Diciembre de 1913. En el sigilo de la noche, un carro de bueyes cargado con heno se dirige a la estación de ferrocarril de Monforte. Oculto entre la carga, un embalaje de madera de considerables dimensiones. Al día siguiente, bajo la custodia de dos parejas de la Guardia Civil, la misteriosa caja, de 147 cm. de alto por 242 de largo, viaja en tren a Vigo, donde dos días más tarde, 20 de diciembre, embarca en el vapor Cap Vilano rumbo a la ciudad alemana de Hamburgo.

¿Qué oculta esa alargada caja de madera que despierta la atención informativa de medio mundo, incluido el mismísimo The New York Times? Otro diario, Faro de Vigo, desvelaba el misterio en su edición del día 19: "Desde ayer tarde se encuentran en Vigo el director del Museo de Berlín, Sr. Friedlander, otro funcionario del mismo museo, Sr. Leon Levy, y D. Tomás Rodríguez, residente en Madrid. Estas tres personas proceden de Monforte y no llegaron solas a esta ciudad. En el mismo tren y convenientemente embalado fue traído el valiosísimo cuadro de Van der Goes 'La adoración de los Reyes, que se hallaba en el monasterio de Monforte, y que ha sido adquirido por el Gobierno alemán".

Nunca antes la venta de un cuadro había suscitado una polémica similar a la vivida en España durante tres años, entre 1910 y 1913. Escritores como Azorín o Emilia Pardo Bazán, artistas como Sorolla o Zuloaga, políticos como Canalejas o el conde de Romanones protagonizaron un vivo debate sobre el destino del cuadro de Hugo van der Goes, una controversia que implicó al clero y a la nobleza, estuvo a punto de provocar un conflicto diplomático con Alemania, se debatió en varias ocasiones en las Cortes y en el Ateneo de Madrid, y dio lugar a una campaña de suscripción popular para evitar la salida del cuadro.

Finalmente el cuadro fue vendido a Alemania por 1.262.800 pesetas. Al tratarse de una obra única, su precio en el mercado actual es difícil de calcular, pero según los expertos en arte estaría sin duda por encima de los 50 millones de euros. El dinero de la venta sirvió en su momento para restaurar el emblemático edificio de los Escolapios de Monforte, algunos de cuyos muros se encontraban en ruinas.

Así resumía el escritor Azorín la polémica que generó durante esos tres años la venta de la tabla de Monforte: "En la prensa se ha producido un estruendoso clamor a propósito de la venta de este cuadro; se han escrito multitud de artículos; se han pergeñado brillantes crónicas; se han hecho pintorescas informaciones; han surgido personalidades que han ofrecido cantidades diversas, se ha abierto una suscripción; propúsose la celebración -¡cómo no!- de una corrida de toros; en suma, las proposiciones, protestas, gritos de indignación, trazas y arbitrios mil han resonado, en pintoresca greguería, a través de toda España?" (La Vanguardia, 1 de abril de 1913).

El Colegio Nuestra Señora de la Antigua de Monforte de Lemos, donde se encontraba el cuadro, había sido fundado a finales del siglo XVI por don Rodrigo de Castro, cardenal arzobispo de Sevilla y miembro de la casa de Lemos. La escritura fundacional del colegio data del 11 de julio de 1593, y en ella el cardenal hace constar "que no se pueda empeñar ni vender, ni sacar por poco ni por mucho tiempo cuanto constituyera patrimonio del Colegio de Humanidades, como cuadros, alhajas y reliquias". La institución quedaba amparada en un patronato familiar y la misión educativa y religiosa se encomendaba a la Compañía de Jesús. Los jesuitas estuvieron al frente de Colegio del Cardenal -como también se le conocía- hasta su expulsión por Carlos III en 1767. Con la desamortización de 1836 el Estado pasa a ser el propietario de la institución, y en 1873 cede su usufructo a la Orden de las Escuelas Pías.

