Pablo Otero estudiaba Telecomunicaciones en la Universidade de Vigo. Un día encuadernó de una forma sencilla unas fotocopias para que su uso fuera más sencillo y aquello cambió su vida. "En la biblioteca me preguntaron quién lo había encuadernado, les dije que yo y me propusieron hacer lo mismo con los libros de la biblioteca que estaban estropeados por el uso. Luego me llamaron de Industriales y fui pasando por el CUVI entero. Al final no terminé la carrera porque había descubierto mi verdadera vocación", cuenta risueño.

Pablo comenzó en 1992 a trabajar en una empresa de encuadernaciones y en 1998 abrió su propio taller en Vigo (Pino Encuadernaciones), que es hoy, con sus 500 metros cuadrados, una de los más grandes de Galicia. "Poco a poco fui adquiriendo máquinas que me permiten hacer muchas cosas; algunas son muy antiguas, como ésta de 1850, pero son las mejores y otros talleres recurren a mí para algunas labores", cuenta.

Sus principales clientes son editoriales e imprentas, además de instituciones que necesitan una encuadernación especial para algunos de sus documentos. Pero también particulares amantes de los buenos libros, por dentro y por fuera. "A veces te traen obras que no tienen un valor muy grande, pero para ellos sentimentalmente son importantes. Con la encuadernación tú les aseguras una larga vida para ese tesoro. aunque no todos valoran el enorme trabajo que hay detrás", reflexiona Pino, al tiempo que lamenta que "cada vez más instituciones prescinden de la encuadernación para ahorrar costes".

El vigués compagina su labor en el taller con la docencia en la Escuela de Artes y Oficios de Vigo. "El perfil de los alumnos ha cambiado mucho en los últimos años; antes eran personas que aprendían el oficio por afición, para restaurar los libros familiares, pero ahora son personas en paro que buscan una salida laboral... El problema es que no hay tanto trabajo y los negocios se sostienen con muchas dificultades", advierte el encuadernador que, de hecho, ha tenido que diversificar sus encargos con otro tipo de productos como bolsas y cajas para tiendas, tarjetas, embalajes diversos... "Solo del libro artístico es casi imposible vivir", lamenta.

Pero es con esas piezas artísticas con lss que, como sus otros compañeros de oficio, más disfruta. "Me presento a los concursos como un reto creativo; porque es una de las escasas oportunidades que tengo de diseñar con total libertad, además de por la dotación económica", confiesa. Pablo ha sido tres veces finalista en el Premio Nacional de Encuadernación y consiguió un tercer premio en la convocatoria de 2011. "Lo más importante en este tipo de trabajos es leer el libro, ya que considero que el continente ha de estar en perfecta consonancia con el contenido", opina.

Entre sus encargos más curiosos destaca unos libros que le pidieron hacer con la tela de la chaquetilla de un cocinero y uno de grabados de China del año 1.600, "una auténtica maravilla pero que al final rechazaron porque se les iba de precio", finaliza.