La vida está llena de coincidencias, de vericuetos que semejan tener difícil andar y final incierto que después demuestra ser natural e incluso acorde con la línea vital. Por uno de esos túneles del tiempo y la experiencia se coló hace décadas Luis el Toro, un represaliado de origen gallego que acabaría como cantaor en París y Cádiz. El ADN musical quiso que esa querencia al cante, al quejío de las notas musicales del sur, fuese heredado por una sobrina, la gallega María Toro, quien recientemente ha publicado su disco A contraluz, un álbum de fusión donde su flauta intimista suena a flamenco enamorado de jazz.

Radicada ahora en Río de Janeiro, por avatares y "cuestiones personales", María Toro (A Coruña, 1979) trata de mover por medio mundo ese fruto tan querido de siete temas que desde el momento de su gestación nació con vocación internacional. A través del teléfono, la voz afable de la artista explica que se trata de "un disco muy internacional. Lo compuse en Suiza cuando trabajaba para un compositor allí. Después, lo grabé en Nueva York; se masterizó en Madrid y el diseño del álbum se hizo en A Coruña. Por último, las primeras presentaciones fueron en Río y Nueva York".

Curioso devenir para un cedé cuya cabeza pensante es gallega con ganas de presentar su trabajo en su tierra. La oportunidad será a finales de este mes y a principios de agosto. Solo dos fechas tiene de momento la joven y serán en A Coruña: el 31 de julio en el BâBâ Bar y el 6 de agosto en el Filloa. "Tocar en casa será una maravilla. La gente lo está esperando con ilusión", comenta la flautista que estará acompañada del pianista lalinense Iago Mouriño, el batería Miguel Lamas y el contrabajo finés Risto Vuolanne.

Reconoce María Toro que su inmersión en el flamenco-jazz no ha sido fácil, ante la obligada lucha contra los prejuicios. "Ya hay muchos extranjeros, como japoneses, tocando flamenco. La historia del gitano defendiendo para sí el flamenco ha pasado a la historia aunque aún quedan prejuicios. Yo, por ser mujer, paya y gallega tengo tres cosas que en principio son rechazadas por los gitanos. Por eso, tengo que demostrar el triple de lo que tiene que mostrar un gitano del sur", explica una persona que llegó a este estilo musical por azar.

"Desconocía el flamenco hasta que llegué a Madrid. Una vez allí, toqué para una compañía de flamenco. El flautista se acaba de romper el brazo y necesitaban a alguien para sustituirlo. No lo daban encontrado. Me llamaron. Yo no sabía nada de armonías ni de ritmos de flamenco pero me pareció un reto y acepté. Estuve sin dormir hasta que aprendí los temas. Me parecían estructuras musicales exóticas", recuerda una mujer que tras esta pirueta se quedó como flautista titular en la compañía hasta que decidió levantar vuelo y probar suerte en diferentes lugares, uno de ellos, Brooklyn.