No es anecdótico, por frecuente, el caso de que una gaviota en la playa de O Vao o en cualquier arenal de las Rías Baixas se lleve el sándwich o bocadillo de alguien en un leve descuido -aunque éste lo tenga entre sus manos-, o que 'vuele', literalmente, la comida de unos campistas en las Islas Cíes a pesar de estar protegida por las mochilas. Las malas (o buenas) artes de muchos ejemplares de la colonia de 'patiamarillas' ya se asemejan, por prácticas, a las del mejor carterista. En ciudades de casi toda la franja costera española se repiten los 'problemas de convivencia' con varias especies de gaviotas. En treinta años han pasado de vivir casi exclusivamente de los descartes de la pesca y de los desechos de los puertos, a asumir las horas bajas de la flota de bajura y "buscarse la vida" en otros horizontes.

Pero hasta hace pocos años, sería impensable la naturalidad con la que algunos ejemplares de gaviotas se acercan a escenas tan cotidianas y urbanas como restaurantes o cafeterías y terrazas. Saltan a las mesas e incluso se abalanzan sobre cualquier cuenco con algo que picar. ¿Se han vuelto más agresivas en sus modos? Se preguntan muchos hosteleros y vecinos, que conviven con sus polluelos, nidos y graznidos diarios. ¿La ciudad les imprime ritmo hasta el 'sálvese quien pueda'?

Y los trucos como la instalación de búhos, tanzas o cables blancos solo las alejan temporalmente; enseguida se habitúan y vuelven. En Vigo, con un plan de actuación en la colonia de gaviotas en marcha, se tramitaron 2.103 expedientes en los últimos cinco años.

Ni han aumentado su tamaño, ni son ahora más violentas, según los expertos. La razón del nuevo comportamiento de estas aves radica, según el biólogo y estudioso de las gaviotas, Ignacio Munilla, en la reducción de alimento. "Hay un mayor solapamiento entre el ser humano y la gaviota, que ya nidifica y se adapta a la ciudad". A lo que añade: "Son solo los ejemplares más agresivos de todas las gaviotas los que se atreven a acercarse", comenta. No hablamos, por supuesto, de la violencia con la que pueden llegar a defender a sus nidos y crías.

Y entre las causas que podrían explicar el descenso de alimento de las gaviotas también se encuentra el cierre de muchos vertederos, donde podían pasar el invierno como recurso fácil. "El primer año de vida de las gaviotas es crítico para su supervivencia; y como coincide con el invierno, les resulta más difícil hallar alimento", comenta Munilla.

Aún así, los expertos en aves coinciden en destacar que la población de gaviotas patiamarillas en Galicia ha mermado desde los años noventa, a más de la mitad. El ecologista del grupo "Anduriña", Antonio Cordeiro, cifra en un tercio de ejemplares los que han podido bajar en la ría de Muros y Noia -pudieron pasar de 15.000 a 10.000-.

La gestión de los vertederos descontrolados ha reducido la oferta de alimento y repercute en la supervivencia invernal de forma que se reduce su número. En los últimos años, y en el caso de las aves, hay muchas especies que han evidenciado ser una fuente potencial de problemas. Es el caso -también- de las palomas bravías y los estorninos en dormideros urbanos en árboles y fachadas. Algunas de esas especies han generado incidentes de cohabitación en más ciudades españolas.

Expertos indican que en Galicia en los años 40 y 50 los huevos de gaviota eran muy apreciados culinariamente y también en repostería. En alguna receta de la época consta la elaboración con los huevos de estas aves. Parece que esta circunstancia contribuyó hasta los años 60 a que no se registrara un número tan elevado de ejemplares.