Pasó su infancia y juventud en Suiza y ha vivido en diferentes países: Estados Unidos, Alemania, Austria, Mónaco, hasta que en 1996 se instaló en España. Ha publicado novelas como La conjura de la reina, El secreto de Sofonisba1 o El amante español, y una serie de libros de viaje, Las Guías de Lorenzo de Médici, entre las que destacan Florencia y la Toscana, galardonada con el premio del Ministerio de Cultura de España como mejor libro editado en el 2004.

–Nunca pensé que entrevistaría a Lorenzo de Médici. Y menos que iría en tejanos.

–(Sonríe). La gente se crea una imagen, un preconcepto y espera un señor muy clásico.

–¿Escribe sobre sus antepasados porque...?

–Por obligación. No está en mi contrato, pero casi. Yo intento sacar anécdotas que no se saben, dar información desde dentro.

–¿Qué descubre sobre María de Médici?

–Era una mujer de inteligencia mediocre, no muy guapa, más bien gorda, un poco niña mimada. La casaron con el rey de Francia porque era la mujer más rica de la época. No había nacido para ser reina, el papel le iba grande. Su marido es asesinado y se encuentra con poder absoluto sobre Francia. Cuando lo pierde, no se resigna, le gustaba mucho el poder.

–¿No es eso característico de los Médici?

–No, es una característica de todos los gobernantes. Mire a Putin, Chávez...

–¿Por eso los personajes actuales de su novela no son mejores que los del siglo XVII?

–Todos tenemos un fondo malo, aunque enseñemos la parte más charmant. A las personas de la novela las he conocido de verdad. El ser humano se deja llevar por sus instintos hace siglos y hoy.

–Los Médici fueron una familia de grandes mecenas. ¿La crisis amenaza el arte?

–Estamos en un mal momento. Una crisis bestial. Lo que me da mucha pena es que los mecenas de hoy, fundaciones y bancos, invierten en un valor seguro. Compran una obra ya conocida y pagan 30, 40 o 70 millones en lugar de arriesgarse a sacar un talento nuevo. Eso sí es mecenazgo.

–Hoy en día que hasta la monarquía está tocada, ¿las grandes sagas aristocráticas viven el final de una etapa?

–Esa etapa terminó hace mucho. Yo no soy monárquico, en mi familia hemos sido educados como príncipes republicanos, somos muy del pueblo. Pero, siendo no monárquico, tengo una imagen de la monarquía que difiere mucho de la que hay hoy. A mí que el rey, de cualquier país, vaya de pequeño burgués por la calle... La gente quiere algo simbólico, superior, algo que admirar. ¿Por qué el presidente de la República no tiene gancho?

–¿Usted cree? ¿Las plazas no se llenan de indignados para cambiar eso?

–La gente está indignada con la política, con los cochazos oficiales, etc., no con el principio de la monarquía u otro símbolo.

–¿Por eso tiene tanto éxito la novela histórica?

–La realidad es tan negra que es mejor escapar leyendo una novela.

–La historia de su familia tiene mucho en común con la valenciana de los Borgia.

–Mucha gente nos confunde. Nosotros estábamos en el exilio cuando ellos estaban en el poder. La gente oye hablar de corte renacentista, envenenamientos, papas, hijos por todas partes, y piensan que somos nosotros. No es que no haya habido unos cuantos, claro, pero era otra época.