Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

FARO entrevista a la presidenta de la Fundación Eduardo Barreiros

Mariluz Barreiros: "En España no se valora lo suficiente a los empresarios cuando son los que crean los puestos de trabajo"

"Fíjese cómo era mi padre que vendió en aquella época sus camiones, autobuses y motores en más de 27 países"

La gallega, en el Museo Eduardo Barreiros. // Pepe Botella

Mariluz Barreiros (Ourense, 1952), exmujer del poderosísimo Jesús de Polanco y una de las mujeres más elegantes de España, vive volcada en rescatar del olvido, con una fundación y un gran museo del automóvil, a su padre, Eduardo Barreiros, el mecánico de un remoto pueblo de Galicia que de la nada montó un imperio al crear en pleno franquismo la primera industria de automoción española que dio empleo directo a más de 25.000 personas. Los legendarios Simca y Dodge llegaron a invadir las carreteras españolas mientras una jovencísima Mariluz conducía su Porsche, un regalo paterno tras sentirse arrepentido de una bronca por llegar tarde a casa. "Era una persona generosísima", asegura emocionada la presidenta de la Fundación Eduardo Barreiros, quien rememora con idéntica ternura su matrimonio con el ya fallecido presidente de Prisa. "Mi padre era un romántico y Jesús más pragmático, pero los dos fueron grandes hombres", sentencia en su casa de Madrid, frente al parque de El Retiro.

-Dígame Mariluz, ¿cómo ha conseguido que todo el mundo hable bien de usted, de su gran atractivo y de su educación exquisita?

-¿De verdad es así? No lo sé, pero creo que el haber creado la Fundación Eduardo Barreiros como homenaje a mi padre y reconocimiento a su labor ha despertado simpatías y en cierto modo ha conmovido a alguna gente. A todo el mundo le gusta que los hijos honren a sus padres y el mío fue muy especial porque creó de la nada el proyecto empresarial industrial privado más importante en España entre las décadas de 1950 y 1970. Barreiros Diesel contribuyó a impulsar la clase media española y creó 25.000 puestos de trabajo directos y unos 100.000 indirectos. Mi padre y sus hermanos Valeriano, Graciliano y Celso, junto a un excelente grupo de colaboradores son el origen de la importante industria de automoción que actualmente existe en España.

-Perdone, pero es que usted incluso caía bien cuando era la esposa de Jesús de Polanco, durante un tiempo el hombre más poderoso de España.

-Y el poder provoca envidias. A lo mejor yo representaba de alguna forma la parte amable de la pareja, sin querer decir que él no fuese amable. Yo he ido siempre por la vida siendo agradecida y trato en todo momento de conciliar y de ponerme en la piel del otro, pero siendo fiel a mis principios.

-¿De qué principios habla?

-De los universales y básicos, de esos valores que se centran en la honradez, la ética, la bondad y la generosidad.

-Usted ha roto muchos tabúes desde su primer divorcio pero lo ha hecho siempre con naturalidad y elegancia y eso sí que llama la atención en un país tan pasional. ¿Cómo lo ha logrado?

-Las rupturas sentimentales son siempre traumáticas, pero siempre he tratado de llevarlo lo mejor posible por el bien de todos. La verdad es que hasta en las rupturas he apostado por la conciliación. Nunca me he sentido a gusto en la confrontación, prefiero ceder y conciliar.

-¿Cómo surgió en usted esa enorme admiración por su padre, Eduardo Barreiros?

-Siempre he adorado a mi padre. Nadie se puede imaginar la generosidad y humanidad que tenía mi padre y estoy muy orgullosa porque la marca Barreiros Diesel fue un mito, la empresa modelo de los años 50 y 60. Desgraciadamente, este país es un poco olvidadizo y las nuevas generaciones desconocen toda la labor que hizo mi padre, pero espero que con la Fundación Eduardo Barreiros que creamos hace diecisiete años podamos dar a conocer a los más jóvenes su vida y su obra, para que les motive y les sirva de ejemplo y estímulo.

-¿No echó de menos cuando era pequeña un padre más presente en casa?

-No, porque, aunque se pasaba el día trabajando, cuando estaba con nosotros el tiempo era intenso y maravilloso. Los fines de semana nos llevaba a mi madre, a mi hermano y a mí al pantano del Burguillo. Y nuestros veranos los pasábamos en El Escorial para estar cerca de Madrid y así poder ir a la fábrica a diario. Mi padre era también muy generoso en cariño, generoso con todos los que le rodeaban; para él los trabajadores de la fábrica eran la prolongación de su familia. Hay testimonios impresionantes.

