Juventina Blanco Rodríguez, Celsa Vázquez Fernández, Visita Pérez López y Pura Villanueva Varela peinan canas y recuerdos de juventud: las primeras son blancas, pero los segundos se alojan en su memoria en color negro, y no por motivo luctuoso alguno, sino porque se remontan a las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado cuando, mientras en el resto de Galicia se padecían los "anos da fame" de la posguerra civil, ellas, todavía muy jóvenes, formaban parte del núcleo poblacional de las minas de A Brea, donde se extraía un "oro negro" llamado wolframio o wolfram, mineral estratégico y fundamental para cualquier tipo de armamento de la época.

Juventina, Celsa, Visita y Pura, junto al veterano minero José Parcero, han sido reunidas por Encarna Otero directora del documental "A luz do negro"A luz do negro, patrocinado por el Consello da Cultura Galega, para dar testimonio del papel jugado por las mujeres durante los años de esplendor minero de la comarca.

En 1939, A Brea era uno de los grandes núcleos de extracción de wolframio a nivel mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial, se calcula que trabajaron en torno al wolfram más de seis mil personas, tres mil directamente en las labores de extracción de las factorías controladas por los alemanes, favorecidos por Franco. "A las mujeres -cuenta Encarna Otero- no se les permitía trabajar en las galerías ni en la fábrica, pero, contratadas por la empresa concesionaria, realizaron trabajos auxiliares como lavado y separación del material".

Claro que, si bien es cierto que los alemanes controlaban las principales factorías, los aliados también ansiaban el preciado "oro negro", pero tenían que conseguirlo de estraperlo, y en ese trasiego clandestino tuvieron mucho que ver numerosas vecinas de A Brea: unas relacionadas con las concesiones independientes (pequeñas fincas particulares) y, otras, vinculándose con las partidas de guerrilleros que vendían el mineral al mejor postor.

José Parcero recuerda las habituales visitas a la zona del grupo del mítico guerrilero Foucellas, así como de otros a los que denomina "corcheiros". Juventina, Celsa, Visita y Pura, junto al propio José, reparan en "la estrecha vigilancia por parte de la Guardia Civil ", reforzada por regimientos del Ejército, al punto de que más de una vez, detenidas por los vigilantes, no tuvieron más remedio que entregar sus "palanganas" de wolfram camufladas bajo una capa de tierra: "la tierra era castaña y el wolfram, negro", puntualizan.

La efervescente actividad en la zona generó la construcción de un poblado que, por sus características, debió semejar a los de las películas del Far West, pero ya dotado con los adelantos tecnológicos del siglo XX. Se abrieron hasta sesenta tabernas, tres salones de baile y dos cines, así como varias casas de comida, hostales y apartamentos para alojar a los obreros...Todas estas actividades se concentraban en el "barrio de madera" y en ellas se implicaron muchísimas mujeres.

Asturianos

También fueron destinados a trabajar allí decenas de asturianos, exsoldados republicanos presos por los franquistas y acogidos al "programa de redención de penas por el trabajo", cuyo oficio en la vida civil era el de mineros. De esa presencia asturiana surgieron no escasos matrimonios entre asturianos y mujeres de Vila de Cruces. Fue uno de ellos, precisamente, el que fundó la primera escuela para los hijos de los trabajadores de las minas del wolfram: "Ese hombre -recuerdan estas mujeres que fueron sus alumnas- trabajaba en la mina desde las 6 de la mañana hasta las 3 de la tarde. A nosotras nos daba clases cuando ya se hacía de noche" . Recientemente, los vecinos de A Brea recuperaron la tradición de celebrar Santa Bárbara, patrona de los mineros, un festejo que habían llevado a Fontao aquellos mineros asturianos.

Finalizada la II Guerra Mundial, en la década de los 50 en O Fontao aún seguía reinando la abundancia derivada del wolfram, y sobre todo durante el período de la guerra de Corea, entre 1950 y 1953, al ser retirada del mercado la producción coreana.

Pero con la bajada de los precios a finales de 1960, se inició el declive de las explotaciones de Fontao, que acabarían por cerrar el 9 de mayo de 1963, pese a la continuada mejora en su maquinaria y en sus sistemas de extracción y al importante ahorro en los costes del transporte que había supuesto la inauguración, entre 1957 y 1958, de la línea de ferrocarriles entre Sanabria, Ourense y Santiago, que contaba con la estación de Bandeira a solo diez kilómetros de la mina de Fontao.