Tiene dos años y medio, desconocemos su nombre, pero hablamos de una niña que puede tener sitio de privilegio en la larga historia de la lucha contra el sida. El diario "The New York Times" publicaba anteayer los detalles de una curación casi de cuento, que sería la segunda frente al letal VIH (virus de inmunodeficiencia humana) en el mundo.

La niña nació prematuramente en Misisipi en 2010, hija de una mujer infectada con el virus, y con apenas 30 horas de vida comenzó a recibir un tratamiento con antirretrovirales que según todos los indicios logró liberarla de la enfermedad.

El tratamiento lo recibió en el Centro Médico de la Universidad norteamericana de Misisipi y abre todo un abanico de posibilidades de estrategias contra la enfermedad. El médico español Víctor Cárcaba, especialista en VIH, pedía ayer la necesaria cautela, pero se mostraba muy optimista: "Empezamos a ver cierta luz al final del túnel".

Cárcaba calcula que antes de que acabe la presente década se habrán dado pasos decisivos -y posiblemente definitivos- en el desarrollo de tratamientos que erradiquen la infección en determinados pacientes.

El caso de la niña norteamericana es significativo precisamente por su corta edad. El virus del VIH puede ser más curable en niños, pero, además, como apunta Víctor Cárcaba, "los niños pueden ser modelos perfectos para desarrollar terapias de futuro en adultos".

La primera firmante de la investigación que documenta el caso de la niña curada de sida, Deborah Persaud, de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estado de Maryland), aseguró ayer que no hay duda alguna de que el bebé nació infectado con el VIH. Hay cinco pruebas médicas concluyentes de la pequeña durante su primer mes de vida que demuestran la existencia de la enfermedad. Persaud salía, así, al paso de las dudas de que el bebé estuviera realmente infectado.

En todo caso, la curación en una persona no implica que se haya dado con las claves de un tratamiento generalizado. El primer caso documentado de erradicación de la enfermedad se dio en 2007, en una persona adulta, Timothy Brown, que padecía leucemia.

La curación de Brown (40 años de edad) se produjo después de que fuera trasplantado de médula ósea proveniente de un donante que era genéticamente resistente a la infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).

El caso de la niña anunciado ayer es mucho más sencillo. En el Centro Médico de la Universidad de Misisipi la doctora Hannah Gay le suministró un cóctel de tres fármacos de los considerados convencionales, aun aceptando el riesgo del tratamiento en una niña de apenas un día de vida. "El riesgo de la niña era muy alto, merecía la pena intentarlo", aseguró.

El tiempo fue fundamental. Cárcaba explica que el virus en sangre no puede multiplicarse, pero se vuelve peligroso cuando "es capaz de atrincherarse" en los llamados "santuarios" de nuestro cuerpo, como determinadas glándulas o meninges. "Pero no está muy lejos el día en que también podamos erradicar el virus de esos santuarios" desde donde no sólo se defiende con eficacia, sino que se propaga y ataca.

Unos 300.000 bebés nacieron infectados con VIH en 2011, sobre todo en países en desarrollo donde no llegan al 60% las mujeres embarazadas afectadas que reciben tratamiento para impedir la transmisión a sus bebés.

Lo que se consiguió en 2007 con Timothy Brown y lo que parece que se ha conseguido con el bebé de Misisipi "era impensable hace diez o doce años. Una curación así era una quimera, casi como una cuestión de alquimia", explica el doctor Víctor Cárcaba. La biología molecular avanza a pasos agigantados, pero queda todo un mundo por descubrir en torno al virus del sida. Lograr una vacuna preventiva, el gran remedio frente a la enfermedad, "sigue estando muy lejos" y va a requerir muchos más esfuerzos.

A la niña que puede convertirse en el segundo caso de curación del sida y que hace vida normal se la mantiene con controles médicos estrictos y periódicos, pero ya ha pasado todo un año sin que requiera tomar medicación alguna, y en todo este tiempo, apunta la investigadora Deborah Persaud, "no hubo ni una sola señal de actividad vírica". La madre, infectada con el virus y, lógicamente, a tratamiento, está -a juicio de los investigadores- muy involucrada en el caso de su hija, que puede convertirse en el primer niño que supera de forma total esta enfermedad.