Según el reglamento del boxeo, diez segundos antes del comienzo de un asalto, el locutor ha de exclamar "¡Segundos fuera!" y los auxiliares de cada púgil abandonan el ring. Según las normas para elegir pontífice, instantes después de que los cardenales hayan entrado en la Capilla Sixtina, el Maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificias dice "Extra Omnes" y todos los que no participan en el cónclave abandonan del sacro recinto y se cierran sus puertas. Un cuadrilátero y dos púgiles, pero una capilla y alrededor de una docena de papables en las horas previas al conclave que hoy comienza.

Sin embargo, el símil boxístico del protagonista y del antagonista, del ostentador del título y del aspirante, de los dos contendientes, se ha apoderado de las interpretaciones de vaticanistas y observadores eclesiales, aunque solo sea porque el esquema de oposición bimembre es la matriz de todos los relatos. También cabe la estructura trimembre: un protagonista, un antagonista y un deuteroagonista, es decir, un tercero que escalaría a la condición de segundo elegible y que finalmente calzaría las sandalias del pescador (en el segundo cónclave de 1978 fue lo que le sucedió a Karol Wojtyla ante Siri y Benelli).

La historia dice que el "ostentador del título" vendría a ser el candidato de la curia vaticana, y más concretamente, del "partido celanti", de los celosos del "statu quo", de que poco o nada cambie. Y, por el contario, el aspirante es el "outsider", el venido de fuera. Pero este viejo esquema hoy ya no sirve. La curia romana está dividida entre el ala de Sodano y la de Bertone. Es más, los cardenales italianos están divididos en dos corrientes: los bertonianos y los que no lo son. Con todo, algún vaticanista (Sandro Magister) sostiene que existe un candidato curial: Odilio Pedro Scherer, arzobispo de Sao Paulo, antes "número dos" del cardenal Re, próximo a Sodano, en la Congregación para los Obispos y hoy miembro del consejo de vigilancia de "Banco Vaticano", organismo presidido por Bertone. Scherer, ¿hombre a la vez de Bertone y de Sodano? Tal sería la bisagra de unión entre los dos partidos curiales y de ahí, pese a las diferencias entre ambos, que se postule un candidato curial sodanista-bertoniano.

Esquema bimembre

Siguiendo en el esquema bimembre (y en la hipótesis de Magister), el antagonista de Scherer sería Timothy Michael Dolan, arzobispo de Nueva York. A los cardenales de EE UU, el vaticanista John Allen les asigna una característica definible mediante tres expresiones: "Conservadores renovadores", "tradicionalistas postmodernos" u "ortodoxos afirmativos". Es decir, que doctrinalmente siguen la senda de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, pero con la nota añadida de que su ortodoxia la presentan como un dato positivo para la Iglesia. A la vez, propugnan cierta renovación de la estructura de gobierno de la Iglesia, es decir, que "los trenes salgan a su hora" (expresión muy querida por Allen), y no se descuelguen del trepidante horario marcado por los tiempos contemporáneos. Dolan sería un hombre del cambio moderado, pero su impulsividad puede asustar (a la curia). No obstante Wojtyla también era enérgico e incluso impulsivo en algunos aspectos (carismático es el término eclesial), y fue hombre de gobierno fuerte y personal, al menos en su primera época, de 1978 a 1995.

Pero, ¿por qué Scherer y Dolan como púgiles? Por un movimiento equivalente al del cónclave de 2005, en el que según Magister "los votos de los curiales y de los partidarios del cardenal Carlo Maria Martini (progresistas) se destinaron al argentino Jorge Bergoglio en el intento, fallido, de bloquear la elección de Ratzinger". El vaticanista de "L'Expresso" agrega que "el Papa que gusta a los curiales y a los progresistas es, por definición, débil: a los primeros porque les deja libres de actuar, y a los segundos porque deja espacio a su sueño de una Iglesia democrática, gobernada desde abajo". En consecuencia, según este razonamiento la "operación Scherer" es la contención de Dolan como "presagio de terror para la curia".

