Robert Altman, fallecido el 20 de noviembre de 2006 en Los Ángeles, presentó en febrero de ese mismo año en el Festival de Cine de Berlín su película "El último show", una obra en la que, entre actores como Meryl Streep, Lily Tomlin o Woody Harrelson, la muerte pasea con gabardina blanca con el rostro de Virgina Madsen.

Su discreto paso por la taquilla estadounidense ha negado una resonancia a su última obra como la que tuvo "Eyes Wide Shut", la película póstuma de otro monstruo sagrado del cine, Stanley Kubrick, que culminó la expectación levantada por su pareja protagonista -Tom Cruise y Nicole Kidman-, su contenido sexual y su larguísimo rodaje -casi tres años de filmación- con la muerte del director de "La naranja mecánica".

La cinta, que se estrenó en 1999, dividió al público ante su descenso al truculento mundo de las fantasías sexuales, en el que las obsesiones del cineasta -entre ellas también la muerte- se desarrollaban de manera más críptica que nunca.

El realizador polaco Krysztof Kieslowsky, por su parte, tras fantasear en "Blanco" con la historia de un hombre que finge su muerte para comprobar la reacción de su amada, falleció en 1996, poco después de cerrar su trilogía cromática con "Rojo".

Conocido en el Hollywood clásico como "el director de las mujeres", George Cukor, radicalizó su propio apelativo en su última película, "Ricas y famosas", en la que reunió a Jacqueline Bisset y Candice Bergen para radiografiar el universo femenino con un lenguaje, el de 1981, que se desmarcaba de la comedia clásica que había abordado en "My fair lady" o "Historias de Filadelfia".

Como él, otros grandes directores optaron por darse una última concesión en el fin de sus carreras. Tal es el caso de John Ford, maestro de un género tan viril como el western, que, tras rodar "El gran combate", posicionada a favor de los indios, ofreció en su canto de cisne, "Siete mujeres", una alegoría feminista con Sue Lyon y Anne Bancroft.

El aragonés Luis Buñuel no dejó de innovar en "Ese oscuro objeto de deseo", un caso atípico en la cinematografía mundial en el que se permitió el capricho de usar a Carole Bouquet y Ángela Molina indistintamente para el mismo papel.

John Huston aúna ambas tendencias, pues se despidió del Séptimo Arte rodando en 1987 una adaptación de "Los muertos", de James Joyce, que, titulada en España "Dublineses", reflexionaba sobre el paso del tiempo y los recuerdos.

Tras iniciar su carrera en los cuarenta y realizar películas célebres como "El tesoro de la Sierra Madre" o "La Reina de África", cerró su trayectoria con este film de amplio contenido intelectual y que dio a su hija Angelica el Oscar a la mejor actriz secundaria.

Sin embargo, el director no vivió para verlo.

El propio Huston rodó en 1961 una película considerada "maldita", "Vidas rebeldes", que supuso el estertor final de sus protagonistas: Montgomery Clift -muerto cuatro años más tarde-, Marilyn Monroe -que falleció un año después- y Clark Gable -que sufrió un ataque al corazón al finalizar el rodaje-.

Otros actores que solaparon su muerte con el último toque de claqueta fueron Henry Fonda -que no pudo recoger en 1981 su único Oscar por "En el estanque dorado"- y Peter Finch, que también fue premiado en 1976 por "Network, un mundo implacable", en la que mostraba su suicidio ficticio poco antes de que falleciera en la vida real.

Richard Farnsworth se quitó la vida en 2000, pocos meses después de optar al Oscar por "Una historia verdadera", de David Lynch, que le había hecho popular a sus 80 años.

Muertes más prematuras fueron las de Massimo Troisi, que optó al Oscar cuando ya había fallecido por "El cartero y Pablo Neruda" en 1995, y, sobre todo, James Dean, que, muerto el 30 de septiembre de 1955, ostenta un curioso récord al optar al Oscar póstumamente dos años seguidos, por "Rebelde sin causa" y "Gigante", respectivamente.

En España, Joaquín Jordá recibió en 2006 el Premio Nacional de Cinematografía, escasos meses después de su desaparición y cuando todavía no había estrenado "Más allá del espejo" que, además de optar al Goya al mejor documental, narraba la evolución de su enfermedad.

Pilar Miró falleció en octubre de 1997, el mismo año en el que se llevó el Goya a la mejor directora por "El perro del hortelano", que acumuló un total de siete galardones en una ceremonia de cuya realización se encargó ella misma.

La funesta tradición se prorrogó el año siguiente, puesto que Ricardo Franco, tras alzarse como ganador con "La buena estrella", murió antes de que se estrenara su siguiente filme, "Lágrimas Negras".