Linda revolotea contenta en el jardín del Hogar Santa Isabel. Acaba de cumplir dos años y siempre ha vivido en este centro de Vigo. Le llaman cariñosamente "la cotorra" porque, en cuanto toma a su interlocutor un poco de confianza, le habla sin parar y pide juegos zalamera. Ni siquiera imagina la dura historia que llevó a su madre, dos años antes, a pulsar el timbre de este lugar en busca de ayuda, con ella en brazos, tras un duro viaje en patera y sin saber ni una palabra de español.

Las cinco religiosas de la congregación Siervas de la Pasión, que regentan esta institución, conocen muchas historias como la de la nigeriana Joy. Desde 1975, cuando se fundó este centro en la ciudad, han pasado 652 mujeres, embarazadas o con niños menores de dos años, por su casa. La ciudad les entregó el pasado fin de semana un premio por su labor, la "Sardina de oro".

Cuando las madres cruzan el umbral del Hogar Santa Isabel, inician el camino hacia una nueva vida. Para ello, cuentan con la ayuda de una psicóloga, una educadora social y una maestra. El objetivo final es lograr su inserción sociolaboral.

"Lo primero que hacemos es gestionar las necesidades sanitarias de la madre que llega embarazada y, si ya ha tenido el hijo, de ambos", relata Olalla Pérez Molares, educadora social del centro. Después, trabaja individualmente con cada madre para elaborar un proyecto de inserción que consta de una serie de medidas como la búsqueda de posibles ayudas económicas, de un trabajo, obtención de documentación básica o cursos de formación. "La mayoría de las madres tienen estudios primarios, por lo que les proporcionamos clases de alfabetización y de cultura general, además del idioma a las madres extranjeras", indica la educadora.

La idea es que se integren en la vida del barrio y que no se queden recluidas en la residencia. Por ello, los profesionales tratan de utilizar los recursos cercanos. "Las chicas embarazadas acuden a clases de preparto con otras jóvenes del barrio. También les animamos a que se apunten a cursos que ofrece el Centro Social y a que entren en Internet en el Centro Cívico. Necesitan evadirse un poco, porque todas tienen una situación muy dura", destaca Olalla.

Las normas básicas

La vida en la residencia exige el cumplimiento de unas reglas básicas de convivencia. Cada madre tiene asignadas unas tareas de limpieza o cocina y debe respetar los horarios que plantean las religiosas. El móvil está prohibido por la noche y se pide silencio para que los niños tengan un descanso adecuado. Los domingos, las mujeres que lo desean pueden acudir a la misa que se celebra en la capilla del recinto, aunque no es obligatorio para ninguna de ellas.

El edificio cuenta también con una guardería a la que asisten los hijos de las residentes y que también está abierta a los niños de la zona. Esta es una de las fuentes de ingreso de la institución. También cuenta con la colaboración del Servicio Galego de Igualdade, de la Xunta de Galicia y de la Diputación de Pontevedra, además de los donativos de particulares. Sin embargo, no es suficiente. "Las madres llegan sin nada y los gastos de los bebés son altos", advierte la educadora social. Además, en estos momentos están realizando obras para mejorar las instalaciones y ampliarlas.

En la actualidad, el centro tiene capacidad para 12 madres con sus hijos. La mayoría de ellas son inmigrantes a la espera de formalizar su situación.

Joy abandonó hace dos años y medio Nigeria. Una patera le llevó de Marruecos a Algeciras y, al poco tiempo, se quedó embarazada. Con su hija Linda en brazos comenzó una difícil vida en España sin conocer el idioma. Por medio de Cruz Roja ingresó en el Hogar Santa Isabel. "En mi país no teníamos para comer y es muy difícil trabajar y estudiar. Mi hija tendrá una buena educación", dice. La pequeña Linda acaba de cumplir 2 años. Ese es el momento límite para seguir en esta institución. Ya tiene un contrato y, próximamente, se mudará a la casa donde trabaja como asistenta. La venezolana Bélgica, de 21 años, acaba de tener a su hija Elisabeth y también reside en la institución. "Salí de Venezuela en busca de una vida mejor. Ha sido todo muy duro y más aún desde que me quedé embarazada", relata. Su objetivo es encontrar un trabajo, ahorrar lo suficiente para independizarse, dar una buena educación a su hija y, con el tiempo, regresar a su país, que siente como su "verdadero hogar".