La nueva ciudad universal del ciberespacio que empezamos a respirar profesa cariño por el libro... digital. No obstante, a pesar de avanzar la descarga de obras por Internet para ver en pantalla, millones de personas siguen con la querencia por el libro de siempre, el de las páginas de papel y tinta. Los tatarabuelos de nuestras obras preferidas son aquellos códices del siglo XII al XV que se escribían a mano y en piel. Son joyas a las que se han sumado otros "clásicos" más modernos acuñados en imprenta. Testimonios de unos y otros se dispersan por Galicia en la Biblioteca Penzol de Vigo, la Real Academia da Lingua en A Coruña, el Archivo de la Catedral de Santiago y la Biblioteca de la Universidad compostelana. Junto con otros centros e instituciones albergan numerosos tesoros no disponibles para cualquiera.

"Esto no sale de la caja fuerte para nada. Sois unos privilegiados", advierte el técnico medievalista del Archivo de la Catedral, Xosé Manuel Sánchez, mientras abre el "Códice Calixtino". El milagro tiene lugar en una sala del Archivo tras haber pasado un sinfín de abrir y cerrar de puertas a través del interior de la Catedral al estilo del Superagente 86.

El "Códice Calixtino" impresiona por su letra carolínea, por estar escrito en pergamino, por presentar ilustraciones en miniatura, por su colorido donde se incluye el pan de oro. Es una obra de arte elevada al máximo exponente. A pesar de haber sido elaborado en el siglo XII -antes del Pórtico de la Gloria- el "Códice Calixtino" (Liber Sancti Jacobi) se conserva en unas condiciones óptimas teniendo en cuenta la delicadez del pergamino. "En el momento en el que le aplicas un poco de calor ves como empieza a cambiar, a ponerse rígido y corre el peligro de romper. La labor que hacemos aquí es controlar la temperatura, la humedad. En principio, no tiene problemas de conservación, porque está en una cámara fuerte, cerrada, aislada", explica un especialista.

El Códice Calixtino

El Liber Sancti Jacobi es una joya única, cuya elaboración está ligada al despegue de la Iglesia de Santiago en la época medieval. "En el siglo XII, con Gelmírez, Santiago tiene un momento de gran apogeo. Es sede metropolitana, legado pontificio...Para sentar esas bases, había que elaborar un códice. En él, se recoge la liturgia de la iglesia (cómo oficiar las misas), los milagros de Santiago, cómo se trajo el cuerpo del Apóstol hasta Galicia, recoge también el "Turpín" -basado en la tradición carolínea- y las etapas de peregrinación".

Las historias que cuentan sus miniaturas entran en la tradición del libro de caballería medieval y, en algunos casos, incluso se adelantan al cómic. Así se aprecia en la cuarta parte. En una página, Turpín, arzobispo de Rennes, va narrando en varias viñetas cómo el Apóstol Santiago se aparece a Carlo Magno para que libere de musulmanes el norte de la península y así facilitar el peregrinaje desde Roncesvalles a Compostela.

Junto a este códice, otras dos joyas reclaman atención en la Catedral: "Tumbo A" y "Breviario de Miranda". Este último es una "muestra del preciosismo de la miniatura de la época bajo medieval" con ilustraciones donde brillan el oro y la plata, donde destacan caras sonrientes de personajes, el dibujo preciso de su barba e incluso de sus cejas.

En el caso del "Tumbo A", cuatro manos distintas lo elaboraron desde mediados del siglo XII hasta el siglo XIII. Denominado también como "álbum de reyes", comienza cada documento con una miniatura de un monarca leonés para, después, explicar las concesiones de cada rey a la Iglesia de Santiago.

Al igual que nuestros libros, presenta marcapáginas y llamadas especiales de atención. La diferencia radica en el preciosismo de los símbolos donde se puede ver hasta un dragón. Otra joya de la antigüedad, se encuentra también en Santiago pero no en la Catedral sino en la Biblioteca de la Universidad. Es el "Libro de Horas" de Fernando I, códice del siglo XI escrito en letra visigótica, repleto de letras capitulares artísticas y miniaturas maravillosas llenas de color así como de luz.

Con más juventud pero enorme importancia, la Real Academia da Lingua (RAG) dispone en A Coruña entre sus ricos fondos -más de 50.000 volúmenes y unos 15.000 folletos- de la "Biblia Políglota Complutense" del año 1517 un ejemplar "raro" del que no quedan muchos, así como la "Descripción del Reyno de Galicia" de 1551.

Esta biblioteca, además, cuenta con otros volúmenes de incalculable valor aunque no hayan sido escritos a mano ni posean tantos siglos de antigüedad. Son las primeras ediciones de clásicos de la literatura gallega como "Cantares gallegos" (1963), "Follas Novas" (1880) o "Queixumes dos Pinos" (1886). En el caso de las obras de Rosalía de Castro, sorprende que las primeras ediciones que faltan en la Casa Museo en Padrón se muestren en la Real Academia donde también poseen el epistolario entre la poetisa y Murguía.

La aportación privada

Las joyas bibliográficas gallegas se encuentran también en otros espacios como los restantes archivos de las catedrales gallegas, monasterios, el Museo de Pontevedra, el Museo Massó de Bueu con sus incunables o el Museo do Pobo Galego. Este último, explica su director, Carlos García Márquez, cuenta con unos 60.000 libros procedentes de cesiones y de bibliotecas particulares como las de Fermín Bouza Brey, Antonio Fraguas o Xaquín Lorenzo. Precisamente, la riqueza de las bibliotecas públicas se debe, en buena parte, al altruismo de familias e individuos que cedieron fondos para toda la ciudadanía. Un ejemplo es la riqueza bibliográfica de la Casa da Cultura Galega en Vigo.

En ella, se encuentra por un lado la Biblioteca Penzol, con más de 20.000 volúmenes, exclusiva para investigadores y con fondos estrictamente gallegos. Por otro, la del propio Francisco Fernández del Riego, de carácter universal pero también con las primeras ediciones de autores autóctonos con los que mantenía relación el propio del Riego.

"Eu naquela época, explica, era amigo persoal de Castelao como era de Otero Pedrayo, Risco... Eu admiraba moito a Castelao, Risco. Sabía que as súas obras ían ter un significado no futuro. Recordo perfectamente a edición de `Retrincos´ de Castelao con ilustración de Maside da que eu correxín as probas primeiras". De esta manera, del Riego dispone de obras de Castelao publicadas en la Editorial Nós, así como las primeras ediciones de "Sempre en Galiza", "As cruces de pedra na Galiza", "Un ollo de vidro" ou "Os vellos non deben de namorarse". Todas ellas, como no, guardadas en una caja fuerte.