En medio siglo de nomadeo musical nunca había visto una apoteosis como la tributada a Zubin Mehta a lo largo y al final de la "Turandot" de Puccini, con la que dijo adiós al Palau de les Artes de Valencia. En menos de ocho años desde su apertura, este espacio admirablemente gestionado por Helga Schmidt ha dado al mundo algunas de las producciones emblemáticas del siglo XXI. en su mayoría dirigidas por Mehta dentro del Festival del Mediterráneo que puso broche de oro a cada temporada. Todo parece haber acabado con el fin del compromiso del maestro: no por exigencias de caché, como maliciosamente se ha difundido, sino por falta de garantías para conservar el nivel artístico. En todas las funciones dirigidas por él, una sinfónica y seis operísticas, miles de valencianos han dicho ¡No! estruendosa y clarísimamente. Con aplomada gratitud recibió Mehta el unánime homenaje de la cultura valenciana y lo proyectó en la fabulosa Orquesta. Con ella en la escena, los dos coros (el de la Generalitat y la Escolanía de la Mare de Deus del Desemparats), los figurantes y los solistas (unas 300 personas) llovieron pétalos sobre el maestro y los colectivos, llovieron hojas doradas y lloviò, sobre todo, la ovación más grande de cuantas recuerdo. El mensaje a la administración fue plebiscitario.

Esta "Turandot" firmada por el cineasta chino Chen Kaige es un "clásico" del Palau. Tres veces repuesta en un septenio a petición de los públicos, conserva la magia del estreno en la espectacularidad de los decorados histórico-realistas de Liu King y el vestuario de Chen Tong Xun. ¡Imposible más China imperial! Como queriendo explicar los porqués del disgusto por la marcha de Mehta, Orquesta y Coros sonaron insuperablemente en la riqueza de la escritura pucciniana y en el plus de emoción añadida. Fue, por todo ello, una de esas noches que difícilmente se repiten.

En el reparto descollò poderosamente el "Calaf" del tenor canario Jorge de León, joven persona y maduro artista, arrollador en la belleza de su línea de canto, el oído perfecto, la seguridad de todas las expresiones, la espléndida colocaciòn de la voz en todos los registros. En el mismo escenario donde le vimos crecer con Radamés,Turiddu, Don José, Cavaradossi o Trovador, su podeoso caudal "spinto" le ha hecho estrella internacional. Tras una actuación modélica, el "Nessun dorma" llevó la sala al frenesí.

Fue muy sugestiva la "Liú" de Jessica Nuccio, una voz refinada que al comienzo parece pequeña pero impone su color y seduce incuestionablemente por la profunda musicalidad. No tan afortunada resultó Lise Lindstrom en el rol titular: con toda la brillantez aguda que quepa desear, el resto de sus registros no está a la altura de personaje, ni del Palau, ni del nivelazo de los demás. Sobrio y elocuente el "Timur" de Alexander Tsymbalyuk, e impecables todos los compriomarios; Olvera, Buzza y García Ló0pez en los tres ministros, Javier Agulló en el emperador, Ventseslav Anastasov en el mandarín y Carmen Avivar y Jacquerline Squarcia en las doncellas.

La temperatura emocional de la noche dio sentido a todos los elementos más allá de la idoneidad. La señora Schmidt también recibiò un aplauso de lujo. Gracias a su exigente saber y a la confianza que en ella depositan estrellas como Mehta y a su instinto para descubrir grandes voces, el Palau valenciano se sumó al "top" mundial en tiempo record. ¡Que no sea el último "Titanic" de los recortes y la indiferencia!