Redacción/Agencias / vigo/madrid
Tras una agonía de dos años, "la más grande" de la canción española, Rocío Jurado, perdió su ardua lucha contra el cáncer de páncreas. A las cinco y cuarto de la madrugada de ayer, su vida se diluyó tras caer en un coma profundo. La cantante murió a los 61 años en su casa de La Moraleja rodeada de los suyos. La noticia conmovió a miles de personas, que se acercaron al Centro Cultural de la Villa de Madrid y a la casa de la cantante en Chipiona. Después de una semana de sufrimiento, y tras entrar en coma, según confirmaba su médico personal Alejandro Domingo, Rocío Jurado fallecía como consecuencia del cáncer de páncreas que padecía desde hacía casi dos años.
El 17 de septiembre de 2004 hacía pública su enfermedad y se trasladaba a la clínica Anderson de Houston. El 11 de diciembre, la cantante, con doce kilos menos, regresó a Madrid. Así, fue alternando sus estancias en España con visitas periódicas al centro estadounidense hasta que el 23 de enero de este año fue sometida a una pequeña cirugía para corregirle una arteria que le causaba fuertes dolores abdominales. Pero sufrió una fuerte reacción alérgica que la obligó a ingresar en la UCI y que la debilitó seriamente. Los médicos autorizaron el 23 de marzo su regreso a España, donde ingresó en el Montepríncipe de Madrid, donde pasó numerosos altibajos. Tras salir el 8 de abril, fue de nuevo ingresada el 19 de ese mismo mes. Once días después, hizo su último traslado a su casa.
La artista murió rodeada de sus familiares, "como ella quería, tranquila y sin grandes angustias", según su hermano y representante Amador Mohedano a las seis de la mañana a la puerta del domicilio familiar, en donde el cadáver era velado por su esposo, José Ortega Cano, y su hija Rocío Carrasco, junto con el resto de familiares más cercanos.
Jurado había recibido la "bendición papal" y "comulgado con frecuencia en los últimos días", señaló el sacerdote Jesús Haro, amigo de la familia y que participó en el enlace matrimonial entre la cantante y el torero en la finca sevillana de Yerbabuena el 17 de febrero de 1995.
"La familia hemos querido exponerla para que todo aquel que quiera le haga su última despedida. Luego viajaremos a Chipiona, donde también le haremos, en el santuario de la Virgen de Regla, un homenaje", explicó Mohedano.
El furgón con sus restos mortales salió a las nueve y media de la mañana de su domicilio particular, escoltado por seis motoristas de la Policía Municipal de Madrid, y la capilla ardiente quedó abierta al público en el recibidor del Centro Cultural de la Villa a las 11.50 horas y se cerró a las ocho menos diez de la tarde, momento en el que salió toda la familia para Chipiona.
Por la mañana, en el teatro municipal, José Ortega Cano y Amador Mohedano, que llegaban acompañando el féretro, junto a Rocío Carrasco y Fidel Albiac, eran recibidos con una ovación del público. Allí se encontraron con el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, que minutos antes anunciaba que Madrid tendrá una calle con el nombre de la Jurado. Por su parte, la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, comunicaba que "se le rendirá un gran homenaje" y se pondrá su nombre a un colegio.
Junto al féretro, cubierto por las banderas de Andalucía y de España, se colocaron coronas de flores blancas. Ortega Cano, vestido totalmente de negro, se situó junto a su madre, Juana Cano, a un lado del féretro. Destrozado, el torero recibió a los amigos, con los que se fundió en múltiples abrazos. Al otro lado se colocaron una desencajada Rocío Carrasco -que no dejó de llorar- y su novio Fidel Albiac, quien trató de consolar a la única hija del matrimonio entre Rocío Jurado y Pedro Carrasco, y que ha perdido a sus padres en apenas cinco años.
Además, en la Plaza de las Ventas se guardó un minuto de silencio antes de comenzar la penúltima corrida de la Feria de San Isidro.