Pero hay otros duetos pugilísticos, según los observadores: Dolan y el arzobispo de Milán, Angelo Scola. A este último le asignan ya hasta 40 votos en la primera votación del cónclave. Según algunas filtraciones, Ratzinger obtuvo 47 votos en el primer escrutinio del cónclave de 2005 (diez Bergoglio y nueve Martini). Semejante número de apoyos, a falta de los de la dividida Italia cardenalicia, serían asequibles con el apoyo de varios estadounidenses que, evidentemente, no tienen por qué votar en bloque a Dolan en esa primera votación. El vaticanista Andrea Tornielli estima que Scola podría recibir también votos de electores europeos: alemanes yde los países del Este. A favor de su elección figura el hecho de que Benedicto XVI lo promovió a la sede de Milán, primera archidiócesis del mundo en número de fieles. Además, ha establecido numerosas relaciones internacionales y es miembro destacado del movimiento "Comunión y Liberación".

Y también hay quien intuye un cuadrilátero con tres púgiles destacados. Es el caso del citado Allen, que destaca a Scherer, con los referidos votos de la curia más "apoyos latinoamericanos"; a Scola, con "respaldos europeos y algunos estadounidenses" y que combinaría su condición de italiano ("insider") con la de no curial ("outsider"); y, por último, el cardenal Marc Ouellet, de Canadá, "discípulo intelectual de Benedicto XVI y con lazos en ambas américas".

Pero al margen de dúos o tríos de contendientes, es significativa la apreciación realizada este domingo por el arzobispo de Lyon, cardenal Barbarin: en el cónclave de 2005 hubo "una figura de espesor, tres o cuatro veces más superior que el resto de los cardenales, un teólogo único, Ratzinger. Ahora no es lo mismo. Por eso la decisión tendrá que pasar por uno, dos, tres, cuatro? doce cardenales. Por el momento no sabemos nada, tendremos que esperar los resultados de la primera votación". Alrededor de doce cardenales con posibilidades es el diagnóstico de uno de los conclavistas, no de un observador o de un vaticanista. Es probablemente el dato más realista acerca de un cónclave que se considera a priori muy abierto.

¿Quiénes completan esa docena aproximada? El cardenal capuchino Seán O'Malley, de Boston, hombre próximo a Scola, pero en versión estadounidense y más suave que Dolan, por razones de cierta timidez. O el jesuita Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires), o Luis Antonio Tagle (Manila), quienes según las filtraciones recibieron calurosos aplausos tras sus intervenciones en las Congregaciones Generales que finalizaron ayer. El arzobispo de Colombo, Malcom Ranjith Patabendige (Sri Lanka), podría recabar apoyos del ala tradicionalista. En el lado contrario, Christoph Schönborn (Austria) aúna la condición de teólogo, de hombre próximo a Benedicto XVI y de crítico con la debilidad de la curia, hace años, frente a la pederastia. También en la onda intelectual de Ratzinger se halla Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura.

Una docena amplia

La docena se haría más amplia si se contempla al arzobispo de París, André Vingt-Trois; al australiano George Pell, de Sidney; a Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero, o a Péter Erdö, de Hungría. También se han mencionado las posibilidades de Joao Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada; de Francesco Coccopalmerio, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos; de Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, o de Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. El citado Barbarin, Peter Turkson, de Ghana, y el español Cañizares, "el pequeño Ratzinger", han sido asimismo citados por algún vaticanista. Pero en estos últimos se da la coincidencia de haber tenido un perfil bajo de papables, un factor que, sin embargo, no ha de minusvalorarse. Por ejemplo, el salesiano Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, refleja dicho perfil pese a ser tenido como un hombre con dotes organizativas.

Y un último elemento puede trastocar las "quinielas" papales. El debate sobre el gobierno de la Iglesia, tras los duros años de Benedicto XVI, ha trascendido a la opinión pública con más fuerza que otros aspectos. Pero, "a pesar de los evidentes problemas relacionados con la gestión de la curia, los electores del Papa eligen al Papa, no a un secretario de Estado", señala el vaticanista Tornielli. Por tanto, ¿se busca exclusivamente un Papa gobernante o un Papa pastor, evangelizador? Dos tercios de los 115 cardenales electores lo decidirán a partir de hoy. El elegido tendrá que recibir al menos 77 votos, aunque no puñetazos.