Saint John's es la ciudad más antigua y oriental de Norteamérica, además de puerto bien conocido para los gallegos que pescaban en los bancos de Terranova. El economista Roberto Martínez (Lugo, 1973) analiza cuánto estarían dispuestos a pagar sus conciudadanos por mantener la calidad ambiental del mar o conservar las poblaciones de ballenas. Entre sus líneas de trabajo también figura el estudio de la demanda y las tarifas del suministro de agua en colaboración con colegas de universidades españolas y con datos reales de este lado del Atlántico, puesto que se trata de un problema desconocido para el país en el que reside desde hace más de una década: "La disponibilidad del recurso aquí es tan grande que es gratis o con unos precios mínimos".

Asegura que las tarifas en bloques y con consumo mínimo, sin ser perfectas, constituyen la manera "más razonable" de mantener la equidad del servicio y "promocionar la eficiencia y la conservación medioambiental". "Si cobras todo el coste habrá gente con problemas para pagar y si complicas la tarifa los consumidores tampoco se darán cuenta de lo que realmente les cuesta abrir el grifo", razona.

El economista aboga por mejorar las explicaciones en los recibos y señala experiencias realizadas en algunos países para que los usuarios puedan comparar su consumo con el de los vecinos, aunque al final el quid está en el precio: "El problema suele ser que el agua no es tan cara y, en cambio, la gente sí se preocupa por ahorrar electricidad. Subirla no siempre es posible, pero se puede jugar con la flexibilidad de las tarifas".

Roberto estudió Económicas en Santiago y se doctoró en Economía Ambiental en la universidad británica de York. "Estaba tan bien en Galicia que no quería irme ni 6 meses de "erasmus" como mis amigos. Tampoco me apetecía marcharme a Inglaterra, pero al final me encantó. Me quedé 5 años y después me vine a Canadá, así que ya llevo 16 años fuera".

Su primer destino fue el campus de Saint Francis Xavier, en Nueva Escocia, y en 2009 se trasladó a la Universidad Memorial de Terranova. Los estudios que desempeña pasan por fijar un valor real económico para intangibles que no se pueden comprar ni vender como un parque nacional o la conservación de las ballenas evitando que se queden atrapadas en las redes de los pescadores.

Otros trabajos recientes del lucense abordan el coste de reducir los choques con alces en las carreteras y los beneficios de la acuicultura multitrófica, que combina la producción de algas, salmones y mejillones y aprovecha los subproductos de unas especies como alimento para las otras. "Genera menos impacto ambiental y ahorra costes por lo que el empresario obtiene beneficios", señala Roberto, que colabora con el biólogo Thierry Chopin, de la Universidad de New Brunswick y un referente mundial en la materia.

El economista iniciará un año sabático tras el verano que aprovechará para viajar a Galicia con su hijo de 2 años, Xurxo, y visitar a sus amigos investigadores, incluidos los de Vigo, donde forma parte de una red liderada por el profesor Santiago Lago. "Estuve en Galicia en diciembre y la vi un poco apagada, más triste de lo normal. En términos profesionales, estoy aliviado de vivir en Canadá", reconoce.

Aunque el tiempo en Terranova es "como el gallego pero 10 grados por debajo", Roberto anima a sus compatriotas a disfrutar de los "impresionantes" paisajes "con icebergs y ballenas" e incluso a probar suerte en el terreno laboral: "No hay tanto desempleo y los yacimientos de petróleo y gas han puesto la economía por las nubes".