Para García Abad, el padre del Rey tuvo el mérito de haber representado la única oposición a Franco antes de la llegada de la democracia. "Fue durante muchos años del franquismo -afirmó- una referencia crítica con el régimen. Franco temió más a los manifiestos de don Juan a lo que pudieran hacer los socialistas o los anarquistas. Sus reivindicaciones y las cosas que decía realmente le hacían daño. Fue un factor crítico de la dictadura mucho más eficaz durante un tiempo que cualquier panfleto comunista".

Contó el periodista que su libro comienza con una escena fuerte. "En una habitación, a puerta cerrada. Una vidente le había trasmitido al rey, por medio del jefe de la casa real, Fernando Almansa, su convicción de que el monarca no debía dejar de hablar con su padre moribundo. Mientras hablara con él, su padre no moriría. Siguiendo las palabras de aquella mujer, Juan Carlos se encerró a solas en la habitación de su padre y se desahogó con él, confiándole todo aquello cuanto no había podido decirle y que durante años los mantuvo separados".

Don Juan tuvo muy mala suerte con su imagen, según García Abad. "Franco, que controlaba la prensa, le presentaba como un borracho y un masón. Una vez que muere Franco, y eso lo señalo en el libro, muchos para hacer la pelota a Juan Carlos, criticaban al padre. Ni en tiempos de Franco ni después de su muerte, le hacen justicia".

Insistió en la relación tirante con Juan Carlos. "Al principio -dijo- don Juan no puede aceptar que su hijo sea rey por la voluntad de Franco. Había estado forcejeando contra él a lo largo de 40 años, toda su vida política".