Su historia podría argumentar cualquier best seller, pero no es ficción. Sesenta y tres años después del naufragio que truncó la vida de toda su familia a pocos metros de Cabo Silleiro, la noruega Arnhild Utheim regresó ayer a Baiona para cicatrizar sus viejas heridas. Por fin pudo visitar la tumba de sus padres y hermanos, que perdió con solo 10 años de edad y que descansan a la entrada del cementerio baionés, donde cierra el círculo del drama que ha marcado su vida.

Visiblemente emocionada tras leer la placa que el Concello de Baiona ha colocado sobre la sepultura de sus familiares, Arnhild relataba en el camposanto sus recuerdos de la tragedia, todavía nítidos pese a haber transcurrido seis décadas desde el 31 de diciembre de 1948. "Tengo grabada la imagen de cuando me levanté en la playa por la mañana. Había dos soldados y me llevaron a un hospital". Solo un día antes, el yate Thalassa, en el que navegaba con sus padres, sus dos hermanos y otras diez personas, había zarpado desde Vigo rumbo a las Islas Galápagos, donde su padre iba a trabajar. Ante la marejada que empeoraba, el capitán decidió regresar. Pero ya no fue posible. Un terrible golpe de mar partió en dos la embarcación y Arnhild fue la única superviviente. "Después de una semana de cuidados me llevaron a Madrid para partir de nuevo a Noruega", donde quedaría al cuidado de una tía hasta que se casó y formó su propia familia.

Siempre ha tenido muy presentes a sus ancestros y guarda un cariño especial por Carmen y Flora, madre e hija baionesas. La primera, a la que conoció en un viaje a Vigo en 1971, cuidó la tumba de sus familiares hasta su muerte hace unos años. Y la segunda heredó la tarea de su madre y continúa limpiando la lápida y colocando flores en honor a los náufragos "hasta que pueda". Ayer también se fundió en un abrazo con ella y le dio las gracias por su desinteresada labor.

Las dos tocayas, al fin juntas

Ha estado una veintena de veces en España en diversos viajes, cuatro de ellos con parada en Galicia. Pero, sin duda, el que ahora le trae a la tierra donde perdió a su familia será el más inolvidable de todos. Y es que Arnhilda, acompañada de su hija Kristin, ha rendido homenaje a sus antepasados, pero también ha puesto cara a una historia paralela a la del naufragio que supo hace tan solo un año.

El trágico accidente del Thalassa conmocionó en 1948 a toda la comarca miñorana. Tanto, que un joven matrimonio de Oia decidió bautizar como Arnilda Caeiro Estévez a la hija que tuvieron solo siete meses después del naufragio. La oiense siempre sintió la curiosidad por conocer a aquella niña a la que sus padres recordaban con tanto cariño y hace doce años que inició la búsqueda, a raíz de un reportaje publicado en FARO sobre el siniestro. Conoció a Francisco Díaz Guerrero, autor del libro "Naufraxios no mar de Vigo" y colaborador de este diario, a través del cual supo la identidad de su tocaya. Y para iniciar el contacto, pidió a su hija Jessica que se comunicase con ella a través de Facebook el pasado verano. Desde entonces preparan este emocionante encuentro, que tuvo lugar el miércoles en el aeropuerto de Peinador, donde se fundieron en un caluroso abrazo.

Todavía no han tenido tiempo de hablar largo y tendido sobre sus vidas. Necesitan la traducción del escritor que les ayudó a encontrarse para comunicarse, pero sin duda lo harán a lo largo de toda la semana. Arnhild y Kristin regresarán el próximo jueves a Noruega. Pero hasta entonces habrá tiempo para todo. "Quiero llevarlas a Santa María de Oia para que vean a mi padre, el inventor de toda esta preciosa historia. A sus 93 años está ansioso por conocer a Arnhild. Desde que sabemos que vendría, no ha parado de preguntar cuándo podría verla", explicaba ayer Arnilda muy contenta por este episodio que, sin duda, supone el inicio de "una buena amistad".