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"Papá, mamá, mañana me fusilan"

Dos jóvenes vigueses murieron en las últimas ejecuciones del franquismo, en 1975. Un libro recupera su historia

"Papá, mamá: me ejecutan mañana de mañana. Quiero daros ánimos. Pensad que yo muero, pero que la vida sigue. Recuerdo que en tu última visita, papá, me dijiste que fuese valiente, como un buen gallego. Lo he sido, te lo aseguro. Cuando me fusilen mañana pediré que no me tapen los ojos para ver la muerte de frente. Siento mucho tener que dejaros. Lo siento por vosotros, que sois viejos y sé que me queréis mucho, como yo os quiero, no por mí...".

Xosé Humberto Baena, de 24 años, sabía que no habría ningún gesto de clemencia y su mayor preocupación cuando lo bajaron a capilla a última hora de la tarde del viernes 26 de septiembre de 1975 fue que avisaran a sus padres lo antes posible para que tuvieran tiempo de viajar desde Vigo a Madrid para despedirse. Por si acaso, de madrugada, Xosé pidió un bolígrafo y papel a los policías que le custodiaban para despedirse de sus padres.

Don Fernando, el padre de Xosé, había apurado la jornada de trabajo en la fábrica de madera Viuda de Urbano Pérez y de allí había marchado a recoger los billetes de tren que cada semana le reservaban para viajar a la capital a ver al hijo. "Sobre las ocho y media de la tarde recibí una llamada telefónica del abogado de Madrid diciendo que si quería ver a mi hijo con vida tenía que estar en la cárcel de Carabanchel antes de las seis de la mañana -escribió años después en un diario-. En el tren llegaba a Madrid a las nueve, de modo que perdí el billete, pedí algo de dinero, alquilé un coche y carretera adelante toda la noche sin parar acompañado de mi hijo Fernando".

Han pasado cuarenta años desde que los vigueses Xosé Humberto Baena y José Luis Sánchez-Bravo y el catalán Ramón García Sanz -militantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP)-, y Jon Paredes, Txiki, y Ángel Otaegui -de ETA-, fueran fusilados la madrugada del 27 de septiembre de 1975 en el último intento del régimen por prolongar el franquismo sin Franco. Para unos, estos jóvenes de poco más de veinte años fueron luchadores antifranquistas que dieron su vida por la libertad; para otros, simples terroristas que pagaron con ella las que antes habían arrebatado. Cometieran o no los delitos por los que fueron condenados -Baena, por matar a un policía y Sánchez-Bravo, a un Guardia Civil-, lo cierto es que fueron víctimas de un simulacro de justicia que los sentenció antes de juzgarlos. Las pruebas incriminatorias se obtuvieron mediante torturas o se manipularon burdamente y se les privó de las mínimas garantías de defensa.

El escritor y periodista Carlos Fonseca recupera en el libro "Mañana cuando me maten" este episodio gracias al testimonio de los protagonistas, sus familiares, amigos, abogados y compañeros de militancia, además de con documentación inédita sobre los pormenores que rodearon las últimas penas de muerte en España. Fonseca -autor, entre otros, del best seller "Trece rosas rojas", llevado al cine por el director Emilio Martínez Lázaro en 2007- ha elegido Vigo para la primera presentación del libro, como homenaje a dos de los cinco fusilados, que eran de Vigo y Gondomar. La cita será este miércoles a las 19.30 horas en la Casa del Libro de Vigo.

"La parte más emocionante de este trabajo, sin duda, ha sido el conocer a las familias de los fusilados. Han pasado 40 años desde las muertes, pero no es tanto tiempo para ellos; todos siguen deseando reivindicar la injusticia que se hizo con estos cinco jóvenes, que fueron juzgados sin pruebas", cuenta Fonseca. El autor, además, realizó una complicada labor de investigación sobre los documentos oficiales. "Se trataba de cuatro sumarios distintos, uno de los cuales dicen que está perdido. Conseguir las autorizaciones fue muy complicado y, al final, me dieron unas copias censuradas de los expedientes, con nombres tachados, lo cual resulta sorprendente", relata Fonseca.

Las familias de los fusilados, sin embargo, facilitaron al autor todo tipo de documentación. Entre ellos se encuentra Flor Baena, hermana de Xosé Humberto, que hoy en día aún mantiene una pequeña esperanza de que algún tribunal haga justicia en el caso de su hermano. "Acudimos al Tribunal de Derechos Humanos, a la ONU... El gobierno español, cuando era vicepresidenta Mª Teresa Fernández de la Vega, nos reconoció que había sido una injusticia; no queremos venganza, solo que se limpie su nombre de forma pública", reivindica Flor. "Mi hermano estudió Filosofía y Letras en Santiago, pertenecía al Partido Comunista y repartía octavillas, pero desde luego que no mató a un policía, que es de lo que le acusaron", añade.

"Es doloroso recordar cómo mataron a mi hermano, es algo que nunca se supera, pero me parece importante ayudar a que se conozca esta historia de la que la mayoría solo tiene una vaga referencia y que, por supuesto, no viene en los libros de Historia".

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