Además del impresionante edificio de estilo Herreriano, el colegio disponía de obras artísticas de gran valor, como dos cuadros de El Greco -San Lorenzo y San Francisco- y cinco tablas de Andrea del Sarto que durante siglos fueron ignoradas, hasta que en la década de los 40 del pasado siglo fueron descubiertas por Javier Sánchez Cantón. Algo parecido sucedió con la tabla de Hugo van der Goes "La adoración de los Reyes", que permaneció en el anonimato, cubierta de polvo en una de las capillas laterales de la iglesia, hasta que el crítico de arte monfortino Antonio Méndez Casal confirmó su autoría. Todo parece indicar que fue el propio cardenal Rodrigo de Castro, fundador del colegio, quien había adquirido el cuadro, pintado hacia 1480.

La venta del cuadro

Para hacer frente a unas urgentes reformas en el colegio, que se caía literalmente a pedazos, en 1909 el entonces rector del mismo, padre Antonio Santonja, se plantea la posibilidad de vender el cuadro para sufragar las obras, y así se lo comunica el 15 de abril de ese año al Patrono de la institución, el duque de Alba, Jacobo Fitz James Stuart Falcó. El padre Santonja le expone la difícil situación económica en que se encuentra el colegio y la necesidad de afrontar las reformas cuanto antes. "Posee el Colegio una obra de valor, que vendida sufraga los gastos de reparación", le comenta.

El duque de Alba da el visto bueno a la petición del rector y comienzan las gestiones para poner en venta el cuadro de Van der Goes. A mediados de 1909 se suceden las reuniones con los responsables del ayuntamiento monfortino, que fijan una serie de condiciones para la venta del cuadro y el uso que debería tener el dinero recibido. Al tener conocimiento de que el colegio está dispuesto a vender "La adoración de los Reyes" a un comprador extranjero, el ministro de Instrucción Pública, Rodríguez San Pedro, envía el 6 de septiembre de 1909 un telegrama al gobernador de Lugo prohibiéndole que deje salir el cuadro.

Pasan los meses y a mediados de abril de 1910 el rector del colegio pide de nuevo al duque de Alba permiso para vender el cuadro. El día 22, el patrono escribe al nuevo ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones, ofreciendo el cuadro al Estado por 630.000 pesetas, la mitad de lo que ofrecían los compradores extranjeros. Seis días más tarde, el 28 de abril, el conde de Romanones le responde que no hay ninguna partida en los presupuestos para hacer tal desembolso. Algunos periódicos critican que el conde de Romanones aceptase tácitamente como algo fatal, "como un mal irremediable" que el cuadro acabase en el extranjero. Se iniciaba así un debate en la opinión pública que dio paso a una encendida polémica que iría en aumento de mes en mes.

Mientras tanto, los escolapios gestionan el asunto por su cuenta y un agente oficial alemán, Walter Gretor, les ofrece 1.180.000 francos por el cuadro, obra que pretenden incorporar al Kaiser Friedrich Museum de Berlín (hoy Gemäldegalerie de los Museos Nacionales de Berlín), pues ya contaban con otro cuadro del mismo autor. A partir de ese momento se plantea una estrategia, con la complicidad del Gobierno español, para evitar que el asunto llegue a la opinión pública y despierte el interés de coleccionistas estadounidenses. Para ello, en mayo de 1910 se finge una subasta pública de la tabla en la casa de los Escolapios de Madrid, subasta que en realidad se limitaba a los representantes germanos. La opción de compra de los alemanes por 1.262.800 pesetas se formaliza el 25 de mayo con un depósito de 50.000 pesetas.

El Gobierno se entera del compromiso de venta y, antes de que se llegase a formalizar en escritura pública, prohibe que el cuadro salga de España. El nuevo ministro de Instrucción Pública, Julio Burell, ordena la retención del cuadro e insta al gobernador civil de Lugo a que se incaute de la pintura por orden gubernativa.

El 21 de junio de 1910, La Vanguardia informa de que se había entregado al ministro de Instrucción Pública la documentación legal que parece probar el derecho del Estado a retener el cuadro de Van der Goes, así como de otros cuadros del colegio. Ese mismo día, el rector del colegio, padre Antonio Santonja, publica en ABC un extenso artículo en el que justifica la venta de la ya polémica tabla flamenca. En medio de la disputa sobre si la propiedad del cuadro corresponde o no al Estado -se argumenta que los Escolapios solo lo tienen en usufructo-, entra en escena el conflicto diplomático con Alemania. La Vanguardia del jueves 30 de junio informa de que el embajador de Alemania "ha entablado una queja diplomática, invitando al gobierno español a revocar la orden de su ministro, que estima extemporánea, y el ministro tiene custodiado el edificio del colegio de Monforte por fuerzas de la guardia civil, mientras se pertrecha de documentos con que hacer frente a las reclamaciones del gobierno alemán".

