Lunes. Ocho y media de la mañana. Noa Pazos llega al Hospital Xeral de Vigo con la sonrisa fresca y la bata inmaculada. Se la ve satisfecha, sin miedo ante la larga jornada que se le viene encima. Y es que, a su horario habitual (de 08.30 a 15.00 horas) se le añade hoy la guardia, por lo que no se quitará el atuendo blanco hasta cerca de las once de la mañana del día siguiente. Aunque Noa no reniega de su papel de médico en ningún momento. Desde niña tuvo claro que su vida estaría cerca de los enfermos, las radiografías, los análisis y el inseparable estetoscopio. Le hacemos una propuesta: pasar una jornada completa a su lado para conocer de cerca el trabajo de un MIR (Médico Interno Residente).

Noa Pazos Otero tiene 29 años. Comienza ahora el quinto de MIR en la especialidad de Medicina Interna. Es, según la jerga médica, una "R mayor", un rango que le convierte en "maestra" de los "R pequeños" (los de primer y segundo año). En total, Galicia cuenta en estos momentos en sus centros sanitarios con 1.100 MIR, 234 en el área sanitaria de Vigo. El género se impone en esta profesión y las mujeres ganan el pulso. Actualmente, la Facultad de Medicina de Santiago forma a 1.826 alumnos, de los que 1.359 son mujeres y 467 hombres. Hace años el porcentaje era inverso, por lo que todavía actualmente la mayoría de los puestos de mando en los hospitales tienen nombre masculino. Pero el cambio es inevitable.

Durante cuatro o cinco años, según la especialidad elegida, estos jóvenes médicos completan la formación mayoritariamente teórica de la facultad y se sumergen de lleno en la esencia de su carrera: los enfermos. Algunos no soportan el choque con la realidad: la muerte, el sufrimiento y el dolor, pero la mayoría confirma su vocación. Un médico veterano les acompaña durante todo este periplo y de él dependerá, en gran medida, su forma de entender este trabajo.

Noa recorre este camino de la mano del doctor César Martínez Vázquez. "Es una médico sensible, lo que es una virtud si no se cae en el exceso; rigurosa y entregada y con buen feeling con los pacientes: será una muy buena profesional", describe el médico a su pupila.

La jornada de Noa comienza en el salón de actos del Xeral, donde se celebra una sesión clínica. Aquí, todos los miembros del departamento analizan, dos veces a la semana, algunos casos complicados y comentan las últimas publicaciones sobre el tema. Una o dos veces al mes los MIR deben realizar alguna de estas presentaciones, "una parte teórica también importante para la formación continua del médico", apunta el doctor Martínez. Hoy es el turno de Ana, que expone un estudio sobre el consumo de cocaína; el último que presenta como MIR, por lo que el aplauso final tiene un significado más emotivo.

Tras la presentación, la Unidad se divide en grupos compuestos por un médico adjunto, un residente mayor y uno pequeño. Cada equipo se encarga de un número determinado de enfermos en la planta.

09.00 horas. Planta 11. Noa, Gabriel Romero (R2) y el doctor Martínez forman un equipo bien avenido. Antes de pasar a ver a los enfermos de la planta se reúnen en un despacho para estudiar los resultados de las últimas pruebas realizadas a cada uno de sus pacientes y comentar los posibles diagnósticos. "Los pacientes critican que pasamos con ellos sólo unos minutos, pero también hay que tener en cuenta todo este tiempo que tratamos su caso sin estar delante de ellos", advierten.

Ictus isquémico, leucoencefalopatía tóxica, oftalmoplejía internuclear, endiocarditis... La jerga médica deja a los "intrusos" fuera de juego. El médico plantea posibles soluciones para cada paciente y pide nuevas pruebas (ellos mismos llaman a los laboratorios para acelerar los procesos, un gesto simple pero efectivo). Noa, discreta, aporta sus opiniones.

A las 11.00 horas, los nombres impronunciables adquieren rostro. Los tres médicos realizan la visita a sus once pacientes y traducen con dulzura los términos a los involucrados. "Algunos ves desde el principio que no quieren saber la verdad; hay que ser cautos y hablar antes con los familiares", aconseja el doctor. Noa sufre con algunos casos que ellos saben perdidos, como el de una metástasis pericárdica que atienden hoy. Aún así, supera su emotividad y asoma su parte científica. "Es un caso interesante para rayos", sugiere.

Después de visitar a los enfermos, entre los que hay casos tan variados como cáncer, drogas, problemas pulmonares o infecciones de la piel, Noa y Gabriel comienzan "la parte más aburrida de este trabajo", que consiste en rellenar los múltiples formularios para pedir nuevas pruebas para los pacientes.

Tras un breve café, son casi las tres. Hoy Noa come en el hospital para empezar, a las 16.00 horas, su turno de guardia, que realiza en Urgencias. "Esto poco tiene que ver con las series de televisión en las que los pacientes entran por la puerta e inmediatamente se realizan un montón de pruebas y se les diagnostica. La realidad es mucho más lenta", comenta risueña. "Aunque, la verdad, tengo poco tiempo para ver la tele", admite.

Esta será una guardia de las "especialmente moviditas" ya que, además de ver a numerosos enfermos que llegan con afecciones como hemoquisis (sangre por la boca), problemas pulmonares, infecciones o insuficiencia cardíaca, algunos de sus pacientes de planta sufren recaídas. Noa recorre pasillos, palpa cuerpos, lanza sonrisas, sube y baja pisos... Toda una atleta de hospital. A las 03.30 horas consigue ir a descansar, pero a las 04.00 vuelve a sonar, impertinente, su busca. A las 06.30 todo parece más calmado y consigue dormir hasta las 08.30 h. Desayuna y acude, de nuevo, a la reunión de la mañana con el adjunto y Gabriel. "Hoy no soy capaz de hacer la visita", admite la joven. No tiene que hacerlo, es voluntario, pero le apena abandonar la planta 11.