Discernimiento fue la palabra de moda antes y durante el cónclave. Los cardenales electores repetían que todo lo que hacían, especialmente rezar, era para poder bien discernir. Un discernir que consistía en que la voluntad del Espíritu Santo concordase con la suya, nada difícil si se tiene en cuenta que si el Espíritu es Santo, ellos, los cardenales, son, por humano título, «eminentísimos».

El cardenal español E.R. Julián Herranz, de tierra de aceitunas y toreros (Córdoba), importante del Opus Dei, de la Curia y sin derecho a voto en cónclave por razón de edad, estaba discerniendo al responder así, el 19 de febrero de este mismo año (página 8), en una entrevista publicada en un diario de este país, sobre el futuro Papa: «La edad, la salud, el conocimiento de idiomas, la capacidad de viajar y puede que también la nacionalidad son cosas de gran importancia» ¿Estaría pensando en monseñor Bergoglio? Pudiera ser que no.

Resulta que el nuevo Sumo Pontífice es jesuita, y por ello primero interrogo: ¿Qué estará pensando el Padre Arrupe, que hasta su definitivo traslado (restos mortales e inmortales) en la iglesia romana del Gesú, se tuvo que hacer a escondidas, para no molestar al beato Papa Juan Pablo II? ¿Qué pensara el cardenal riojano Martínez Somalo, amigo de Maciel, que por allí sigue (Vaticano) cual fantasma colorado, y que fue la mano ejecutora contra Arrupe? Y afirmo que por ser jesuita, el nuevo Papa, tiene acreditado que está muy distante de las dos terribles «emes» italianas: «La Mafi?y La Maso?».

Acaso, por trampa del maligno, reaparece El Cementerio de Praga (2010), en el que su autor, Umberto Eco, novelista -luego mentiroso- escribe barbaridades, tal como la siguiente: «Los jesuitas son masones vestidos de mujer». No, no sólo me apresuro a negarlo; es que hasta me precipito. ¡Si sabré yo de ellos, de los jesuitas, de los que nunca fui, aunque San Francisco Javier se apellidase Aznárez!