No hay patrones estándar que definan quién puede convertirse en un alumno acosador o acosado. Solo hay motivos de sospecha que junto al diálogo entre padres e hijos deben entenderse como un salvavidas que impida que insultos, robos, vejaciones o violencia física destrocen una vida desde la infancia o la juventud.

Campus Stellae ha reunido a una serie de expertos para redactar un decálogo con diez pistas que alertan sobre casos de acoso escolar. Entre ellas, figura que un niño pierda el apetito o que desarrolle nervios en el estómago. Relacionado con este punto, también está que se generen problemas de anorexia o bulimia para lo contrario, perder peso por continuos comentarios despectivos.

Cuando un niño no quiere ir a la escuela o está más triste de lo habitual también puede esconder que en su centro escolar sea rechazado por sus compañeros, pasando solo los recreos y careciendo de apoyo o popularidad en el centro. Otro apunte es el descenso de la excelencia académica o que el pequeño se sienta infravalorado, entre otros indicios.

La directora del Instituto Campus Stellae, Nuria Pereira, advierte de que "todo acto vejatorio tiene sus consecuencias y no puede quedar impune. No podemos pensar que es puntual. Son actos tipificados como delito en nuestro Código Penal". De ahí, la importancia de identificar los casos de acoso y de actuar ante un problema que ha vuelto al debate social estos días a raíz de la denuncia de unos padres de Lalín contra compañeras de su hija por presunto acoso escolar.

"La situación en Lalín es seria, pero son sorprendentes las declaraciones realizadas al respecto por personas vinculadas al mundo educativo. No estamos ante una broma ni una cosa de críos; es un delito con varios actores", crigica Nuria Pereira, experta en Medicina Legal y Criminología.

Recientemente, el jefe territorial de Educación, César Pérez Ares, había señalado en un informe que los insultos y mofas que había recibido una alumna de un centro educativo en Lalín no suponía un caso de acoso escolar sino que se trataba "de una conducta inapropiada de una alumna hacia otra".

Como medida, el centro de enseñanza decidió expulsar temporalmente a la presunta acosadora. Para Nuria Pereira, "aislar del centro no es suficiente, para nada; desde luego, tiene que haber un castigo a esos menores -la víctima ha señalado que son varias las jóvenes que la insultan y vejan desde hace tiempo- y una sanción pecuniaria a los padres; y debe ser algo que se dé a conocer".

Sobre la gravedad del asunto, incidió en que "los niños que hoy practican acoso escolar, de mayores cuando trabajen, se convertirán en acosadores laborales. Las personas saben que el acoso destroza al individuo".