La Lotería de Navidad está cerca muy cerca. "¡Vamos, que llevo de Doña Manolita!", el ritual se repite, los puestos ambulantes de lotería brotan en la madrileña Puerta del Sol y la efigie de la lotera más famosa de España se queda en la retina del transeúnte, que se deja seducir y forma colas interminables para hacerse con el número de la suerte.

Bajo la atenta mirada de la estatua ecuestre de Carlos III -que introdujo la lotería en España-, el reloj que espera su momento de gloria y la persistente lluvia que no amilana los ánimos de los ciudadanos, se dibuja una estampa de ilusión y esperanza que solo empaña la omnipresente crisis.

"Este año, con lo que vendo no me da ni para bocadillos", resume castizamente Antonio, vendedor ambulante de lotería.

"Con el tema de la crisis no vendemos nada, nunca he visto la situación como está este año", añade con resignación Juli, que lleva quince años repartiendo suerte en la Puerta del Sol.

María, que ha venido con su familia desde Jerez, opta por el sistema convencional y tras sus visitas a las tiendas del centro espera la cola de la administración de Doña Manolita en lugar de dirigirse a los vendedores ambulantes.

"Hasta aquí he venido a ver si me toca este año", afirma con el anhelo de quien se sabe afortunado.

Tito espera unos metros más adelante sin saber que la suerte puede unirles tan solo dentro de unas horas, ha venido desde la provincia de Orense y se muestra algo atribulado ante la imagen navideña y el bullicio de la gran ciudad en estas fechas.

Antonio, desde su puesto ambulante de la Puerta del Sol, asevera que gran parte de su clientela viene "desde toda España, especialmente de Andalucía".

"Pero cada vez viene más gente de fuera de España", añade Antonia, que lleva cuatro años vendiendo lotería en la Puerta del Sol.

"Es cierto que últimamente vienen muchos chinos y japoneses", reconoce Antonio.

Regina y Jacinto, venezolana y ecuatoguineano, sin embargo han decidido dirigirse a las administraciones convencionales en busca "del décimo que toca".

"No tengo ningún número pensado, el que salga me va bien", afirma Jacinto que acude esperanzado por primera vez a la llamada de la fortuna navideña.

Entre los que esperan para conseguir un número la sensación es la misma, ninguno previsto. "El que me mire bien me lo llevo", comenta María que también se hizo con varios décimos en un viaje reciente a Barcelona.

Sin embargo, los profesionales que esperan abnegados a los clientes en la céntrica plaza madrileña lo tienen claro: los "números raros" son los que más se venden, "como este que tengo aquí", confirma Antonio señalando un décimo que contiene cuatro sietes.

Entre las preferencias también se filtran las disuasiones a la suerte, números terminados en trece, el quince -"la niña bonita"- o alguno un poco más picante como el 69.

¿Y si toca?, "pues si toca al Caribe", afirma el orensano Tito con una sonrisa en los labios.

El tópico de "tapar agujeros" no falta, pero resulta imposible a los que se citan con la fortuna el día 22 no dejar volar la imaginación y se ven con "algún caprichito" que todos citan compartiendo la sonrisa de Tito.

"Bueno, yo le compro un apartamento para ellos", dice Regina señalando a los niños que le acompañan, "si toca a repartir con la familia y viajar", señala María.

"Y si no me toca esta vez, pues otra vez será, lo más importante es tener la ilusión de ver si hay algo", dice con un cierto toque de resignación el primerizo Jacinto, "lo importante es jugar, intentar la suerte", concluye.