A la hora de tener un hijo, las mujeres no son las únicas que deben hacer cuentas con la edad. Pese a que la mayoría de los hombres pueden convertirse en padres a cualquier edad, expertos advierten de que también existe el reloj biológico masculino: a partir de los 35 años desciende progresivamente la fertilidad en el varón y con la edad aumenta el daño genético en los espermatozoides, lo que puede provocar enfermedades en el bebé.

De hecho, diferentes estudios internacionales sostienen que los hijos de varones que superan los 40 tienen un mayor riesgo de sufrir ciertos trastornos como autismo o déficit de atención. Una edad cada vez más frecuente para decidirse a tener hijos. Los gallegos que se convirtieron en padres al superar los 40 aumentaron un 123% en sólo una década y en 2012 -último año del que existen datos en el Instituto Nacional de Estadística- ascendieron a 3.844, un 18% del total de nacimientos en la comunidad.

Fertilidad

Una de las principales consecuencias de retrasar la edad de tener hijos son los problemas de fertilidad. Hombres y mujeres comparten responsabilidad -ellos causan el 40% de casos de infertilidad y ellas otro 40%-, pero ellos juegan con cierta ventaja. Mientras las mujeres tienen un número limitado de ovocitos - "a los 40 años sólo el 10% de los óvulos funciona correctamente", señala el doctor Juan G. Álvarez del Centro de Infertilidad Masculina Androgen-, los hombres pueden producir espermatozoides toda su vida. Eso sí, ni la misma cantidad, ni con la misma calidad.

"En los hombres se da un descenso progresivo de la producción de espermatozoides, pero mucho más gradual que en las mujeres. Baja la concentración y la calidad del esperma. Si un varón a los 30 años tiene una concentración de 70 millones de espermatozoides por mililitro, a los 70 años igual sólo tiene 30 millones, pero aún siguen siendo muchos", indica Álvarez.

Para los expertos, sin embargo, el mayor problema de la paternidad tardía es que eleva el riesgo de que el bebé sufra determinadas patologías. Un estudio de la Universidad de Bloomington (EE UU) -en el que se analizaron los casi tres millones de nacimientos registrados en Suecia entre 1973 y 2001- revela que los niños con padres que superaban los 45 años tienen hasta tres veces más riesgo de sufrir autismo que si su padre tenía entre 20 y 24 años. Además hay trece veces más de probabilidades de que el pequeño tenga déficit de atención e hiperactividad y el doble de que sufra algún trastorno psicótico. La causa hay que buscarla en las alteraciones genéticas que sufren los espermatozoides con los años.

"Con la edad, especialmente a partir de los 50, se daña el ADN de los espermatozoides debido a la presencia de radicales libres -las mismas moléculas que causan las arrugas- en el conducto ependimario del testículo y esto puede inducir abortos o trasladar mutaciones que causen enfermedades como la hemofilia", indica Álvarez, quien reconoce, sin embargo, que del ADN del espermatozoide sólo "el 3% es útil", es decir, "el riesgo de que sufra alguna mutación genética es bajo, pero aumenta con la edad".

Riesgo de trastornos

Por su parte, desde la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria de Atención Primaria reconocen que a mayor edad de los padres, mayor riesgo de que los pequeños sufran ciertos trastornos, pero creen que influye más la edad de la madre que del padre.

"Es cierto que hay más probabilidades de que el niño tenga autismo o trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDHA) cuando se retrasa la maternidad, pero se debe principalmente al envejecimiento de los óvulos. Con el paso de los años se producen fallos, alteraciones genéticas en los óvulos que pueden provocar problemas en los niños", indica el pediatra Pedro Rodríguez, experto en TDHA.

El retraso de la paternidad hace que cada vez sean más los hombres y mujeres que cuando sus hijos se convierten en adolescentes rozan ya los 60 o 65 años. Algo que para los expertos también puede convertirse en un hándicap. "Si la diferencia de edad es muy grande puede producirse una disociación entre el pensamiento y las creencias del hijo y los padres", señala Pedro Rodríguez.

Algo que apoya el psicólogo gallego Carlos Álvarez: "La brecha generacional puede notarse bastante". Y a ambos también les preocupa el estado físico de estos padres con niños que requieren de juego constante. "Es un gran desgaste energético", indican.