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Las conferencias del Club FARO

Montserrat Doménech: "Los padres nunca debemos tirar la toalla con los hijos porque les transmitimos inseguridad"

"Los padres nunca deben tirar la toalla porque les comunica inseguridad", dice la pedagoga - "La sobreprotección anula su capacidad de aprender por sí mismos"

Monserrat Doménech (d.) fue presentada por Beatriz Martínez, directora de Comunicación de Las Acacias.

"En la educación de los niños es necesario poner límites porque les sirven para que no se desorienten. Los padres nunca deben tirar la toalla, dejarlos por imposibles porque eso les comunica inseguridad". Esa fue una de las afirmaciones vertidas ayer por Montserrat Doménech, pedagoga y psicóloga infantil, que vino a hablar al Club FARO sobre "La responsabilidad de educar en valores", tras ser presentada por Beatriz Martínez, directora de Comunicación del colegio Las Acacias.

Doménech, que acaba de publicar en Plaza y Janés "Edúcame bien (100 respuestas para madres y padres preocupados)", empezó con una afirmación precisa: "El nivel de la educación es la clave más importante para saber cómo marcha una sociedad, marca un umbral de cómo está el país, y en este momento en España no es el más idóneo pero es el que hay... Influye también mucho el proceso histórico de tecnologización que vivimos, que es tan acelerado que ha cogido por la espalda a los mayores mientras los niños lo han adoptado en su vida cotidiana".

¿Y qué es educar?, se preguntó. "Pues formar desde el nacimiento en lo intelectual, social, emocional.... Y el emocional es el aspecto básico, es el que les da después recursos para que puedan enfrentarse a la vida. Dejando a un lado cuestiones básicas como ropa y alimentación, lo mejor que podemos regalarles a nuestros hijos es amor y algo que tampoco nos cuesta nada (salvo mucha paciencia, buen humor y tenacidad), unas normas de comportamiento y unos valores, es decir, una buena educación".

Cinco aspectos básicos señaló Doménech en el proceso educativo paterno filial. Conocer cuales son nuestras emociones y las del hijo para poder involucrarnos en su crecimiento es el primero; generar empatía, saber ponernos en su piel es el segundo; el tercero, saber controlar nuestras emociones, no dejarse dominar por el "ya no puedo más y dar un bofetón. Hay muchos recursos antes del bofetón". El cuarto, marcar objetivos: no podemos improvisar, hay que planificar; y el quinto, potenciar la comunicación, que es la base de la función educativa.

Todos pueden si quieren

"Todos los padres -afirma Doménech- tienen en potencia la capacidad para educar a sus hijos aunque unos tengan más habilidad que otros... Es muy importante comunicarles unas normas de comportamiento y unos valores universales, como lo es que ambos padres tengan un criterio común, que no se contradigan o desautoricen uno a otro en la educación del día a día, aunque puedan diferir en la manera emocional de comunicarse, porque los niños intuyen nuestras debilidades y su seguridad la adquieren de la que tengan los padres. Y también es importante tener claro un modelo educativo, no andar improvisando".

Dice la pedagoga que los padres dejan cosas en manos de los maestros, que ya están sobrepasados, y les corresponden a ellos, como la educación sexual. "Al educar -añadió- nos preguntamos qué les podemos exigir y con frecuencia les damos una sobreprotección que anula unas funciones cognitivas que debe aprender el niño por su cuenta. Cuanto más alto pongamos el listón de exigencias, dentro de unos niveles razonables y posibles, mayor capacidad les daremos para relacionarse mejor con la sociedad".

"Puede que los dos progenitores -dice- trabajen pero lo que no deben es arrastrar a la casa a su llegada las emociones de la calle. Es muy importantes dejarlas en la puerta y que el tiempo que dispongamos para ellos, aunque sea poco, lo sea de calidad... Otro aspecto a tener en cuenta son los roles. No debe adjudicarse al padre uno más autoritario y ordenancista -¡se lo voy a decir a tu padre cuando llegue!"- y a la madre otro más blando y consentidor, porque es lo que les genera a ellos inadecuadas diferencias sobre el papel de cada género".

¿Y qué límites poner? A esa pregunta responde Doménech que, antes de nada, hay que tener claro que hay que ponerlos. "Son necesarios porque les ayudan a orientarse. Mientras se viva en la casa paterna, incluso si se tiene la mayoría de edad, son necesarias unas normas de convivencia y unos límites. Si las normas de convivencia afectan a los padres ¿por qué no al resto? Y está claro que los padres no deben mostrar frustación ante los hijos, ceder tirando la toalla invadidos por la impotencia".

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