-Ha mencionado el control del Estado sobre la sexualidad. ¿Cómo vive el debate sobre la reforma del aborto?

-Esta ley es desafortunada porque nos retrotrae a momentos históricos del pasado. No había una demanda social ni un movimiento numeroso a favor de un cambio. Además, nos aleja de la realidad europea, a la que nos había acercado la ley de plazos de 2010. Se quiere imponer un juicio moral sobre las decisiones de las mujeres cuando el aborto es un derecho de las mujeres, no se les puede imponer cuándo y cómo ser madres.

-Cada vez se empieza a hablar más del género neutro.

-Hay más cuerpos que el de hombre y mujer y ya no vale la asociación mujer-feminidad, hombre-masculinidad porque es una construcción social ni tampoco vale la heterosexualidad normativa, sino que hay muchas formas de construir la orientación sexual. La legislación que se está aprobando en Alemania o Australia reconoce el tercer género pero durante un periodo de transición; lo transgresor es que podamos identificar personas con un género que en ningún momento de su vida tenga que identificarse con hombre o mujer.

-La infedelidad de Hollande, que ha trascendido al ámbito público, ¿qué nos dice de la sociedad?

-Todavía hay un manto ideológico que nos cubre y que lleva a juzgar a todos relaciones como la de Holande. El principio por el que se considera que deben construirse las relaciones afectivo sexuales es la fidelidad, pero eso es una cuestión que implica un juicio moral de la sociedad. Las personas, en el marco de las reglas que impongan en sus relaciones, deben ser los que juzguen qué es lo legítimo en su relación.