Alejandro Pelayo y Leonor Watling sentados al borde de una idea. Con caña, sedal y un anzuelo flotando entre palabras y melodías aún por crecer. Así nacen las canciones de Marlango. Así y con mucho trabajo previo, matiza la actriz y cantante del grupo, que se encuentra ya a las puertas de grabar el que será su sexto álbum de estudio. Si en el último, ´Un día extraordinario´, cambiaron el inglés por el castellano, en este perderán a una tercera parte del grupo, el trompetista Óscar Ybarra, que se muda a Chicago, lo que deja a Watling y Pelayo sin el "cartílago" que les separaba en sus discusiones creativas y sin momentos para que respiren esas canciones que, más que componer, pescan.

-En los vídeos del proceso de creación de "Un día extraordinario" había muchas risas, como si la música no fuera un trabajo.

-¡Es que es lo que más nos gusta hacer! Lo haríamos aunque estuviera prohibido. Tiene una parte de artesanal. Una vez que has encontrado una canción la tienes que trabajar y cincelar, pero es un regalo. Además, grabar el disco todos juntos en un estudio con Suso Saiz de productor es un sueño hecho realidad. Estábamos supercontentos. Si llevas el trabajo bien hecho, grabar es un regalo, si no estás angustiado en el estudio. Fue un placer total.

-¿Las canciones no se hacen, se encuentran?

-Creo que sí. Creo que están por ahí y la sensación que tenemos Alejandro [Pelayo] y yo cuando nos sentamos a componer es de pescar. A veces pescas un zapato, a veces pescas una cosa que es de otro y a veces pescas una canción. Hay una parte importante de trabajo, pero sí, lo de encontrarlas es como pescar. [Ríe]

-¿Cómo se distingue un zapato de una canción?

-Cuando la segunda vez que la tocas te das cuenta de que es un neumático viejo que tienes que volver a tirar al río. [Ríe]

-¿Es difícil pescar una canción buena?

-Es una mezcla. Si estás concentrado, conectado, tienes los deberes hechos y has pensado en las letras, en mi caso, y en las armonías, en el de Alejandro, es más probable que encuentres cosas buenas. Si no, te puedes tirar dos meses quedando todos los días para tocar y no hallar nada. A veces en una semana encuentras seis canciones, hay una parte de deberes, concentración y esfuerzo.

-Usted escribe las letras y Alejandro Pelayo se encarga de la música. ¿Se permiten invadir el

espacio del otro?

„Llevamos diez años componiendo juntos, es maravilloso y muy raro porque es difícil que los equipos creativos aguanten tanto. Alejandro trae la armonía, la melodía casi siempre la acabo haciendo yo, pero está tan armado lo que me enseña que casi oigo la melodía. Las letras las escribo yo, pero muchas veces de ideas suyas. De repente se le ocurre una palabra que hace que prenda una letra que yo tenía. Es como jugar al tenis. Depende de lo que yo haga, él va hacia un lado u otro. Sabes lo que va a pasar, qué va a hacer. Lo bueno al cambiar de idioma, que lo hicimos porque teníamos muchas ganas, es que eso ya no es así.

-¿Al cambiar el idioma cambian las reglas?

-Sí. De repente el otro no hace lo que crees que va a hacer, de manera que lo que tú pensabas tampoco vale. Te lleva a otros sitios.

-Te lleva por otros caminos, ¿también complica el proceso?

-Sí, el castellano es mucho más difícil. El inglés es muy elástico, tiene muchos monosílabos, acentúas donde quieres, te puedes inventar palabras, puedes hacer verbos de nombres y adjetivos... El castellano tiene unas reglas, tiene esdrújulas, sonidos complicados, pocos monosílabos... Gramaticalmente es más difícil y como las melodías van muy cosidas a la letra, también son más difíciles de encontrar.

„¿Tiene la sensación de que la gente se ha quedado en la fachada, que no ha visto más cambio que el idioma?

„Lo que uno siente que ha hecho con la música no tiene por qué ser lo que escucha el otro. Lo que tú opines de un tema es igual de válido que lo que opino yo. No por haber escrito la letra tengo más razón que tú en cuanto a lo que significa. Es lo maravilloso de tocar en directo, que una canción que era muy pequeña y que para mí era supermelancólica de repente el público te la devuelve como algo muy energético.

-Como si no fuera la suya.

-Lo bueno de la música es que pertenece a quien la escucha. Me da igual lo que me diga Thom Yorke [cantante de Radiohead] que pensaba cuando escribió ´Videotape´. A mí me sirve para lo que me sirve. Hay discos que sentíamos que, musicalmente hablando, eran un paso más grande que este. Del primero al segundo nos pareció que hubo un salto hacia otro sitio, pero la gente no lo sintió tanto. Y no creo que se equivoque nadie, ni nosotros ni quien lo escucha.

-¿Es de las que piensa que habría que grabar los discos después de la gira?

-Después de la gira entiendes mejor las canciones, las conoces más y se colocan donde deben estar. Cuando las grabas aún eres muy dueño de ellas y tu opinión marca el tempo y la actitud. Tras un año tocándolas encuentran su sitio. A veces son más rápidas que en el disco, más lentas, más alegres, más tristes...

-Dice que siempre lleva el cuaderno a mano. ¿Qué es lo último que ha escrito?

-Cosas para el próximo disco, que está muy avanzado. Grabamos en octubre. Los cuadernos nunca están a la altura. Lo que he escrito hoy lo he tirado.

-¿Tira muchas páginas?

-Sí, porque escribo mucho. Igual si fuera más económica y condensara más... Pero lo escribo todo porque si no se me olvida.

-¿No se ha pasado al móvil?

-No, no lo consigo. Hay una parte de placer en escribir, en el boli y el papel. A veces empiezo con una idea, sigo tres páginas por el gusto de escribir y de esas tres páginas lo único que vale es la última frase, lo demás se tira.