Condes, duques y marqueses. Sus nombres recuerdan tiempos pasados de vasallos y señores, de feudos y palacios. Actualmente la nobleza disfruta de unos privilegios casi exclusivamente protocolarios. Los poseedores de los títulos nobiliarios trabajan para vivir, compran en los grandes almacenes, viven en pisos, van al cine y a recoger a sus hijos al colegio. En definitiva, pasan desapercibidos por la mayoría de sus vecinos. Sin embargo, algunos de ellos conservan un aire de grandeza, una mirada noble o un pazo de ensueño que ayuda a imaginar a sus señoriales antepasados.

Hoy en día todavía subsisten unos ciento cuarenta títulos nobiliarios relacionados con Galicia, de los que el 60 por ciento se mantienen activos, pero solamente un 22 por ciento de los poseedores actuales residen en nuestra comunidad, según explica Carlos Acuña, vicepresidente de la Comisión de Heráldica de la Xunta de Galicia y presidente de la Asociación de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria de Galicia. De hecho, los títulos más importantes de Galicia los posee la Casa de Alba, como son el condado de Lemos, el de Ribadavia o Salvaterra.

Los títulos más abundantes en Galicia son los de marqués y conde, aunque también viven algunos duques, el título de mayor rango, como el Duque de Atrisco, el de Arjona, Fernán Núñez o el Duque de Franco, que se concedió a Carmen Franco Polo en 1975.

La mayoría de los nobles gallegos residen en las principales ciudades de la Comunidad. En Vigo se encuentran en estos momentos los condados de Torrecedeira y Villardefuentes; la Baronesa de Griñó y las marquesas consortes viudas de Valladares y de Mos. En A Coruña, por su parte, son siete los títulos nobiliarios que residen: los marquesados de Almeiras, Atalaya, Figueroa y Loureda y los condados de Fenosa, Pardo Bazán y Priegue.

La mayor parte de los que poseen estos títulos aseguran que no les afecta para nada en sus vidas cotidianas, y que jamás se han sentido tratados de forma diferente por tenerlos. "Se espera de nosotros que actuemos con seriedad y con bondad", afirma Felipe Bárcena, Conde de Torre Cedeira, que trabaja como zoólogo. Este es un sentimiento común entre las personas ennoblecidas; que el título implica una cierta responsabilidad en su comportamiento. Y es una actitud que tratan de transmitir a sus descendientes.

Felipe Bárcena es un hombre afable, sencillo y perspicaz. Conserva un hermoso pazo en Galicia, el de Noia, donde reside los fines de semana. "Me cuesta mucho mantenerlo, pero es una pena que desaparezcan", opina. También está ligado, como indica su título, al pazo de Torre Cedeira, aunque en este caso se trata de una propiedad compartida por más familiares. Bárcena, un enamorado de los animales y la naturaleza, reside en Vigo junto a su mujer, Rosa de Labra y Morán. "Actualmente el poseer un título nobiliario no nos diferencia de nadie; tan sólo persiste el derecho de ser tratado con el tratamiento que te corresponde", explica.

El citado tratamiento es el de Excelentísimos Señores, para aquellos títulos que poseen la dignidad de Grandes de España, y de Ilustrísimos Señores para los demás. A parte de esto, los títulos no poseen hoy en día más privilegios. El último, la titularidad de Pasaporte Diplomático por parte de los Grandes de España, fue suprimido en 1984.

El orgullo familiar

Pero la máxima importancia que los poseedores de los títulos nobiliarios dan a este hecho se centra especialmente en el cariño que despierta una herencia familiar. Felipe Bárcena relata la historia de su bisabuelo, primer poseedor del título. El título del condado de Torre Cedeira fue concedido por la reina regente María Cristina a Manuel Bárcena y Franco en 1890, comendador de la Orden de Carlos III. Manuel Bárcena fue alcalde de Vigo, senador por la provincia de Pontevedra y fundador de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Vigo y "contribuyó al embellecimiento urbano, levantando edificios como el de la Caja de Ahorros y el que fue albergue del Hotel Moderno".

El I Conde de Torrecedeira nació en Vigo en 1834. De su matrimonio con Dolores de Andrés-García, nacieron tres hijos y una hija. El primogénito, Manuel, sucedió en el título al fallecer su padre. Este segundo conde fue cónsul de Inglaterra en Vigo y primer presidente del Real Club Celta. Se casó con Obdulia de Castro y Montenegro y tuvieron doce hijos. El mayor, Manuel, se convirtió en el III Conde.

Manuel Bárcena de Castro, ingeniero militar, falleció en Torrecedeira sin haber tenido hijos de su matrimonio con Mercedes Íñiguez y Galíndez. Cuatro años más tarde obtuvo la carta de sucesión en el título su hermano Felipe Bárcena de Castro, IV Conde de Torre Cedeira, padre del actual poseedor del título, Felipe Bárcena y Varela de Limia, desde 1985, primer presidente de la Asociación de Amigos de los Pazos.

Elisa Isabel Crespo Montenegro, marquesa viuda de Valladares, también concede a su título, exclusivamente, este "cariño histórico". Tras la muerte de su marido, es su hijo Jorge el que posee el título. "Era casi un niño cuando lo heredó y nunca le dimos en casa mayor importancia; es algo que heredas, pero el mérito no es tuvo. Tan sólo hay que llevarlo con dignidad", relata Elisabel. Confiesa que tampoco a ella le "impresionó" nunca el que su marido fuera marqués cuando le conoció. "Era un hombre normal, que se desplazaba en moto para trabajar en su fábrica de cerámicas...". Sólo recuerda una ocasión en que disfrutó de su condición noble: "Cuando fuimos invitados a la boda de la infanta Pilar en Lisboa. Vimos a muchas personas de las casas reales y fue una experiencia muy agradable", asegura.

Los títulos nobiliarios son otorgados por el Rey. En la Edad Media se concedían por méritos en el campo de batalla o por importantes donaciones, pero actualmente se basan en los méritos intelectuales o empresariales. Hasta 2006, Juan Carlos I ha otorgado una veintena de títulos de nobleza, entre ellos el ducado de Suárez al ex-presidente del gobierno Adolfo Suárez, o el marquesado de Iria Flavia para a Camilo José Cela.

Históricamente, existía preferencia masculina a la hora de suceder en un título nobiliario. Hoy la igualdad ha llegado también a la nobleza y desde hace un año los títulos son heredados por el primogénito, independientemente de su sexo, una iniciativa muy bien acogida por los nobles. "Todos tenemos que adaptarnos a los nuevos tiempos y es lo justo", apuesta Javier Albo Quiroga, Conde de Villar de Fuentes.