En un nuevo intento por salvar la situación, el Provincial de las Escuelas Pías se reúne en julio con el ministro Burell, pero éste mantiene su criterio en contra de que el cuadro salga del país y anuncia que no cambiará esa actitud "a no ser que lo determine una resolución del Tribunal de lo Contencioso".

Ante el giro de los acontecimientos, el 27 de julio de 1910 el duque de Alba revoca el permiso que había concedido a los escolapios. A partir de ese momento intenta eludir su responsabilidad y justifica la postura del Gobierno de impedir la venta. La situación va tensándose y tanto el ministro plenipotenciario alemán como el propio kaiser amenazan con una reclamación diplomática. El conflicto llega entonces a las Cortes y a la prensa. Durante 1911, algunos periódicos lanzan una campaña en la que intentan demostrar la nulidad de la venta, mientras que otros aprovechan el asunto para dar rienda suelta a su anticlericalismo más radical.

En la tribuna del Ateneo de Madrid, Niceto Oneca y César Barja argumentan que la venta del cuadro la prohibe el Concordato de España con la Santa Sede de 1859 y que va también en contra del derecho español vigente, pues los escolapios solo usufructúan el colegio "no son sus propietarios". Crece la indignación en algunos sectores y Barja llega a señalar, tajante, que "¡Hora es de que España deje de ser una bolsa de contratación y subasta de sus joyas". Oneca, por su parte, propone que "La adoración de los Reyes.

El presidente del Consejo de Ministros, el ferrolano José Canalejas, se convierte en el principal defensor de la permanencia del cuadro en España. Pero las cosas cambiarán tras su asesinato en Madrid el 12 de noviembre de 1912. Romanones es el nuevo hombre fuerte del gobierno, que el 9 de marzo de 1913 deja la puerta abierta a la venta del cuadro a Alemania. El día anterior, Faro de Vigo publicaba unas curiosas declaraciones de Romanones en las que negaba que el Gobierno autorizase la salida del cuadro, sino "que los patronos se entiendan con el comprador".

Aparecen entonces nuevas iniciativas para evitar la salida de la tabla, entre ellas la posibilidad de compensar al Gobierno alemán con obras menores de Velázquez, una propuesta del coleccionista y marchante José Lázaro Galdeano que sin embargo rechaza el patronato del Museo del Prado.

Suscripción popular

Para evitar que el cuadro saliese del país, intelectuales y artistas iniciaron una campaña de suscripción popular con el objeto de conseguir el dinero necesario para adquirirlo y donarlo a un museo español. Entre ellos, personajes de la talla de Sorolla, Benlliure, Beruete, Menéndez Pidal, Emilia Pardo Bazán, Muñoz Degraín, Marina, Blay, Zuloaga o los hermanos Quintero.

A mediados de marzo de 1913 el Círculo de Bellas Artes de Madrid toma el acuerdo de suscribirse con 25.000 pesetas para adquirir el cuadro de Monforte. A la iniciativa se suma también la Asociación de Pintores y Escultores, que quiere que "la empresa sea nacional y contribuyan a ella desde lo más elevado de la nación hasta los obreros y los niños de nuestras escuelas", según comenta Rafael Domenech el 22 de marzo en ABC, en un artículo titulado "Un caso de dignidad nacional". Por su parte, Joaquín Sorolla, que presidía entonces la Asociación de Pintores, publica el 27 de marzo en El País una carta en que señala que "como buenos patriotas no debemos permanecer impasibles ante la desaparición de nuestras joyas artísticas, las cuales deben ir a enriquecer nuestros Museos, y nunca hemos de consentir que por un puñado de pesetas se nos arrebaten obras que son gloria del arte nacional".

