Aunque los españoles viajan ahora más que nunca y, por tanto, les gusta más leer libros de viajes, todavía son pocos los escritores de oficio que se han acercado a este territorio literario, "quizás porque en este país algún medio crítico o académico lo considera un subgénero, lo cual es una estupidez".

Así lo comenta, en una entrevista, el escritor Javier Reverte (Madrid, 1944), que esta semana se ha "estrenado" como profesor en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) donde ha tratado de contagiar a sus alumnos sus pasiones: los libros y los viajes.

El hecho de viajar y la literatura comparten "muchos elementos semejantes" porque en ambos casos suponen una "aventura a lo desconocido" por "caminos que no están creados", según Reverte, quien también encuentra en la lectura un componente de creación que lleva a la complicidad con el autor.

Así al menos le sucede al autor de novelas como "Todos los sueños del mundo" o "El penúltimo día", quien disfruta de esa complicidad con los que llama "mis amigos de los anaqueles": sus escritores preferidos cuyo lenguaje y manera de ver las cosas "me hace sentirlos al lado".

Entre estos "amigos", Homero, Cervantes y Shakespeare ocupan un lugar destacado en las estanterías de Javier Reverte, porque "son los grandes" y "no ha habido otros a su altura".

Se trata de los mejores exponentes de la capacidad para crear un personaje ("El Quijote"), de convertir todas las leyendas del pasado en una "inmensa fábula" cargada de simbolismo, aventuras y expresividad ("La Odisea") o de inventar lo humano y colocar en personajes las grandes pasiones, en el caso de las obras de Shakespeare.

El Reverte escritor confiesa que, en muchas ocasiones, a él es el género quien le escoge y le gusta que sea así, como en el caso de "El médico de Ifni", su próxima novela que publicará en otoño y que ha situado en las antiguas colonias españolas del Sáhara Occidental de los años 60 y en los actuales campamentos de Tinduf.

Reverte también reflexiona sobre el periodismo y cita a Hemingway: "Es una gran profesión, a condición de dejarla a tiempo", porque se trata de una actividad "estresante", en la que "el reporterismo ha muerto".