El novelista Javier Sierra acaba de resucitar a un ilustre vigués. Se llama Teodosio Vesteiro Torres, que se suicidó en el Museo del Prado, en junio de 1876, el día que cumplía 29 años.

Vigo, que es lugar de recalada de escritores y artistas y luce en sus calles las placas de los mejores escritores gallegos, y con mayor proyección universal de los últimas décadas, que son Cela, Torrente Ballester y Cunqueiro, no ha dado muchos creadores.

Abundan los empresarios, los comerciantes, los periodistas, que por algo es la ciudad de la prensa, los marinos, incluso los arquitectos. Pero son contados los nativos que han tenido trascendencia exterior.

De los integrantes del Rexurdimento, sólo nació en Vigo José María Posada Pereira, uno de los padres fundadores de este periódico. Y con proyección estatal, sólo cuenta Federico Ribas, el gran cartelista y fantástico dibujante. Y entre los pintores, Serafín Avendaño.

Como vigueses de adopción, por haber vivido en la ciudad, haber trabajado, fijado su domicilio o muerto en ella, figuran varios nombres de escritores y artistas. Fernández del Riego, Alvarez Blázquez, Castroviejo, Celso Emilio Ferreiro, Paz Andrade, R. González Alegre, Laxeiro, Lugrís...Todos ellos pasaron años en Vigo, crearon y crecieron artísticamente en la ciudad, incluso se sintieron profundamente vigueses.

Son muchos más los foráneos viguesizados que los de nacimiento quienes inscriben su nombre en letras gruesas en el panel de los artistas con proyección extra muros.

No es extraño, porque corresponde a la sociología de la ciudad. Hasta hace tres lustros, el número de forasteros que residía en Vigo superaba al de los vigueses de nacimiento.

Industrial, comercial y marítima, Vigo era tierra de emprendedores pero de contados ilustrados de renombre, en el último tercio del siglo XIX. Entre ese exiguo grupo aparece el vigués Teodosio Vesteiro Torres, a quien acaba de exhumar Javier Sierra en su nuevo best seller, "El Maestro del Prado".

La novela de Sierra es un relato de los aspectos secretos de las grandes obras de la pinacoteca madrileña. ¿Qué se esconde tras unas figuras o un paisaje, pintados por los genios renacentistas, Miguel Angel, Leonardo, Tiziano...?

Como recurso narrativo, Javier Sierra ha elegido un enigmático guía, al que llama Maestro, que se le aparece cada vez que visita el Museo del Prado y se sitúa a su vera para irle explicando lo que esconden las tablas y lienzos, especialmente de la pintura italiana.

El maestro, que le ha dado un nombre de reconocimiento, pero sin más concreciones sobre su identidad, se hace visible repentinamente cuando contempla una obra. Es un misterio.

Una amiga a quien el protagonista comenta el caso sugiere que se trata de un fantasma, y supone que puede ser alguien que se haya suicidado en el Prado.

Siguiendo esa intuición, indaga en las hemerotecas, y encuentra dos candidatos. Uno es un don nadie, y lo descartan, pero otro es un joven y brillante poeta, quien siguiendo los usos del romantiscismo, se suicida de un tiro en la sién con un revólver.

Es Teodosio Vesteiro Torres. Dice adiós a la vida el día de su 29 cumpleaños en una sala del Museo. Con anterioridad había destruido sus trabajos de juventud, y horas antes, había dirigido una carta al que consideraba su único amigo: el poeta Manuel Curros Enríquez.

Nacido en Vigo en 1847, había ingresado en el Seminario de Tui, donde se reveló como un gran músico y poeta, y tras abandonar los estudios teológicos se había trasladado a Madrid en 1871, para seguir la vocación de escritor. En 1872 pierde a su madre, lo que supone un rudo golpe. En estos años había alcanzado reconocimiento por su obra escrita.

Lo que sigue a la novela

FARO DE VIGO es por este tiempo un periódico "político, literario y de comercio", con aparición trisemanal. Se cita con los lectores los martes, jueves y sábados. En este día se publicaba el "semanario de FARO", páginas literarias, en las que aparecían poesías de Emilia Pardo Bazán. De Vesteiro también se publicaban algunos textos.

Pero como de todo buen vigués, el periódico informaba de sus éxitos, y anunciaba el más reconocido, la "Galería de Gallegos Ilustres", que lamentablemente dejó sin acabar.

Prueba de su prestigio es que Ruiz y Enríquez, el principal columnista de FV de la época, escribe un año antes de su muerte, un artículo sobre "dos joyas literarias" gallegas . Son Vesteiro Torres y el poeta Lamas Carvajal , "cuyos nombres resuenan por la esfera de la letras".

El breve que da cuenta del suicidio es un dechado de finura para enmascarar el trágico fin del escritor. Sale el 17 de junio de 1876. Dice: "En el triste fin que la desgracia plúgole deparar a nuestro estudioso colaborador y amigo, el joven D. Teodosio Vesteiro Torres, réstanos hoy acompañar a su familia en la honda pena que tan inmensa e irreparable pérdida le ha causado".