Al día siguiente, el periodista y crítico de arte catalán Manuel Rodríguez Codolá, bajo el pseudónimo de "Siliceo", abordaba en La Vanguardia la cuestión de la suscripción popular y se planteaba si el caso de la tabla de Monforte podría servir al menos para mejorar la legislación y evitar así que otras obras de arte pudieran salir en el futuro de España.

La campaña fue un auténtico fracaso porque los intelectuales y artistas solo consiguieron recaudar 76.000 pesetas, muy lejos del más de un millón de pesetas que pagaban los alemanes. La escasa repercusión de tan cacareada campaña suscitó la crítica de Azorín: "Toda España puesta en conmoción, atronada a gritos, ¿no puede dar más que estas pesetas, en un asunto de honor nacional, como se ha dicho?" (La Vanguardia, 01-04-1913).

Ante las presiones del embajador de Alemania, el Gobierno cambia finalmente de postura y autoriza que el cuadro pueda salir de España. Los escolapios invirtieron el dinero recibido por la venta del cuadro en restaurar las techumbres del colegio, completar el magnífico claustro y ampliar la oferta educativa.

El 6 de noviembre la Gaceta de Madrid publica una disposición en la que se autoriza al Patronato de la Fundación del Colegio de Monforte para la venta del cuadro. Dos días después Faro de Vigo se hace eco en primera página de la polémica que ha suscitado en la capital la decisión del Gobierno.

Las protestas por la venta del cuadro obligaron al Gobierno a salir al paso de las críticas, entre otras las formuladas por la Asociación Turismo de Galicia, que había lamentado la venta del cuadro en un escrito enviado al jefe del Ejecutivo. Faro de Vigo publicaba esa información el 26 de diciembre de 1913 y, tras aludir a la importancia del cuadro, el diario añadía que "La Adoración de los Reyes" hubiera bastado "para atraer a Monforte, cada día en mayor número, a los amantes del arte. Hoy, la histórica ciudad ha perdido ese poderoso aliciente. El caso debe ser lamentado por todos los buenos hijos de Galicia".

El traslado a Vigo

Ante este tipo de reacciones, no es de extrañar que los Escolapios intentasen mantener en secreto el envío del cuadro a Alemania para evitar nuevas polémicas. Lo que explica también el aire rocambolesco que rodeó el traslado de la tabla desde el Colegio de Monforte al puerto de Vigo. El traslado de la tabla el jueves 18 de diciembre de 1913 desde Monforte al puerto de Vigo, donde debería embarcar rumbo a Alemania, no estuvo exento de situaciones cuando menos curiosas. Luis Moure Mariño, en un extenso reportaje publicado el ABC el 4 de marzo de 1956, refiere que ante las protestas y lo exaltados que estaban los ánimos "se juzgó prudente que la tabla saliese en sigilo de Monforte, para lo cual se aprovechó la noche, trasladándola con toda cautela hasta la inmediata estación ferroviaria de Canabal, y desde aquí hasta Vigo, en donde fue embarcada con destino a Hamburgo".

El colofón a la increíble historia de la tabla de Monforte lo pone un gallego ilustre, el escritor y periodista Julio Camba, por entonces corresponsal de ABC en Alemania. Así comenzaba una crónica publicada el 2 de enero de 1914: "El día 22 de diciembre ha llegado a Hamburgo, procedente de Vigo, el vapor Cap Vilano. A ver si adivinan ustedes quién venía a bordo. Pues venía Van der Goes; es decir, venía su obra maestra, el famoso cuadro de Monforte. De Hamburgo, el Van der Goes ha sido traído a Berlín para el Kaiser Friedrich Museum. Es un regalo de Pascuas que ha costado una fortuna". Concluye Camba que el cuadro de Van der Goes probablemente acabará su vida en el museo alemán, "no volverá nunca a producir un millón y medio de pesetas, ni volverá jamás a darse el placer de un viajecito por mar".

En esto se equivocó Julio Camba, porque el cuadro de Van der Goes viajó en 1919 de vuelta a Galicia a bordo de una fragata alemana... Bueno, no era el original sino una copia que los responsables del Museo de Berlín se habían comprometido a entregar a los Escolapios y que ahora ocupa el lugar del original en el colegio de Monforte.