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FARO entrevista al escritor que presenta nueva obra

Salman Rushdie: "No esperaba que el peligro viniera contra mí por el hecho de ser escritor; me equivoqué"

"En mis libros he disfrutado procurando que colisionen la fábula y la historia cierta, dos técnicas narrativas que siempre he tenido en mi cabeza" - "Considero que soy un escritor muy metropolitano, de la gran ciudad"

El escritor Salman Rushdie, antes de la presentación de su nueva novela en Madrid. // Fernando Alvarado

El escritor Salman Rushdie (Bombay, antiguo virreinato de la India, en el Imperio Británico, 1947) lleva toda la mañana atendiendo a periodistas. Primero una rueda de prensa y, al final, entrevistas personales. Ésta, con FARO DE VIGO, se realiza a media mañana. "A ver si lo puedes solventar en quince minutos", reclaman los agentes de prensa de la editorial Seix Barral, que es la empresa que publica "Dos años, ocho meses y veintiocho noches", su última novela, una transposición de la leyenda de las 1.001 y una noches al futuro más extraño que se presenta en Madrid. Rushdie atiende a este periódico por teléfono, con la colaboración de una traductora. Se detiene en la génesis de su novela y en la generación de escritores británicos de la "era atómica", la de Martin Amis, Grahan Swift, Kazuro Ishiguro o Julian Barnes. Todos, herederos de un humor que el propio Rushdie reivindica para sí y que está presente, de sobra, en su última novela.

El autor de "Dos años, ocho meses y ocho noches" saltó a la fama a finales de los años ochenta. El líder de la Revolución Islámica de Irán, el Ayatolá Sayyid Ruhollah Jomeini, le sentenció a muerte como autor de "Los versos satánicos", una novela que los radicales islamistas consideraron blasfema. Como consecuencia de esta declaración, Rushdie desapareció de la vida pública. Ahora, es caballero del Reino Unido. La presión sobre su vida se ha suavizado, pero ya considera natural viajar acompañado de guardaespaldas.

-¿Pensó en algún momento que la profesión de escritor iba a ser peligrosa?

-No pensé que lo podía ser para mí. La literatura ha sido muy peligrosa para muchos escritores, muy peligrosa, por ejemplo, para Lorca o para muchos otros. Lo que no esperaba es que el peligro viniera contra mí por el hecho de ser escritor, pero, ahí lo tienes, me equivoqué.

-Pasemos, entonces, a hablar de su nueva novela.

-Para eso estoy aquí.

-Combina en su novela fábula fantástica y realismo palpable. ¿Cómo combina en su vida la fábula y la realidad?

-Siempre he tenido estas dos técnicas narrativas en mi cabeza: la fábula y el realismo o, si quieres, la fantasía y la historia. En mis libros siempre he disfrutado procurando que colisionen la fábula y la historia cierta. ¿Qué ocurre cuando la fábula y la historia se chocan la una con la otra?

-Sí, dígame.

-La calidad del mundo de mis libros nace de esa colisión.

-Estamos hablando de una combinación tan rara como la literatura "pulp" y Gabriel García Márquez.

-Pienso que tanto una cosa como la otra pertenecen al mismo área de ficción. Admiro a Gabriel García Márquez, pero me parece que somos escritores muy distintos. Yo creo que la mía es más una novela de ideas que las que habría podido escribir García Márquez. Considero que soy un escritor muy metropolitano, un escritor de la gran ciudad. "Cien años de soledad", sin embargo, es una novela más rural. Creo que la manera en que están compuestos mis libros tiene mucho que ver con la vida en la gran ciudad. Prefiero contar historias que colisionan como colisionan las vidas de los habitantes de las grandes ciudades en las que me he movido.

-En el mito de las 1.001 noches, Sherezade cuenta cuentos para que no la maten. ¿La literatura salva vidas?

-Normalmente, no. En "Dos años, ocho meses y veintiocho noches" -1.001 y una noches- deliberadamente carece de la figura de Sherezade, es un personaje fantástico, genial... y no quería tener un eco de ella. Lo que pretendía era contar una historia que tratara sobre el mundo moderno. Los personajes del libro, el libro mismo, es muy contemporáneo. Admiro a Sherezade, pero no cabía en mi libro.

-Comienza en la Edad Media y se extiende hasta el mundo futuro: la llama Era de la Extrañeza. ¿Eso es lo que nos espera?

-No es lo que nos espera, es lo que estamos viviendo ahora. Vivimos en una era en el que el mundo está cambiando a una velocidad tremenda. Pienso que para mucha gente este mundo es confuso y extraño. Por todo esto que te digo, considero que esta es la Era de la Extrañeza. Lo que a mí me sugiere el futuro, el porvenir, es un lugar de más calma que este mundo actual.

-Pertenece a una generación de escritores ingleses en la que el sentido del humor es una seña de identidad. Sin embargo, últimamente usted no lo practicaba.

-Creo que el sentido del humor ha estado en mi escritura desde el principio. Le sucede también a Martin Amis, por ejemplo. No creo que haya nada especialmente británico en esto de la escritura y del humor. La comedia es la comedia.

-Me refería a esa tradición de escritura humorística que cultiva, por ejemplo, Chesterton, un antecedente de su generación.

-A este respecto le diré que el sentido del humor es más amplio que lo fue antes. Había novelas que eran comedias absolutas, casi farsas constantes, pero, como le decía, en todos mis libros siempre hay comedia. A veces, sí, no es esa comedia que te haga reírte en voz alta... el tono de humor, sin embargo, es patente. En "Dos años, ocho meses y veintiocho noches" el espectro de humor es más amplio. Hay escenas eminentemente cómicas.

-Enfocó sus anteriores libros para un público. ¿Es lo mismo escribir para chavales que para adultos?

-Muy parecido. No es tan diferente como podría pensarse. Le diré que existen, sin embargo, dos pequeñas diferencias. Una de ellas es lingüística: tienes que utilizar frases más cortas. La otra diferencia es intelectual. Si tienes que escribir para niños no puedes hacerlo sobre las ideas directamente. En la literatura juvenil, las ideas tienen que salir a través de la historia. El diálogo que mantienen los dos filósofos de mi última novela no podrían haber tenido cabida en una novela juvenil. No sería apropiado. Por lo demás, es muy parecido.

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