Doce días más tarde, en otro breve, recoge la noticia de que "los amigos del Sr. Vesteiro Torres, que residen en Madrid, han acordado publicar una Corona fúnebre dedicada a este desgraciado vate de Galicia, la cual formará un tomo en 4º francés a 10 reales el ejemplar".

Los que deseen suscribirse - para adquirir el libro de la "Corona fúnebre"-, pueden dirigirse a la imprenta del periódico o a la calle Circunvalación, casa de D. Francisco Gil y Acuña.

La necrológica de Curros Enriquez

Un par de días después, en el "Semanario de FARO" aparece la "Necrológica" de Teodosio Vesteiro Torres.

Había muerto el 11 de junio de 1876, tras dejar una carta de despedida. Escrita horas antes del suicidio, está dirigida a Curros Enríquez, "querido amigo y paisano: lejos de todas las personas que amo y me aman, con la sola excepción de ud., a quien he consagrado lugar justísimo de preferencia en mi corazón, no quiero partir sin dedicarle una cariñosa despedida".

Se sentía solo, lejos de sus parientes, y confuso por sus sentimientos religiosos y el choque de culturas al que se sentía sometido con sus lecturas y sin ver claro el futuro. Se había apartado de la asociación "Galicia Literaria", que él mismo había creado. Es lo que le decide a tomar tan trágica decisión.

Los lectores vigueses tienen ocasión de enterarse de primera mano de los detalles de la muerte de su paisano por el escrito que firma Manuel Curros Enríquez. De este texto beberán en el futuro cuantos escriben sobre la biografía del poeta vigués.

Curros toma como un compromiso irrenunciable perpetuar la memoria de su amigo.

Recopila en su panegírico los libros que destruyó Vesteiro, los publicados, los que deja inéditos, entre ellos "monografías de Vigo" y algunas obras que tenía en proyecto, entre otras "Una historia de Vigo". Y remata su sentida necrológica con una poesía, la última que escribió Vesteiro.

Prueba del aprecio que se le tenía en el periódico es que el 15 de julio FV inicia la suscripción para adquirir los ejemplares de "Galicia Literaria" de la "corona fúnebre", destinada a honrar la memoria del ilustre poeta Teodosio Vesterio Torres, que fue buen amigo y mejor gallego". Y ofrece la primera lista de suscriptores.

Este anuncio es el comienzo del debate que se teje a causa del suicidio de Vesteiro. Se libra una polémica vivísima, de tipo moral y social, en la que participan personalidades y la sociedad en general. Ya no son los tiempos del romanticismo que de Larra se recuerda. Los contrarios vituperan que se quiera rendir honores a un suicida, por meritorio que haya sido, mientras los amigos justifican honrar su memoria de excelente literato, al margen de cómo haya acabado su vida.

La norma de la época señalaba que los muertos por suicidio no eran enterrados en el cementerio católico ni en sagrado, sino en espacios relegados.

"Sacrílego suicidio"

Este hecho, y la pretensión de sus amigos de rendir honores a la figura de Vesteiro, es lo que suscita la polémica que enciende el famoso escritor Pedro Antonio de Alarcón, al que contestan los escritores gallegos Novo y Curros.

Pedro Antonio de Alarcón entra en liza al ser invitado a colaborar con un poema en la "Corona fúnebre", por haber sido muy admirado por el difunto.

El 20 de julio, FV publica, "por el interés actual que ambos documentos encierran, las cartas que han mediado entre los señores D. Pedro A. de Alarcón y D. Victorino Novo y D. Manuel Curros".

En su carta, Alarcón pide a Curros y Novo que le releven de escribir los versos que le solicitan y les aconseja que no publiquen la Corona poética de Vesteiro, "para no hacer la sacrílega apoteosis del suicidio".

Arguye: "Todo, amigos míos, menos exaltar y divinizar la desesperación. Todo menos sancionar con un homenaje público el atentado que ese mísero, que no ha vacilado en desgarrar muchos corazones con tal de librarse a sí propio" .

Al escrito de Alarcón, publicado en la "Ilustración Española", replican Novo y Curros con una carta en la que dicen: "Teodosio Vesteiro tenía algunos amigos, y estos serían muy ingratos si no consagrasen un recuerdo a su memoria, a la memoria de su hermano de letras, a la memoria de un compatriota, a quien ellos, y Galicia toda, deben un tributo de respetuoso cariño".

Y se preguntan: "¿Cuándo una corona poética fue la divinización del suicidio?¿Lo fueron por ventura las poesías dedicadas a la muerte de Larra , por Zorrilla y otros poetas?"

