuera de Galicia, muchos creyeron que Bugallo se asomaba por primera vez, en la cincuentena, al mundo de la interpretación. Pero lo cierto es que llevaba casi treinta años sobre el escenario y que la realidad que destilan sus interpretaciones no es el simple resultado de un talento innato, sino, además, de un trabajo largo y concienzudo.

Su enamoramiento ciego por la escena comenzó cuando, a los 16 años, fue al cine a ver "Rebelde sin causa" y "me quedé impresionado con la interpretación de James Dean. Inconscientemente, comencé a ser actor", asegura.

Pero las circunstancias familiares de Bugallo no iban a hacer nada fácil alcanzar este objetivo. Estudió sólo hasta los diez años, en el colegio de su Vilalonga natal. Su padre, mecánico ajustador, fue encarcelado durante el franquismo y, al quedar en libertad, en los años 50, decidieron emigrar, junto a sus cuatro hermanos, a Bilbao. El niño Celso trabajó en un almacén de género al por mayor, en una tienda de ultramarinos y una carnicería. Tras realizar el servicio militar se instaló con sus padres en Logroño, donde buscaron un clima más adecuado para la salud de su madre. Allí, su padre le consiguió un puesto en la central lechera donde trabajaba.

Celso no había olvidado en ningún momento su deseo de subirse a un escenario y por fin encontró la oportunidad cuando conoció al grupo de teatro aficionado Lope de Rueda, en 1971. "Mi primera maestra, Amparo Ross, me ayudó muchísimo y, además, empecé a leer libros de actuación... me aprendí a Stanislavski al dedillo", recuerda ahora. A los 26 años ya estaba decidido a hacer de la escena su vida y dejó el trabajo de la central, "para enorme disgusto de mis padres". Al poco tiempo montó su propia compañía de teatro independiente, Adefesio Teatro, con la que crearon diversas piezas como "Sire Halewyn", de Ghelderode, o "Ello dirá y sino lo diré yo", sobre textos de Quevedo.

Durante ese tiempo conoció a una chica de Portovo que pronto se convertiría en su mujer y con la que tuvo una hija. Gracias a ella Bugallo regresó a Galicia en 1978. Aquí fundó otra compañía de teatro, Olimpo, y una pequeña escuela de actores. Sin embargo, sentía que Galicia se le quedaba pequeña. "Cada actor tiene sus modelos; yo quise aprender lo mismo que los míos; usar su mismo material, y por eso me decidí a viajar", apunta. Durante doce años vivió en París, donde estudió en la escuela de Marcel Marceau, en Londres, en Nueva York y Gran Canaria. "Compaginaba las horas como mimo en la calle con otros trabajos para mandar dinero a mi familia", relata.

José Luis Cuerda fue el primero en fijarse en su rostro franco. "Estaba en Amsterdam y una amiga me dijo que el director me había visto en una foto del directorio de actores gallegos y me buscaba", relata. Así volvió a Galicia, a finales de los 90, y cumplió su sueño de hacer cine. Tras su papel en "La lengua de de las mariposas" -que por fin convenció a sus padres de sus posibilidades- y otras pequeñas incursiones en "Lena" (Gonzalo Tapia) y "El lápiz del carpintero" (Antón Reixa), llegó su gran oportunidad. De nuevo por azar, por una simple foto, Fernando León llamó a su puerta. "No había visto nada mío, pero mi cara le gustaba para un pequeño papel de cuatro minutos en "Los lunes al sol". Me hizo una prueba y, finalmente, decidió ofrecerme el personaje de Amador". Y acertó. Bugallo realizó una inolvidable encarnación del parado alcohólico cansado de vivir que impactó a todos.

La gran pantalla le abrió una pequeña rendija a partir de ese momento, y Celso la supo aprovechar. Su trabajo no pasó desapercibido para Manuel Gutiérrez Aragón, que le convirtió en Severo en "La vida que te espera" (2003) y, dos años después, Alejandro Amenábar no dudó en ofrecerle el papel del hermano obstinado de Ramón Sampedro, que le valió el Goya al Mejor actor de reparto. "Mi vida cambió mucho desde `Los lunes´; una cosa fue trayendo otra. Estoy contento con mi fortuna, ha elegido mejor que yo", afirma Bugallo.

Tras "La noche de los girasoles", "Salvador" y "Pudor", este año Bugallo volverá a regalar al espectador su interpretación pura en "Totemwakers", de Ibon Cormenzana; "35 días de invierno", de Judith Colell; "El búfalo de la noche", una cinta con guión de Guillermo Arriaga que supone su primera incursión al otro lado del Atlántico; y "Cenizas del cielo", donde se estrena como protagonista.

Mientras llegan los estrenos y los nuevos rodajes, Celso pasea silencioso por las calles antiguas de Pontevedra. Come en una tasca cerca de su casa; toma un vino con los vecinos de siempre; toca la guitarra y entrena la memoria con textos clásicos.

Sencillo, apasionadamente verdadero. Sencillamente, actor.