Que Jorge Mario Bergoglio adoptara el nombre de Francisco y que llegara a la silla de Pedro con un estilo austero y llano, y que además haya proclamado la prevalencia de la pobreza en el catolicismo, le ha encajado como un guante al teólogo Hans Küng en sus postulados de que la Iglesia de Jesucristo ha atravesado cinco paradigmas a la largo de su historia y urge el advenimiento del sexto, el cual, mediante una decidida aplicación de la Concilio Vaticano II, prepararía a la misma Iglesia para su entrada en un siglo XXI caracterizado por el policentrismo o la fuerza de las diversas religiones. Küng, que acaba de cumplir 85 años, como Benedicto XVI, reclama, por tanto, una Iglesia descentralizada y ecuménica, cuyas señas de identidad fueran además la pobreza, la sencillez y la humildad, valores encarnados en su tiempo por San Francisco de Asís ante el Papa Inocencio III.

Y fue precisamente Inocencio III (1198-1216) una de las columnas del que Küng denomina "paradigma católico-romano medieval", caracterizado por la transformación del Papa en un "monarca, legislador y juez absoluto de la cristiandad". La descripción pormenorizada de dicho paradigma, al igual que de los otros cinco, es la materia del grueso volumen "El Cristianismo, esencia e historia", que el teólogo suizo publicó en 1994. De aquel paradigma medieval, la Iglesia, que se basa ante todo en la vigencia de la tradición, conserva el "centralismo de Roma y el Papado como institución absoluta", más la "juridización" y el Derecho Canónico, más la imagen de una Iglesia poderosa y "clericalizada", es decir, hecha de varones célibes. De tejas abajo, aquel paradigma "ha llegado hasta nuestros días como las señas de identidad del sistema de la curia romana: el nepotismo, la avidez extrema, la corrupción y los negocios financieros dudosos".

Pero, según Küng, el poder alcanzado fue tal que el propio paradigma medieval contenía las semillas de implosión que siglos más tarde darían paso al Cisma de Aviñón o a la Reforma protestante. Pero antes, mientras que Inocencio II transitaba por una Iglesia "de la riqueza y lo advenedizo, de la burocracia o la Inquisición (contra los Cátaros), de la inmutabilidad dogmática y de la Escolástica que todo lo sabe", Francisco de Asís formulaba otro tipo de Iglesia.

Y si el cisma o la revolución protestante supusieron el colapso de aquel paradigma, el que amenaza a la Iglesia actual es el convertirse en un ghetto cerrado al mundo, expone Küng. Un ghetto que a la vez es un "Iglesia moribunda", que padece "osteoporosis" y cuyas estructuras internas se desmoronan (crisis de la curia). "Los sistemas autoritarios pueden implosionar", manifiesta Hans Küng en su último libro traducido al castellano: "¿Tiene salvación la Iglesia?", que viene a ser un diagnóstico de los peligros del ghetto y en el que se reclama un Derecho Canónico o una curia vaticana modelados "conforme a criterios evangélicos". Asimismo, el teólogo progresista reclama "en vez de favoritismo curial, más personal técnico competente, o transparencia de las finanzas eclesiásticas, o autorización del matrimonio de sacerdotes y obispos, o abrir a las mujeres todos los ministerios eclesiásticos, o volver a que el clero y los laicos sean partícipes de la elección de obispos".

Tal programa sería inabordable para un solo Papa, pues los paradigmas de la historia de la Iglesia abarcan varios siglos. No obstante, en el catolicismo del siglo XX hubo los destellos de una etapa naciente, y por mano de un Papa anciano, Juan XXIII, que convoca el Concilio Vaticano II. Al Papa Francisco le pide Hans Küng que dé continuidad a aquel nuevo paradigma.