-¿Ha sido usted igual de generosa con sus dos hijos?

-¡Qué difícil saberlo! Traté siempre de seguir el ejemplo que me dieron mis padres y les he dado cariño pero también les he pedido disciplina.

-Su padre era tan generoso que le regaló un Porsche con 18 años, ¿no?

-¡Tenía 17 años! ¡Imagínate! Yo había salido con unos amigos a cenar y regresaba a casa en un Seat 600. Cuando llegamos al portal mi padre estaba allí de pie esperando, eran las 12 de la noche y me echó una tremenda regañina. ¡Menudo disgusto me llevé! Pero el más disgustado era él por haberme reñido.

-¿Y a la mañana siguiente le dio el Porsche?

-Así fue. Había muy pocos en Madrid. Mi padre lo pasaba muy mal cuando me reñía, ya se sabe que los padres suelen sentir pasión por las hijas.

-Sería usted la envidia de sus amigos, ¿verdad?

-No, no lo era. Y ahora apenas conduzco. Y eso que yo aprendí a conducir con tres años, nací y crecí rodeada de motores.

-¿Cómo consiguió su padre, un mecánico de pueblo, transformar un motor de gasolina en un motor diesel?

-Aquello fue una heroicidad. Él iba presentando su idea a todo tipo de ingenieros y le decían que era imposible, pero lo consiguió. Mi padre fue un hombre hecho a sí mismo que apenas tuvo la oportunidad de ir a la escuela pero que era además un superdotado para la mecánica, con una gran inteligencia natural y un emprendedor. Fue un trabajador incansable con mucho tesón y valiente para asumir riesgos. Mi padre fue un avanzado de su tiempo.

-¿No le podrá la pasión de hija al hablar de su padre?

-En absoluto. Mi padre, por ejemplo, fue de los primeros en establecer la venta a plazos, su empresa fue también una escuela de formación de ingenieros y técnicos e impulsó la industria de los componentes de automóviles en España. También contribuyó a resolver el problema de la escasez de gasolina de los años 40 sustituyéndola por el gasoil al transformar los motores de gasolina a diesel. Consiguió abaratar los medios de transporte en un 40 por ciento respecto a su competidor Pegaso, hizo que Madrid fuera una ciudad industrial y no solo el centro administrativo y burocrático y transformó el excedente de mano de obra agrícola en mano de obra industrial cualificada. ¡Llegó a vender en aquella época sus camiones, autobuses y motores en más de 27 países!

-¿Qué influencia ejerció su madre, Dorinda Ramos, que era la que tenía dinero en que Barreiros motorizara la España de los años 50 y 60 y llegara a crear 25.000 puestos de trabajo directos?

-Mi madre vivió absolutamente enamorada de mi padre y nunca le exigía nada, a pesar de que no podía disfrutar de un teatro, un cine o una distracción. Se sentía orgullosísima de su marido y vivía volcada en nosotros. Nunca se sintió sola porque mi padre era tan entrañable y enternecedor que suplía con ese cariño inmenso sus obligadas ausencias.

-¿Por qué Barreiros acabó mal y su empresa fue absorbida por Chrysler?

-Eso sí que fue una pena. No era fácil ser empresario en aquellos años en los que la tutela oficial al INI y a Pegaso hacía que se negara todo tipo de licencias a mi padre para producir motores, vehículos (camiones, tractores, autobuses, etc). Pero en 1956 mi padre participó en un concurso internacional convocado en Portugal para fabricar camiones para el ejército portugués y lo ganó. Eso le favoreció un poco, porque el Ministerio de Industria abrió algo la mano para que él desarrollase y vendiese sus vehículos y motores. Él reconocía que el error más grande que cometió fue vender en 1963 un 30 por ciento de la compañía a Chrysler que había hecho un estudio de mercado erróneo sobre las ventas de los coches de las marcas Simca y Dodge. Esa previsión de ventas fue superior a lo que se vendió en realidad y en 1969 mi padre se vio obligado a vender la totalidad de la empresa, con todo dolor y pena de su corazón.

-¿Había perdido el favor del franquismo cuando se decidió a trasladar su negocio a Cuba?

-No; además lo de Cuba fue ya en la década de 1980. Sin embargo, vender durante el franquismo no era fácil y es cierto que, sobre todo al principio, le ponían todo tipo de dificultades, porque era una competencia para el INI, que no agradaba a las autoridades. Años antes de iniciar el proyecto de desarrollo automotriz en Cuba desarrolló un proyecto agropecuario en La Mancha.

