Cuando María Pérez llegó a Caracas el 12 de enero de 1958 a bordo del Begoña, tras diez días de travesía por el Atlántico, se encontró con un país por conocer y más miedo por el futuro incierto que por las penurias que dejaba atrás. "Entonces, no había ninguna asociación de ayuda a emigrantes. Si conocías a algún vecino, te prestaba dinero mientras no trabajabas y, después, buscabas trabajo limpiando baños, escaleras de edificios... Si hubiera habido una asociación, hubiera sido distinto", recuerda esta emigrante gallega retornada.

Medio siglo después, Galicia camina hacia la metamorfosis. Según la revisión del padrón de 2006, se contabilizan un total de 73.756 inmigrantes, 51.000 más que seis años atrás. El movimiento asociativo de los extranjeros también crece. Más de 30 colectivos en la comunidad contabilizados por el Centro de Estudios da Poboación e Análise das Migracións (CEPAM), de los que se estiman unos 6.000 socios en total.

Entre los colectivos con mayor número de miembros se encuentra la Asociación de Integración Galego-Brasileira que cumplirá cuatro años en mayo y que ahora cuenta con 515 miembros frente al centenar del comienzo. Desde que esta asociación se creó en Vigo, la ciudad conoce un poco más la cultura de estos nuevos vecinos, su capoeira, su música...

Especialistas en asociacionismo e inmigración alaban este tipo de iniciativas aunque con matices. "Los colectivos tienen que ser asociaciones puente. Lo que realmente ayuda a la integración son las asociaciones mixtas con inmigrantes y personas de la sociedad de acogida", señala Guillermo Fernández Obanza, secretario de Ecodesarrollo Gaia, de A Coruña.

El propio Obanza reconoce que la integración es difícil. "Nos tienen que querer. La inmigración es un drama y tenemos que procurar que eso no acabe en tragedia", aclara. La mejor manera de hacerse querer es ayudando a los inmigrantes (la mayoría de los beneficiarios de Ecodesarrollo Gaia son senegaleses y sudamericanos) facilitando ropa, formación o asesoramiento laboral y jurídico.

Sin embargo, toda ayuda es poca para alguien que "llega solo. Les cuesta mucho dejar a su familia", explica Ruth Fernández, secretaria de la Asociación para la Promoción Social e Intercultural Gondwana en Santiago de Compostela. Para restar dolor a los días, los miembros de este colectivo procuran celebrar juntos fechas señaladas. "El Día de la Madre, en Reyes... nos reunimos y cada uno lleva un plato típico de su país para compartir".

El gusto por "compartir"

Precisamente, las organizaciones de inmigrantes se caracterizan por "compartir" como es el caso de la Asociación Marroquí de Pontevedra, creada en 2003. Su presidente Mustapha Elabboubi explica cómo los socios facilitan cursos de árabe gratis para gallegos; organizan partidos de fútbol para adultos y niños que aúnen a los dos pueblos (el marroquí y el gallego) y ofrecen degustaciones de productos del país. La próxima, a finales de este mes, con el punto de mira en la "integración" y en un mejor entendimiento. Atrás quedan momentos tensos como el de hace un año con motivo de la puesta en marcha de la mezquita en Vilaboa y el rechazo de algunos vecinos. "Tuvimos problemas pero, al final, nos pidieron perdón. Nos hicieron daño y no queremos que vuelva a suceder. Ahora, vivimos con ellos sin problema, con integración".

Para conocerse mejor, la asociación Madres Latinas impulsa un proyecto de intercambio de familias en Vigo. "La palabra acogida no nos gusta, preferimos el intercambio. Por eso, los fines de semana, hacemos intercambios de familia. Vamos a comer a casa de gallegos y otro fin de semana ellos van al hogar de una familia latina llevando cada uno platos de su país y, siempre, con niños afines, teniendo en cuenta su perfil". Así, conociéndose, se evitan que las diferencias de acento, color de piel o procedencia se salden con "empujones, burlas, violencia o palabras duras que no quiero decir", resalta la presidenta de este colectivo, Luisi Motta León.