Para aclarar los antecedentes del debate se ofrece la relación de personalidades invitadas a colaborar en la Corona fúnebre, entre las que se encuentra P. A. Alarcón. Entre otros invitados están : las señoras Calé de Quinteiro y Castro de Murguía (Rosalía). Y los señores: Lamas Carvajal, Murguía, Pondal, Ruiz Aguilera, Posada Pereira, Taboada, Vicetto, Vicenti, Zorrilla, Pedro Antonio de Alarcón, Añón.

Varios de ellos, explica FV, ya han enviado sus poemas, y se esperan los del resto para pasarlos a la sociedad "La Galicia Literaria".

Sin embargo, como Alarcón, algunos de los citados tampoco colaborarán en el libro de homenaje a Vesteiro que, como veremos, tardó casi cuatro años en ser publicado. Por la polémica desatada o por diversas circunstancias personales de los promotores - la muerte de una hermana de Curros y su traslado a Ourense-, u otras.

FV seguirá informando de los avatares del proceso de publicación de la Corona de su ilustre paisano.

El 22 de de julio, es Ruíz y Enríquez quien entra en la polémica, en las páginas de FV, con un artículo titulado "Dos palabras. A D. Pedro de Alarcón", en el que comenta las dos cartas de referencia. Y discrepa del renombrado escritor andaluz.

Dice: "Alarcón publica en la "Ilustración española" el artículo en el que escribe el non possumus, atendiendo seguramente más al rumor del suicidio que a la voz de la amistad, en nombre de la cual hablan los amigos del finado. ¿A qué y para qué tal corona? Dice el Sr. Alarcón", que no tenía relación con Vesteiro. Pero ese desconocimiento no justifica los ataques que dirige al poeta gallego. De ahí que se sorprenda con la actitud del afamado literato. " ¡Es esto suficiente para que las conciencias susceptibles griten alarmadas: ¡es un suicida, enmudezcamos todos, y déjese en el olvido su nombre, su amistad, sus libros!"

El debate en la prensa española sobre el final de Vesteiro no cesa. El 24 de agosto, FV reproduce de un diario madrileño un artículo titulado "Cuestión Social", en el que se lee: "Vesteiro muere porque no puede resistir el peso de la vida". La tesis es que la mayoría de las víctimas suicidas no sucumben por falta de recursos.

El 7 de septiembre, en un breve, FV recoge la aparición del tomo VI, y último, de la "Galería de Gallegos Ilustres", del inolvidable amigo Vesteiro Torres.

El 23 de este mes informa que la Corona fúnebre está próxima a terminarse, tras la reunión celebrada en Madrid para escoger las poesías que deben insertarse en el volumen. Figuran las de Emilia Calé de Quinteiro -algunos la consideran amiga sentimental de Vesteiro-, de Añón, Ruiz Aguilera, Vicetto, Muruais (D. Andrés), Vicenti, Mestre, Posada, López de Vega, Alvarez Pertierra, Taboada (D. Nicolás), Pereira, Guinar de la Rosa y Novo.

La proximidad del suceso mantiene vivo el interés por la pronta edición del libro, por lo que comenta el periódico: "Se cree que aún se recibirán algunas poesías más".

La Corona

Pero pasa el tiempo sin que se lleve a cabo la publicación. La distancia parece enfriar el entusiasmo. Más de dos años después, el 8 de marzo de 1879, FV vuelve a insertar una nota en portada, pero no fechada en Madrid, sino en Ourense, donde reside ahora Curros: "Según leemos en nuestro apreciable colega de Orense "El Trabajo", se halla ya felizmente terminada la Corona fúnebre dedicada a la memoria del malogrado poeta Vesteiro Torres". Y añade este párrafo en el que se aprecia un deje de escepticismo:

"Celebramos que la noticia sea cierta y ansiamos que la aparición de la tan deseada Corona sea pronto una verdad, lo cual no dudamos".

Aún transcurrirá un año hasta que se consume el proyecto. Por fin, el 17 de mayo de 1880 - cuatro años más tarde-, en un breve en página segunda, FV se hace eco de la publicación de la "Corona fúnebre", dedicada a la memoria del malogrado Vesteiro Torres.

Por avatares de los desencuentros literarios, frecuentes en la época, FV no recibe las suscripciones de los libros que le corresponden, y lo hace saber a Curros y Novo, en esta coletilla. "El único ejemplar que hemos visto de la Corona, lo debemos a un amigo".

La edita "El Heraldo Gallego" de Ourense.

Por estos años, FARO inserta en sus páginas literarias textos de Vesteiro Torres, tomados preferentemente de la "Galería de Gallegos Ilustres".

Aunque muchos vigueses no recuerden su biografía y los episodios que siguieron a su trágica muerte, que lo hicieron tan conocido en su tiempo, su memoria pervive en su ciudad, donde tiene dedicado un espacio público: el Parque Poeta Vesteiro Torres.

Javier Sierra acaba de actualizar su nombre en "El Maestro del Prado y las pinturas proféticas" (Planeta, 2013)