Jorge Maronna (Buenos Aires, 1948), compositor y guitarrista, fue el miembro más joven de Les Luthiers, y el responsable de ponerle al grupo su nombre definitivo en 1967. La formación llevará entre los próximos días 20 y 24 al Auditorio Mar de Vigo su espectáculo "Chist!", que recupera los mejores momentos del medio siglo de vida de la formación, y dará un pase diario hasta el domingo. El grupo, según explicó Maronna en un cuestionario por escrito, ya "está empezando a superar" el reciente fallecimiento de su miembro Daniel Rabinovich, y tiene voluntad de continuar trabajando.
-¿Cuál es su personaje preferido, de todos a los que le ha dado vida estos años?
-El padre Gervasio, de San Ictícola de los Peces, y la anciana Rosarito, de Pasión Bucólica. Como actor me especializo en curas y viejecitas.
-¿Y cuál ha sido el personaje más difícil de interpretar?
-Hamlet, de Shakespeare. ¡Es larguísimo, y el público no se ríe nada!
-De entre todos los espectáculos de Les Luthiers, tendrá también un favorito, con el que se ha sentido más realizado...
-Mi favorito es "Viejos Hazmerreíres", que estamos representando desde 2014 en Buenos Aires y vendrá a España después de "¡Chist!".
-Cumplen 50 años desde su primer espectáculo y 48 desde su aparición como Les Luthiers. A día de hoy, ¿les siguen quedando cosas por hacer?
-Pensábamos que ya no habría nada novedoso en nuestra carrera cuando el año pasado Daniel Barenboim nos invitó a tocar, con su orquesta y Martha Argerich, "La Historia del Soldado de Stravinsky" y "El Carnaval de los Animales", de Saint-Saëns. Fue una experiencia intensa, vertiginosa y muy alejada de nuestra actividad normal.
-¿Por qué han decidido hacer un recopilatorio con "Chist!"? ¿Con qué criterio han elegido los gags de esta función?
-Escribir un espectáculo nuevo es agotador. Creo que cuando terminó "Lutherapia" nos dio cierta pereza y preferimos revisar nuestro repertorio, que tiene tantas obras excelentes. Cada uno de nosotros llevó una lista de sus favoritas; hubo varias en las que coincidimos y otras que tuvieron que ser discutidas. Y unas cuantas que tuvimos que ver en nuestros vídeos porque las habíamos olvidado, después de tantos años sin tocarlas.
-Tiene formación en guitarra clásica. ¿Cómo fue aprendiendo otros instrumentos, y la interpretación?
-Con cierto arrojo y pocos escrúpulos. Tomé una sola clase de contrabajo y otra de cello, y se nota. Para no tener que aprender nuevas digitaciones, afino el laúd y el banjo de modo similar a la guitarra. Pero, por favor, no lo comente.
-En una entrevista del año 1977, cuando le preguntaron por qué dificultades tuvo que pasar, respondió: "La de tener que dar respuestas graciosas". ¿Le cuesta improvisar?
-¿Improvisar? ¡Escribir esta respuesta me llevó quince minutos!
-¿Disfruta interpretando (o parodiando) todos los estilos de música, o tiene filias y fobias?
-Disfruto componiendo, tocando o cantando. Por supuesto, si el estilo es interesante, mejor. Me disgustan la música de consumo, la de ascensor, la chill out, la de las tiendas de ropa.
-¿Cuál es la principal virtud que le atribuye al público de Les Luthiers?
-Nos encanta que el público goce con el show, que se ría con nuestro humor y aprecie nuestra música.
-Uno de los miembros de Les Luthiers desde su fundación, Daniel Rabinovich, falleció recientemente. ¿Se llegaron a plantear disolver Les Luthiers por este motivo?
-En ningún momento de nuestra historia nos planteamos una disolución. Les Luthiers es un grupo intensamente vital, que superó la desaparición temprana de Gerardo Masana, nuestro fundador y líder, y está empezando a superar la de Daniel, quien, ya enfermo, apoyó esta idea de continuidad.
-¿Les Luthiers podría seguir funcionando tras sustituir a todos sus integrantes originales?
-Me gustaría que fuera así. Hasta hoy, todos los integrantes hemos sido reemplazados, y más de una vez, sin que el show se resintiera. Y en varias oportunidades hemos llegado a actuar con dos de los titulares reemplazados, con el mismo buen resultado. Eso nos genera la esperanza de que, cuando seamos muy mayores, nuestros shows, que están bien escritos y han sido pulidos con amor a lo largo de centenares de funciones, puedan tener vida propia y ser interpretados por otros actores, como tantas obras teatrales que tienen vida independiente. ¡Como el Hamlet de Shakespeare!