El espectáculo etnográfico de los curros debe continuar. No habrá microchip que lo pare. Al menos por el momento y únicamente en A Valga, en los montes de Loureza, municipio de Oia. Allí discurrió ayer el primero de la temporada en Galicia. Con "normalidad" en lo que se refiere a incidencias, pero con cierta desazón por parte de los ganaderos. Acudían con la ilusión de mantener con vida una tradición milenaria después del paréntesis reivindicativo del año pasado, que había dejado el sur de la provincia de Pontevedra -las sierras de A Groba y O Galiñeiro- sin sus seis rapas en protesta contra el decreto equino de la Xunta, la norma que obliga a colocar los dispositivos electrónicos a las "burras". Lograron su objetivo, aunque se encontraron con una nueva caída del número de animales. Un total de 190 recibieron su rústica sesión de "peluquería" y marcado a fuego. "La mitad respecto a hace cuatro años", según indicaba el presidente de la asociación de propietarios de ganado criado en libertad de la zona, José Fernández Martínez. Los dueños se deshacen paulatinamente de sus equinos ante tantos requisitos legales y gastos. Los venden a mataderos o incluso a otros ganaderos de Portugal, donde existe un proyecto de recuperación de la especie.

Pese a la reducción de la cabaña salvaje, la fiesta estuvo más animada que nunca. Unas dos mil personas pasaron a lo largo del día por el recinto, aunque ninguna pernoctó en el entorno. Las fuerzas de seguridad se encargaron de evitar las acampadas prohibidas este año para evitar daños en el monte. Sí disfrutaron de una agradable jornada en un entorno natural, con comida campestre incluida y, por supuesto, siguieron el apasionado ritual de lucha entre el hombre y la bestia.

Una ceremonia que repite guión y desenlace año tras año, pero sigue arrancando entusiasmo entre los espectadores. Muchos de ellos aprovecharon para descargar su adrenalina ayer. Se desconoce si podrán repetir la experiencia de los "combates" este verano. Quedan pendientes los curros de Torroña, Mougás, Morgadáns, San Cibrán y O Galiñeiro y sus organizadores todavía esperan una resolución del Gobierno gallego respecto a un recurso presentado recientemente. Reclaman la excepcionalidad de los caballos salvajes en la norma que obliga a colocar los microchip, como reconoce la UE para el ganado criado en libertad.

Mientras el Ejecutivo autonómico no se pronuncia, la obligatoriedad del transpondedor está vigente. A las reses rapadas ayer en A Valga se lo colocarán el próximo 28 de julio.

Un acuerdo de los ganaderos de la zona con la Consellería de Medio Rural permitió que ayer tuviese lugar la fiesta sin una intervención de veterinarios que podría desvirtuarla. Pero sí comenzaron los preparativos para cuando llegue el momento de inyectar los chips. Investigadores universitarios de Santiago recogieron muestras de crines para determinar el origen de los équidos oienses. Si fuesen de pura raza gallega, el coste del microchip se reduciría a la mitad, dado que recibiría mayores subvenciones y de 30 euros por cada uno pasaría a valer 15.