–Donde la eternidad envejece. Más de 500 páginas.

–Son pocas, hay mucho que contar. Es la quinta entrega de mis memorias: debo haber escrito más de 3.000, y me queda mucho más.

–¿Es un libro de viajes?

–Es un libro de pensar caminando, de viajar pensando.

–En una librería estaba entre Marco Polo y Cristina Morató.

–Prefiero a Marco Polo. El Quijote es un libro de viajes. La mayor parte de la literatura son libros de viaje: el Ulises de Joyce, La Iliada...

–¿Por qué viaja ?

–Me gusta reconocer los sitios que conozco por la literatura, el cine o la música. No me gusta ir a sitios que no conozco. Por eso no fui al África negra.

–¿Lleva libros en los viajes?

–Solo una libreta; anoto todo.

–¿La eternidad envejece?

–Sí, claro. El hombre siempre ha hecho grandes obras para engañar al tiempo y extender su presencia en la tierra. La Esfinge lleva más de 4.000 años con nosotros, una eternidad. La cultura es una manera de engañar a la muerte, el invento del humano para tratar de vengarse del tiempo.

–¿Se venga con la escritura?

–Lo intento.

–¿Le abruma envejecer?

–No, debemos ser conscientes de lo que somos, aunque la mayor parte de la gente no lo es.

–Abre el libro con un viaje a Roma. No hay dinero público para conservar el patrimonio.

–Italia tiene graves problemas, como España, y necesita patrocinios privados para sus monumentos, muchos están abandonados.

–Ya ve Grecia, cuna de Europa.

–Grecia es fundamental. No hay Europa sin Grecia. Si Grecia sale del euro, el proyecto europeo será un fracaso. Les debemos el arte, la literatura, la democracia.

–De la que se ha librado. Imagine ser ministro ahora.

–Cada época tiene sus circunstancias y las mías fueron mejores.

–¿Orgulloso de su trabajo?

–Orgulloso, y totalmente reconocido. Solo hay que leer el dosier de prensa de cuando me cesaron. Si publicase la correspondencia se vería el apoyo que tuve de grandes escritores de todo el mundo, no solo españoles: Magris, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo...

–Inesperado, ¿y abrupto?

–Sí. Algún día lo contaré.

–¿A qué lo atribuye?

–A mala cabeza. Fue una decisión personal injustificada.

–Tenía muy buena opinión de Zapatero, ¿le defraudó?

–No cambié mi opinión. Hizo cosas bien y otras mal.

–¿Qué hizo mal, a su juicio?

–No escuchar a sus ministros.

–¿Incluirá en las memorias su paso por la política?

–Está escrito.

–¿Hace sangre?

–Cuento lo que vi, ni más ni menos.

–¿Como Semprún?

–Federico Sánchez se despide de ustedes es un libro estupendo pero rechazo sus críticas a Guerra, uno de los políticos más sensatos con que me topé, más inteligente y culto. Semprún venía con su aire europeo y pensaba que era el único gallo del gallinero. El problema, decía a pesar de la admiración que tenía por Felipe González, es que el poder utiliza a la cultura solo para la foto y, en el fondo, no le interesa.

–Suele ocurrir.

–Se supone que los herederos de la Ilustración, de la Institución Libre de Enseñanza y de la República debían de ser de otra manera.

–¿Será un libro largo?

–Será una especie de diario, y largo. Apunté todo. Tenía un gran maestro, Azaña, y seguí su ejemplo.

–No lo cita en su libro cuando habla de Montauban.

–Porque le dedicaré unas cien páginas del próximo libro, Cultura y poder, sobre el conflicto entre los intelectuales y el poder.

–¿Es ansioso?

–Soy paciente.

–Escribe como si lo fuera.

–Eso quiere decir que escribo bien y sé contar las cosas.

–¿Y vanidoso?

–Lo justo. Cualquier creador tiene que ser vanidoso. Hay muchos que lo son mucho y yo lo soy poco.

–¿Le quedó sabor amargo de la política?

–No, no. En absoluto. Hice lo que tenía que hacer, lo hice bien y fui reconocido. En cuanto a mi cese, no fueron las formas que se supone se deben tener, sobre todo alguien que representa unas ideas en las que yo sigo creyendo.

–Le queda una espina.

–Yo no hubiera hecho eso, sobre todo porque no había el más mínimo motivo; todo lo contrario.

–¿Ve a Zapatero más “Bambi” o más “Maquiavelo de León”?

–(Risas) Es que no sé qué es peor. No lo puedo explicar. Para eso he escrito el libro. Se equivocó gratuitamente en algunas cosas.

–Será que no leyó a Cicerón, como usted recomienda.

–No. Espero que ahora tenga tiempo para leer.