Si la vaca es el animal totémico en Galicia, la lluvia es el referente meteorológico que la identifica. Muchas publicaciones científicas se han referido a la multitud de términos con los que algunos pueblos, como los esquimales se refieren a los distintos tipos de nieve, por ejemplo. En Galicia solo algunos estudios, como la memoria de licenciatura de la hoy experta filóloga Elvira Fidalgo –de la Universidad de Santiago– han desglosado esa relación íntima entre las formas de llamar a la lluvia y la apreciación que hace quien lo enuncia de cómo llueve. Fidalgo distingue en "Las denominaciones románicas de la lluvia (y de) llover" de dónde procede la palabra etimológicamente y también cuestiones que tienen que ver con la idiosincrasia y los sentimientos.

Los términos proceden de encuestas en más de un centenar de parroquias y localidades de las cuatro provincias gallegas, Oviedo, León y Zamora. "Es lógico que una población que vive inmersa en la lluvia busque mil conceptos sacados de las imágenes más variadas para nombrar aquello que está presente en su vida, y dicen que también en su espíritu", reflejó en su estudio la catedrática de Filoloxía.

En número, los términos hallados pueden superar el centenar: "Lo más sorprendente de todo es pensar que en latín había cuatro o cinco palabras distintas para denominar la lluvia y que, detrás de la mayoría de las palabras analizadas en nuestro estudio, hay, por lo menos, unos cincuenta étimos diferentes", explica. "El factor multiplicador que da como resultado esa enorme variedad parece ser el proceso lingüístico conocido como traslación del significado; es decir, utilizar una palabra con un significado diferente al habitual –por ejemplo, cuando decimos que "llueve a mares". Y hay que sumar situaciones anímicas de los hablantes. No intervendrán las mismas razones afectivas en una región donde el agua es muy esperada porque no suele llover, que en una región donde el exceso de agua dificulte las actividades cotidianas".

Para denominar la lluvia de poca intensidad, la llovizna, en Galicia pueden utilizarse los términos orballo, orballeira, orballada; chuvisco, chuviscada, chuviña –relacionadas con el latín "pluvia"– pero también babuxa, babuxada, barruxeira, barruxada, barruceira, que estarían relacionadas con el término griego "Boreas", viento del norte, y que traería el agua;

Otras como poalla, poalleira, poallada están creadas sobre el latín "pulvis", que evolucionó en latín vulgar hasta dar "po" en gallego, y que está en la base de esas palabras al comparar la lluvia de gotas muy finas con las partículas de polvo en suspensión. Para la denominación de lluvia fuerte, además de los mencionados, el gallego emplea sobre todo los derivados del latín "turbo" –indicaba cualquier tipo de objeto impulsado con un movimiento circular–. Y será esta idea la que se asocie a la lluvia para crear palabras como trebón, torbón, treboada, torboada. O términos como borrascada, que fueron creados sobre el mismo "boreas", al que se le ha añadido un sufijo intensificador. Otras expresiones formadas con lluvia más un elemento que indica gran cantidad, como por ejemplo "chover a caldeiros", "chover a ballón", "caer (el agua) a chorros", "a cichón", "a choupón"… Un diluvio de palabras que con claridad la investigadora reseña.