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De las protestas internacionales al silencio

José Luis Sánchez-Bravo, un joven de 21 años nacido en Vincios-Gondomar (Pontevedra), fue el único de los detenidos que pudo pasar la última noche acompañado de su madre, sus hermanos y su mujer, Silvia Carretero, con la que compartía militancia política y estaba embarazada de tres meses. Ella estaba presa en la cárcel de Yeserías, pero la trasladaron para que estuvieran juntos las últimas horas.

"Fueron horas terribles -cuenta la hermana de José Luis, Victoria Sánchez-Bravo, que ahora reside en Murcia-. Como Baena era también gallego estuvimos cantando canciones populares de la tierra. Cuando llegó Silvia los dejé solos. Se besaban entre las rejas y hablaban en voz baja, mientras mi hermano la acariciaba la barriga".

Las protestas internacionales por los crímenes fueron generalizadas. La Asamblea General de las Nacionales condenó los ajusticiamientos, dieciséis países retiraron a sus embajadores o representantes comerciales, y la Comunidad Económica Europea (CEE) suspendió las negociaciones con Madrid para alcanzar un acuerdo comercial preferente, el anticipo de nuestra entrada en el mercado común. Sólo Estados Unidos guardó silencio, más preocupado por preservar sus intereses económicos y políticos en España. El Vaticano, que había pedido clemencia al dictador, rechazó firmar un nuevo Concordato. Sin embargo, las protestas internacionales devinieron pronto en silencios, el pragmatismo se impuso a la justicia, y los muertos, bien enterrados estaban.

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