Sara tenía solo un año y medio cuando comenzó a explicar con sus infantiles gestos a sus padres que no era el niño que ellos creían. En realidad, era una niña que había nacido con pene y a la que habían bautizado como Hugo. Nada más llegar de la guardería lo primero que hacía era quitarse la ropa de niño y ponerse como podía la de su madre: los zapatos, las joyas, las gafas de sol y, sobre todo, una toalla en la cabeza a modo de melena. Sara, que vivía en el seno de una familia de clase media de Lugo, siempre que se ponía desnuda delante de un espejo escondía su pene para atrás y, con tan solo tres años, preguntó a su alarmada madre si se lo podía cortar.

La actitud de la pequeña se mantenía a lo largo del tiempo y sus padres empezaron a pensar que era mucho más que un "niño sensible". Cuando iba a una tienda de juguetes se le iluminaban los ojos con las muñecas, y no con cualquiera, solo con las Barbies, La Sirenita, Cenicienta? es decir, muñecas con unos rasgos femeninos muy marcados. "Cuando de mayor sea mujer, yo también haré eso", decía convencida cuando su padre le leía por la noche uno de los cuentos de sus protagonistas preferidas.

Cristina Palacios, su madre, una trabajadora social que fue golpeada como tantos otros españoles por la crisis económica y ahora es empleada en una tienda, y su padre, Suso, traductor, supieron escuchar lo que su hija les estaba contando. Y no solo eso: se atrevieron a mirarla y entenderla como lo que es realmente y enfrentarse a una sociedad en la que la transexualidad aún permanece oculta por fuertes tabúes.

Sara tiene ahora ocho años y el pasado agosto decidió dar un paso muy importante en su vida y hacer el tránsito social, que significa que ya no sólo es una niña en su casa o en su entorno más cercano, a escondidas, sino que se muestra en todas partes y a todas horas del día como lo que es: una niña. Oficialmente ella es la primera menor gallega que hace el tránsito a una edad tan temprana, algo que asombra a sus padres. "Si son ciertos los datos de prevalencia de transexualidad, yo me pregunto dónde están el resto de niños y niñas transexuales de Galicia, porque uno no se hace transexual en la adolescencia o en edad adulta, se nace transexual. Me temo que la respuesta es escondidos, silenciados y reprimidos", reflexiona su madre.

Cristina sabe que su hija no es un caso único. Pero no fueron los profesionales -con los que tuvieron malas experiencias en la sanidad pública cuando la llevaron al psicólogo a los cuatro años- los que se lo contaron, sino otros padres en su misma situación que conoció a través de la recién creada asociación Chrysallis, la primera de España de menores transexuales y que, en solo un año, cuenta ya con más de sesenta familias asociadas. "Gracias a ellos nos enteramos de que se podía realizar el tránsito social en edades tan tempranas, información que nunca recibimos de un profesional, que diagnosticaron a la niña de bisexual y complejo de Edipo, entre otras cosas", afirma la madre.

"Si ya me insultan y me llaman maricón los niños en el cole, al menos que sea vestida de niña", afirmó decidida Sara cuando sus padres le ofrecieron la posibilidad de comenzar a vivir a los ojos del mundo como una niña, vestir como tal, cambiar su nombre (aún no oficialmente) y dejar de tener la doble vida a la que no conseguía acostumbrarse. "Aprovechamos unas vacaciones en Portugal para que la niña saliera por primera vez a la calle vestida como tal y ver cómo se sentía y, a las dos horas, me dijo que nunca más iba a vestirse como un niño", relata la madre. "La veías, por fin, feliz".

En septiembre comenzaba de nuevo el colegio y los padres se pusieron manos a la obra. "Primero fuimos a Educación para plantearles la situación y pedirles que los profesores llamaran a la niña por su nuevo nombre (que ella misma eligió) y que pudiera ir al vestuario y a los baños de las niñas; sabíamos que podrían surgir problemas con otros padres? pero todo el mundo se ha portado muy bien y no fue tan complicado como parecía. De hecho, desde que Sara se muestra como tal, los niños han dejado de llamarla maricón", afirma Cristina. Su profesora tuvo mucho que ver en la aceptación del resto de los alumnos. "Les explicó con sencillez lo que pasaba y los niños lo aceptaron sin más; para ellos no es tan complicado como para nosotros. Ojalá las escuelas incluyeran la diversidad de géneros igual que se explican las formas de las hojas o los tipos de mamíferos; sería la mejor manera de acabar con los prejuicios", opina Cristina.

Tampoco para el hermano de Sara -Gabriel, de 6 años- fue ningún trauma aceptar la nueva condición de su hermana. "Desde el minuto uno fue Sara también para él y le dijo: 'Creo que me vas a gustar más como niña", relata su madre.

"Muchas personas nos han dicho a mi marido y a mí lo valientes que somos por hacer esto, pero no creo que el no esconder, el no silenciar, lo que siente nuestra hija sea un acto de valentía. ¿Sería más normal que fingiéramos no darnos cuenta de lo que deseaba nuestra hija, que la cohibiéramos, que dejásemos que se sintiese culpable por no tener un cuerpo acorde a su cerebro femenino?", se pregunta. "No podemos dejar que por nuestros miedos y prejuicios los niños sean infelices y pierdan su infancia y su adolescencia", explica. Sara la está disfrutando ahora. Lo que más le gusta es cantar y bailar; va a clase de Batuka y Zumba, a patinaje y a teatro. También le encanta diseñar y pintar. Está entusiasmada con Violeta y entre sus juguetes favoritos, que por supuesto ha pedido a los Reyes, están las Monster High y los Littles Pet shop, como otras miles de niñas de su edad.

Aún queda muchísimo camino por recorrer en la vida de Sara y muchas barreras por derribar pero sus padres prefieren ir cumpliendo etapas poco a poco. "Ahora mismo nos queremos centrar en el cambio del nombre y el género en el Registro Civil, que es bastante complicado porque se necesita una sentencia judicial con informes de pediatras, psicólogos? De momento solo lo han conseguido ocho menores, aunque hay 140 que han realizado el tránsito social", explica. "El problema es que actualmente no hay un protocolo y dependes de la sensibilidad del juez o el médico de turno", afirma. Este paso es importante porque no tener un DNI con el nombre acorde al sexo sentido acarrea grandes complicaciones a los niños, hasta el punto de que muchos se aislan.

El siguiente paso serán los bloqueadores hormonales para evitar que la niña desarrolle en la adolescencia caracteres secundarios contrarios al sexo sentido y, posteriormente, la terapia hormonal. Ya en la edad adulta, se planteará la operación de reconstrucción genital. Pero Sara aún es muy pequeña para pensar en cirugías y, de momento, disfruta de su nueva vida.