Galicia es el país de los 3.000 castros, esas fortificaciones de los primeros pobladores gallegos construidas en piedra y con forma circular o rectangular. La cifra de estos yacimientos es una estimación de la Dirección Xeral de Patrimonio, que colabora este fin de semana con las I Xornadas sobre conservación de castros galegos en Lugo. En ellas ha participado el director del Museo do Castro de Viladonga, Felipe Arias, quien facilitó a este diario un dato que invita a la reflexión: "Hay muchos castros, unos aparecen y otros desaparecen bajo obras públicas; pero los yacimientos en condiciones de ser visitados no llegan a la veintena", es decir, no suponen ni el 1% del total.

La culpa de que la práctica totalidad de este patrimonio arqueológico se encuentre en infracondiciones la tiene la falta de dinero para continuar con excavaciones pero también la carencia de recursos económicos o interés para, simplemente, mantener limpias de maleza las zonas de los restos.

Las propias condiciones del suelo y del clima gallego favorecen el crecimiento de la vegetación que, si no se corta, acaba cubriendo castros ya excavados. Una vez los helechos, silvas y árboles los cubren, el paso del tiempo acaba por esconder restos históricos.

Los propios participantes en las jornadas -unos 100 técnicos gallegos- se quedaron sin la posibilidad de conocer ayer el asentamiento castrexo de Saá, en Baltar, "debido a la imposibilidad de llegar en autobús al asentamiento", que está todavía pendiente de una excavación.

Arias explica que, en la última década, solo se ha trabajado en excavaciones arqueológicas y aspectos de conservación en una decena de castros gallegos. Reconoce que "hay muchas necesidades en estos tiempos donde los recursos son mínimos, por lo que el estado de conservación -en general- de los castros es regular".

La falta de recursos también se nota en algunos en el tema de las visitas. En el lucense de Viladonga, se ha experimentado una disminución debido a la bajada en las visitas escolares debido a la reducción del presupuesto en los colegios para las visitas extraescolares. Aún así, este castro recibe una media anual de 24.000 personas.

La organización de las jornadas -que recae en el Museo do Castro de Viladonga y BIC Materiales, con la colaboración de la Universidade de Santiago y la financiación de la Xunta- procuró que los técnicos de los castros hablasen de sus experiencias. "Hace falta -indica- un punto de inflexión para reflexionar sobre el trabajo realizado hasta el momento y exponer las necesidades actuales de manera que las intervenciones en el futuro sean eficaces y eficientes".

A este respecto, Arias apunta que desde que el Castro de Viladonga se empezó a excavar en 1971, "los criterios de excavación han evolucionado, variando los materiales de los trabajos así como las demandas de la sociedad que ahora exige mejor información para entender los restos".

En las jornadas, participan hasta hoy los técnicos de nueve castros, entre los que se encuentra uno que todavía está en la fase de puesta en valor. Se trata de Monte do Castro de Besomaño, en Ribadumia (Pontevedra). El coordinador de las tareas de conservación, Xan Santos, explica la peculiar "filosofía" de este yacimiento "accesible al público al estar abierto durante las obras de excavación que aún no han acabado.

Las excavaciones -detalla Xan Santos- forman parte de un proyecto de oferta turística-cultural de la comarca de O Salnés que empezó en junio de 2010 con la puesta en valor del castro, con la promoción de la Diputación de Pontevedra.