-¿Se hizo ganadero?

-Al vender Barreiros a Chrysler pensó que lo mejor era descomprimirse y dedicarse a la familia, pero esa idea le duró poco. Compró una finca de 5.000 hectáreas en La Solana (Ciudad Real) y convirtió unas tierras baldías en un extraordinario campo de cultivo. Después compró tres toros sementales charoleses, que habían ganado las medallas de oro en la Feria de París, y varias vacas de la misma raza. Creó la industria ganadera más potente de las décadas de 1970 y 1980, produciendo carne de extraordinaria calidad, de raza pura charolesa y de mezcla con retinta y avileña. Lo de Cuba vino después.

-¿Cómo resultó su experiencia empresarial con Fidel Castro?

-Barreiros había vendido camiones al gobierno de Fidel Castro y con el bloqueo americano y su asociación con Chrysler era prácticamente imposible el abastecimiento de piezas de recambio. El Che Guevara había dicho que un país no es importante hasta que no posee una industria de automoción propia. En 1980 mi padre ganó un concurso internacional para un proyecto industrial de fabricación de motores en Cuba y se empezó a plantear qué hacer para que la isla tuviese una red de distribuidores, asistencia, mecánica y talleres propia. La verdad es que no era rentable crear esa industria en un país que tenía solo 10 millones de habitantes, pero pensaron que le podría beneficiar el vínculo que tenía Cuba con todos los países de la URSS que ya suponían un mercado potencial de cientos de millones de habitantes.

-Un empresario con buen ojo que pensó que Cuba era una oportunidad para volver a empezar, ¿verdad?

-Sí, cuando apostó por Cuba tenía 60 años y era una forma de volver a empezar en la industria del motor. La Cuba de esos años 80 era en buena medida parecida a la España de los 50 y los 60. Mi padre mantuvo una buena e interesante relación con Fidel Castro y revolucionó todo lo que tenía que ver con el mundo de la fábrica en un país donde no había incentivos y en el que el absentismo laboral era muy alto. Al final, en 1989, cayó el Muro de Berlín y cambió el panorama. El apoyo de la URSS y sus países aliados se vino abajo y la crisis se hizo insoportable. Mantener aquella industria era muy costoso, porque Barreiros en España producía todo, hasta el último tornillo, para no depender de nadie. Si mi padre aún viviese estoy segura de que ya habría establecido acuerdos con países como China e India.

-¿Por qué encargó usted a Hugh Thomas en 2007 la biografía "Barreiros: el motor de España"?

-Este fue un proyecto que surgió en 2000 a iniciativa de Ymelda Navajo, por aquel entonces directora de la editorial Planeta, quien se propuso hacer biografías de empresarios y empezar con la de mi padre. Yo le planteé ya en ese momento que la escribiese Hugh Thomas. Ymelda me dijo que aspiraba muy alto y que no creía que Thomas lo fuese a hacer.

-Pero lo hizo, ¿quedó satisfecha con el trabajo?

-Muchísimo. Me costó mucho convencer a Hugh Thomas de que hiciese esta biografía. Le invité a Madrid y a Galicia pero se resistía. Él estaba escribiendo la trilogía del Imperio español y poco sabía de automoción. Se pasó siete años trabajando en el libro sobre mi padre y quedó espléndido. Su editor en América, Andrew Wylie, decidió publicar el libro en Estados Unidos, en Yale University Press. En el mundo anglosajón se admira a los emprendedores. Es una gran satisfacción para nuestra familia porque creo que no hay precedente de que la biografía de un empresario español haya sido publicada en EEUU.

-¿Y en España se admira a los empresarios?

-En España por desgracia el éxito algunas veces no está bien visto y creo que no se valora suficientemente a los empresarios, cuando son en muchos casos los que crean puestos de trabajo. Yo admiro a mi padre y todo lo que hizo y por eso ahora impulso en su honor el Museo de la Automoción.

-¿Cuándo inaugurará este museo?

-Las obras han comenzado. Las realiza Luis Miguel Rodríguez, presidente y propietario de Desguaces La Torre. El museo va a tener 37.000 metros cuadrados, que lo convertirán en uno de los museos más grandes de Europa. El proyecto es de los arquitectos Mansilla y Tuñón y es una maravilla y muy original. La fachada, en forma de cilindro, está recubierta de coches prensados. Hemos convertido la chatarra en una joya.

