El deseo de morir de Echevarría se cumplió ayer en el Hospital San Juan de Dios, al que fue trasladada horas antes desde el San Rafael -gestionado por la orden religiosa San Juan de Dios- , donde se le retiró el respirador, con lo que acabó su larga y polémica lucha, en la que se han confrontado términos legales, éticos y religiosos.

Mientras una veintena de íntimos amigos despedían a Inmaculada en un tanatorio del cementerio de San José de Granada, las reacciones sobre su muerte se sucedían en cadena y se reabría el debate sobre la eutanasia, a pesar de que la mayoría de las opiniones rechazaban que su caso pudiera achacarse a esta práctica.

No es una de ellas la del Arzobispo de Toledo y Cardenal Primado de España, Antonio Cañizares, quien lamentó y rechazó la consumación de lo que consideró una "acción de eutanasia o suicidio asistido".

El también vicepresidente de la Conferencia Episcopal señaló que esta muerte es uno de los "hechos dolorosos que estos días nos hacen sufrir a todos y que denotan una situación social en España que debemos superar, si no queremos conducirnos por derroteros de quiebra de humanidad y moral".

Sin embargo, la directora de la Cátedra de Biojurídica y Bioética de la Unesco, María Dolores Vila-Coro, defendió el "derecho" de Inmaculada a rechazar la ventilación mecánica que la mantenía con vida y alegó que lo contrario sería incurrir en una "obstinación terapéutica".

José Miguel Serrano Ruiz-Calderón, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense, invitó a quienes condenan el caso de Echevarría a que se pregunten cuál habría sido su reacción si la paciente hubiera denegado desde el principio ponerse un respirador, mientras que la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) aseguró que el caso "abre la puerta a otros enfermos que quieran exigir sus derechos dentro de los límites que marca la ley".

El médico especialista del área de Neumología del Hospital Clínico de Granada, de quien dependía la unidad de ventilación mecánica que mantenía artificialmente con vida a Inmaculada, dijo que es "frecuente" asistir la muerte del paciente, lo que supone "aliviar, no producirla".

El facultativo Germán Sáez dijo que este caso no es excepcional porque es "habitual" que pacientes en proceso terminal e irreversible de su dolencia rechacen el tratamiento, si bien Inmaculada presentaba la particularidad de que "no podía quitarse por ella misma el respirador, sino que dependía de que lo desconectasen terceras personas".

Respecto a las reacciones entre la clase política, el presidente andaluz del PP, Javier Arenas, admitió la "dificultad y complejidad" del caso de la muerte de Inmaculada, aunque matizó que no se está "ante un caso de eutanasia".

Por su parte, el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, dijo hoy que el traslado de Echevarría del Hospital San Rafael de Granada, gestionado por una orden religiosa, al de San Juan de Dios, dependiente del Servicio Andaluz de Salud y donde falleció, se debió a una decisión del Vaticano.

Aseguró que los hermanos de la orden de San Juan de Dios, que gestionan el hospital San Rafael de Granada donde Echevarría permaneció los diez últimos años de su vida, "dieron la autorización para que le retiraran el ventilador en este centro, y así lo habían comunicado".

Los restos mortales de Inmaculada, quien pasaba la mayor parte del tiempo leyendo y deseando morir sin dolor como asegura una amiga suya, serán incinerados y sus cenizas, si se cumple su última voluntad, serán esparcidas en la costa de Pontevedra donde, según dijo un amigo suyo, fue "más feliz".