-¿Qué vio usted de su padre cuando quedó encandilada por Jesús de Polanco?

-Muchísimas cosas. Los dos fueron grandes hombres y a la vez muy diferentes. Mi padre era un romántico y Jesús fue siempre más pragmático. La admiración que sentí desde el primer momento por Jesús fue lo que me enamoró.

-Los dos habían salido de la nada. ¿Verdad?

-Partían de muy poco, pero Jesús tenía una formación intelectual que mi padre no tenía cuando empezó. Los dos fueron gigantes, que crecieron gracias al tesón, al esfuerzo, a la lucha, a la ilusión y al riesgo.

-¿Cuál fue la principal lección que recibió de Barreiros?

-El ejemplo y su forma de ser entrañable. Era un hombre con arrojo, fortaleza y un corazón de oro. ¡Cómo me gustaría ser la mitad de lo que fue mi padre!

-¿Y qué aprendió de Polanco?

-Muchísimo. Fue una gran suerte vivir con él y conocer y tratar a tantísima gente interesante que le rodeaba. Ha sido un privilegio aprender de muchos de los amigos de Jesús.

-Fueron ustedes una de las parejas más agasajadas de la época. ¿Lo sentía así?

-A lo mejor desde fuera se veía así, pero yo lo vivía como algo normal. Es cierto que siempre fui consciente del respeto que imponía Jesús.

-¿Respeto o miedo?

-Respeto en general, afecto y admiración en quienes le conocían y miedo en algunos que temían al poder de los medios de comunicación. No olvidemos que Jesús fue una figura clave en este país y que "El País" contribuyó en gran manera a la democratización de nuestro país.

-Su ruptura provocó una conmoción en la jet set. ¿Era usted consciente de esto?

-No. Todas las rupturas son duras y difíciles pero tengo muy claro que en algunos momentos una ruptura a tiempo es lo mejor que le puede pasar a una familia.

-¿Cómo ha sido usted capaz de llevar aquel trance que tenía a España en vilo con tanta elegancia y con tanto cariño hacia su ex?

-Fueron 20 años juntos. ¡Casi toda una vida! Jesús crió a mis hijos, que tenían 4 y 7 años, y sigo teniendo una relación extraordinaria con su familia y sus amigos.

-¿No le falló ningún amigo al fallecer Polanco?

-Fallaron los que no eran amigos de verdad.

-¿Era realmente el "Jesús del Gran Poder" que denunciaban sus adversarios?

-Ese apodo se lo puso José María Martín Patino porque Jesús aunaba el poder de la prensa, el intelectual de las editoriales y el de la independencia económica. No tener deudas es imprescindible para ser independiente y guste o no "El País" fue en aquella época el periódico español de referencia a nivel internacional. Si a eso unimos las radios y los canales de televisión, es cierto que el poder era grande.

-¿Echa de menos a Polanco la alta sociedad de la que usted forma parte?

-No lo sé, pero seguro que sus amigos verdaderos le siguen echando de menos.

-¿Cómo es su vida actual?

-Vivo volcada en la Fundación Eduardo Barreiros. Ese es ahora mismo mi proyecto vital. También estoy dedicada a mis dos hijos, a mi nieto y a mis amigos, que son un tesoro y un lujo.

-Supongo que sigue con interés cómo evoluciona la decoración.

-He perdido mucho interés por la decoración. Es que vivo entregada a difundir la labor de mi padre.

-¿Cómo lleva su redescubrimiento de Gundiás, el pueblo orensano de su padre?

-Es impresionante pensar que de esa aldea remota, perdida en la Galicia más profunda, saliera una persona como mi padre. Me fascina la foto de esa aldea y aún tengo familiares en ella. Desgraciadamente, no voy tanto a Galicia como quisiera, pero me tira la tierra.

-¿Y cómo vive su reencuentro con la Ribera Sacra, su vínculo sentimental con Galicia?

-Es una maravilla. Los gallegos tenemos esa joya del románico, esos paisajes espectaculares y ese carácter tan entrañable que gusta a cualquiera. Nos sentimos orgullosos de esas joyas y tesoros y al mismo tiempo tememos la invasión. El parador más maravilloso de España es el de San Esteban del Sil. Me fascina el paisaje de la Ribera Sacra, su arboleda y la confluencia espectacular del Sil y del Miño. Es asombroso navegar en el catamarán por esas aguas.

Compartir el artículo

stats